¿Por qué los cristianos se bautizan?
- Fecha de publicación: Sábado, 11 Octubre 2025, 19:36 horas
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Porque el Señor mandó que lo hicieran: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” (Mt. 28:19).
Sin duda alguna todos hemos gozado el domingo pasado al acompañar a nuestros nuevos miembros de esta familia, viéndolos descender a las aguas del bautismo. Fueron en total 11 hermanos. A continuación, los nombres de estos hermanos: María Fernanda León, Natalia Medina, Johana Nicol Ledezma Alfonso, Lucero Anahí Ledezma Alfonso, Kehyla Sabrina Núñez Gavilán, Nancy Céspedes, Dionisia Domínguez, Uzzías Israel Núñez, Arturo De Jesús Centurión Verón, Micaías Daniel Gómez Franco y Felicio Arce Silva.
El Señor nos concedió este grupo de nuevos hermanos, a quienes extendemos una muy cordial bienvenida, y a continuación algo de orientación para quienes acaban de unirse con nosotros:
1- Nunca olvide que la Iglesia Bíblica Misionera se compone de seres humanos y que no todos tuvieron ni tienen un crecimiento espiritual normal. Tal vez a veces se sorprenda por el proceder de alguien que consideraba una persona cristiana madura. No se escandalice ni se incomode por eso.
2- Si quiere gozar de la nueva vida en Cristo, la única fórmula segura se reduce a una sola palabra: OBEDIENCIA al Señor. El sólo hecho de haberse bautizado, es una señal positiva de que desea obedecer al Señor. Siga así.
3-
No se deje llevar por algún “cristiano perfecto”. Alguien que le preguntará si ya experimentó “la llenura del Espíritu Santo”. Tenga mucho cuidado con éstos, porque fácilmente podrán desviarle de la Palabra de Dios, para arrastrarle al camino peligroso buscando alguna experiencia nueva, algo como “hablar en lengua, recibir un sacudón del espíritu, cuidar de no perder la salvación, etc.”
4- Si padece alguna enfermedad, vendrán para decirle que “pare de sufrir” y que si tan sólo tiene suficiente fe... ellos le impondrán las manos y usted saldrá de allí como “lechuga fresca”, ¡bien sanito y galopando como caballo de carrera! ¿Verdad que es atractivo todo esto? Pero tenga usted mucho cuidado porque los más peligrosos no son los que abiertamente se oponen al evangelio. Estos se declaran enemigos y se acabó. Pero peligrosos son los que... “como que quieren ayudar” al nuevo en la fe. Especialmente cuídese de quienes desean imponerle las manos para lo que fuera. Se trata de superstición avanzada y ciertamente puede afectarle emocional, espiritual y aun físicamente. Manténgase firme en las enseñanzas que seguirá recibiendo aquí en la Iglesia junto con los demás.
6-
Nunca deje de congregarse, porque esto hará que decida por “seré inútil” para el Señor, para la Iglesia, para mi familia y aún para mí mismo. Recuerde, escuchar los mejores programas cristianos por la radio está muy bien, pero eso no es CONGREGARSE CON LOS HERMANOS. Quédese con la radio en caso de enfermedad suya o de algún familiar que requiere cuidado.
7-
Lea la Biblia con el deseo de aprender y alcanzar a los “hermanos viejos” (usted es nuevo/a).
8-
Si alguien se ofrece tener “estudios bíblicos” en su casa, y aunque parezca un ángel, no olvide que un tercio de ángeles se sublevaron en contra de Dios y que hoy los conocemos como demonios. Pero ellos todavía guardan una imagen muy atractiva, palabras tan dulces que es difícil reconocerlos. Son muy buenos alumnos de su Amo, quien usó la misma astucia y logró engañar a Eva a fin de pervertir la armonía en el Edén y por poco destruye a la raza humana. Bien dice la Biblia: “Porque éstos son falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se disfrazan como apóstoles de Cristo. Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz. Así que, no es extraño si también sus ministros se disfrazan como ministros de justicia; cuyo fin será conforme a sus obras” (2 Co. 11:13-15).
Los emisarios del enemigo vendrán con una Biblia, hablarán amablemente, vestidos decentemente, pulcros y de comportamiento cautivador. Además, parecerán “probar bíblicamente todas sus herejías”. Para quienes conocemos las Escrituras es muy claro el truco, porque cuando se toman unos pocos versículos de cualquier parte de la Biblia, sin tener en cuenta la enseñanza completa sobre el tema, es posible que uno se engañe.
Un ejemplo claro, y es cuando la Biblia dice: “…antes bien sed llenos del Espíritu” (Ef. 5:18b). Según los “llenadores”, la Biblia dice que nosotros mismos debemos hacer lo que corresponda para ser llenos. Según ellos, la prueba de que ya estamos llenos, es el hablar en lengua. Pero esto contradice lo que el Señor dijo cuando habló del Espíritu Santo: “Porque el que Dios envió, las palabras de Dios habla; pues Dios no da el Espíritu por medida” (Jn. 3:34). “Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra... Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hch. 1:8, 2:38). “Esto solo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe?” (Gá. 3:2).
Dios no da el Espíritu Santo por medida. Él da la plenitud, no hay nada que agregar.
La prueba de que hemos recibido el Espíritu Santo es que somos testigos del Señor. Hablamos a otros del evangelio, incluso con nuestra conducta. El Señor Jesucristo prometió a sus discípulos, como también a cada uno de nosotros, que proveería el poder y la sabiduría para que pudiéramos realizar el trabajo de ganar almas y laborar en cada área de servicio para Dios: “Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hch. 1:8).
El pecador recibe el Espíritu Santo cuando, al oír el evangelio, cree en Cristo y no encontrará un sólo texto en la Biblia donde diga que alguien recibió el Espíritu Santo, pero no fue lleno. A quienes no sabían qué hacer debido al pecado, se les dijo que se arrepintieran y creyeran en Cristo y a cambio recibirían el don del Espíritu: “Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad” (Jn. 14:16, 17a).