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Boletin dominical - 05/07/09

  • Fecha de publicación: Miércoles, 24 Septiembre 2008, 14:39 horas
He aquí el pasaje formidable de nuestros queridos hermanos “sanadores” en el cual basan su sistema de curación divina: Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán(Mr. 16:17, 18). Gaebelein, Ironside, Stewart, DeHaan y muchos otros de los más esclarecidos maestros y expositores de la Palabra y defensores de la fe (Jud. 3) notan que hay aquí cinco señales: 1. echar fuera demonios, 2. hablar lenguas, 3. quitar serpientes, 4. beber cosas venenosas y 5. sanar enfermos.

Quinto: “Estas señales seguirán”

       He aquí el pasaje formidable de nuestros queridos hermanos “sanadores” en el cual basan su sistema de curación divina: Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán(Mr. 16:17, 18).

Gaebelein, Ironside, Stewart, DeHaan y muchos otros de los más esclarecidos maestros y expositores de la Palabra y defensores de la fe (Jud. 3) notan que hay aquí cinco señales: 1. echar fuera demonios, 2. hablar lenguas, 3. quitar serpientes, 4. beber cosas venenosas y 5. sanar enfermos.  De estas cinco señales los “sanadores” sólo se ocupan de dos: de las lenguas y de la sanidad, y pasan por alto las otras tres señales.  ¿Por qué?  A veces leemos en los diarios alguna noticia horrible de alucinados y fanáticos que se dejan morder intencionalmente por serpientes de cascabel en presencia de la congregación que sigue a tales guías ciegos.  Recientemente se dio un caso en Alabama y el pobre alucinado se expuso a la muerte a consecuencia de la mordedura de una víbora.  Fue necesaria la ayuda oportuna de un médico experto para salvar la vida del pobre insensato.

El pasaje se explica así: Se trata de la época inmediata que siguió al anuncio del evangelio, es decir, al primer siglo.  Era como si dijéramos las credenciales de los apóstoles que eran los creyentes primitivos y el fundamento de la obra de evangelización (Ef. 2:20).  NO dice que estas señales iban a seguir a todos los creyentes por todos los siglos, pues eran señales que se descontinuarían a debido tiempo después de servir a aquel tiempo y aquella generación.

Esa promesa o promesas implicadas en tan bello pasaje se cumplieron al pie de la letra, porque la Palabra de Dios no puede errar.  En las páginas de los Hechos leemos de tales maravillas, y se registran muchos casos de curaciones.  Echaban fuera demonios, hablaban lenguas, arrojaban las serpientes al fuego y ponían las manos sobre los enfermos y los sanaban.  Y algunos quizás tomaron alguna bebida venenosa, sin recibir daño, aunque no se registra tal caso en la historia de la iglesia primitiva como se nos da en los Hechos de los Apóstoles.

Después que la Iglesia se consolidó como un ejército triunfal y creció en la gracia y en el conocimiento del Señor, ya no hubo “señales” ni Pablo las menciona, ni ninguno de los otros que escribieron las epístolas.  Si fuese punto esencial de doctrina esta “sanidad” seguramente que en Efesios, o en Filipenses, o en otra de las cartas se diría con especial énfasis y con la fuerza de un mandato.  Pero no, ¡ni una palabra!

Porque nuestros cuerpos están sujetos a enfermedades, y así se declara en Romanos 8:22, 23: “...la creación gime... y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo”.  Véase también Filipenses 3:21.

Obreros obstinados

       Hay sólo una curación o sanidad divina que es real y verdadera como lo son todas las cosas de Dios.  Esto sí son milagros del poder y de la gracia de Dios, y no son curaciones mentirosas ejecutadas por hombres oficiosamente y, a veces, con mentirosa vanidad y pretensión.  Dios nos cura individualmente en respuesta a la oración de fe, y conforme a su santa voluntad.  Y en todo caso es para gloria de Dios como en Juan 11:4.  Jamás para gloria de hombres y mujeres mentirosos que andan al trote con la botellita de aceite engañando a los incautos y muchas veces haciendo comercio para ganancia personal y deshonesta.  Dios nos oye si pedimos a él (1 Jn. 5:14, 15); y positivamente sabemos que no es la voluntad de Dios sanar a todos los santos que sufren.  Muchos eminentes siervos del Señor sufrieron largas enfermedades y no sanaron y murieron en la fe.  Pablo, Lutero, Moody y el mismo A. B. Simpson que decía a cada momento: «Cristo es mi sanador», sufrió por un año de una terrible enfermedad y murió y no fue sanado.  Y murió en la fe de los hijos de Dios.  Así el Señor reprende a los que se empeñan en enseñar como doctrina suya ideas humanas torcidas y extravagantes.

Que piense más el hermano obstinado, y deje en paz su sombrero, y no haga inútil gritería contra la fuerza de la Santa Palabra que nos enseña la verdad en todo.  Si la “sanidad” esta en la expiación, ¡entonces sería una sanidad eterna!  Porque la salvación eterna es: Yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás...” (Jn. 10:28).

Si Cristo hubiera dicho (y jamás lo dijo): «Yo les doy sanidad eterna también, y por lo tanto jamás podrán enfermarse», entonces podíamos con justicia enseñar que la sanidad estaba en la expiación de la cruz.  Pero puesto que tal no fue el caso, enseñar esa doctrina espúrea, es añadir a la Palabra con malicia y con maldad.  Pablo era santo, nacido de nuevo, salvado, regenerado, consagrado, santificado, escogido de Dios, y sin embargo estuvo enfermo y Dios lo sostuvo con su gracia, pero no le quitó su aguijón en la carne(2 Co. 12:1-10).  ¿Podrá decir alguno de los sanadores modernos que Pablo no tuvo bastante fe para ser sano?  Y el mismo Pablo no curó a Trófimo, antes lo dejó enfermo en Mileto (2 Ti. 4:20).  Su consiervo, el fiel Epafrodito, se vio por largo tiempo en estado de suma gravedad según se lee en Filipenses 2:27; y a Timoteo le recomienda que deje el agua y que tome jugo de uvas, por causa de su estómago y de sus continuas enfermedades(1 Ti. 5:23).

Y estos profetas de nuevo cuño, engañadores que pervierten con malicia los caminos del Señor, publican hojas llamativas y dicen: «El pastor Olazo, quien ha llevado a cabo maravillosas curaciones de toda clase de enfermos va a comenzar aquí su campaña.  Traigan a los enfermos desahuciados de la ciencia».  Él murió, pero dejó la semilla del engaño en Nueva York y han surgido muchas iglesias con la misma bandería de la sanidad y de los milagros.  En Brooklyn, uno de estos hermanos anunció: «¿Quieres ser sano?  Ven a la sanidad divina y al poder pentecostés.  Trae a los enfermos».

No vacilamos en decir con sincera pena que es un mentidero, un modus vivendi, un engañador del diablo.  Y no oyen si les hablamos, ni escudriñan la Biblia, ni piensan con cordura, sino se enojan y arremeten a gritos y sombrerazos.

Dios tenga misericordia de ellos y los bendiga.  Y si alguno insiste en ser ignorante, sea ignorante (1 Co. 14:38).  No queremos ofender a nadie ni molestar a ninguno.  Dios sabe que no hay otro deseo, sino el de ayudar a los desviados a ver con claridad la enseñanza de Dios en cuanto a la sanidad, y cómo debe entenderse y procurarse sin la intervención de embaucadores oficiosos que siembran el error.

J. A. Holowaty, Pastor

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