Boletin dominical - 26/07/09
- Fecha de publicación: Miércoles, 24 Septiembre 2008, 14:39 horas
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«Escribo ésta para confesarme y quiero saber si con sólo escribirle es suficiente. Quiero que lea mi confesión porque mi vida es de terror, siendo que no tengo paz. Son tantas cosas feas que Dios las sabe y todas... Todo el tiempo le pido perdón directamente a él. Pero no sé si eso es suficiente. Quiero que lea públicamente esta carta y me diga si es necesario que hable yo y me confiese ante la iglesia. Si así el Señor me perdonará. Aquí van algunas de mis culpas. Hice muchos abortos. Estuve con varios hombres, algunos casados (luego da otro detalle que lo omito). Hice todo eso porque no sabía que estaba mal. Robé algunas cositas, no grandes. El Señor sabe todo y yo por medio de esta carta vuelvo a pedirle perdón. Hace como nueve años que conocí a Jesús y lo recibí como mi Salvador.
Lo que sigue es una “descarga de angustia” de una dama, una hermana en la fe, cuya vida antes de conocer a Cristo ha sido una verdadera desgracia, tal como ella misma lo admite. Con su permiso transcribiré gran parte de lo que ella dice.
«Escribo ésta para confesarme y quiero saber si con sólo escribirle es suficiente. Quiero que lea mi confesión porque mi vida es de terror, siendo que no tengo paz. Son tantas cosas feas que Dios las sabe y todas... Todo el tiempo le pido perdón directamente a él. Pero no sé si eso es suficiente. Quiero que lea públicamente esta carta y me diga si es necesario que hable yo y me confiese ante la iglesia. Si así el Señor me perdonará. Aquí van algunas de mis culpas. Hice muchos abortos. Estuve con varios hombres, algunos casados (luego da otro detalle que lo omito). Hice todo eso porque no sabía que estaba mal. Robé algunas cositas, no grandes. El Señor sabe todo y yo por medio de esta carta vuelvo a pedirle perdón. Hace como nueve años que conocí a Jesús y lo recibí como mi Salvador.
Ahora, no quiero pecar más, estoy desesperada, por eso le pido perdón al Padre por medio de Su Hijo Jesús. Si es posible lea esta carta desde el púlpito. Hace dos años que yo asisto a esta Iglesia Bíblica Misionera».
Permítame contestarle estimada hermana. ¡Tengo muy buenas noticias para usted! Supongo que usted no veía otra salida mejor que hacer lo que hizo, y gracias al Señor por haberme escrito. Quiero que lea con atención lo que le diré a continuación:
1. Desde el momento que usted se arrepintió, recibiendo a Jesucristo como su Salvador, Él le perdonó todo. ¡Imagínese, hace nueve años que él le perdonó y usted todavía no logra creer que eso es cierto! Entiendo que esto se debe a la falta de paz que sufre, pero aquí está el problema. Él le prometió perdón, le perdonó, la hizo santa e hija suya y usted no le cree. ¿Cómo, cree usted se siente él que usted no puede aceptar su perdón? ¿De qué le sirven tantas promesas de Su perdón si usted sigue viviendo bajo la pesada carga de sus culpas que ya no existen?
2. Entiendo que usted cree que su caso es demasiado grave, y seguramente le parece que Él perdona pecados no tan horribles. Note lo que el mismo Señor dice: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga”(Mt. 11:28-30).
Note bien que él dice: “Venid a mí todos”. ¿Quienes son esos... “todos”? Los “trabajados y cargados”. Él no habla del trabajo, ni de la carga o cansancio físico. Él habla justamente de la carga del pecado. Es muy pesada la carga de inmoralidad, de los múltiples abortos, de adulterio una y otra vez y de todo cuanto usted me dice. Pero... ¿Se da cuenta que Él lanza esta invitación a “todos”? A cambio Él promete acompañarle llevando junto a usted la carga que la vida nos ofrece a todos. Recuerde especialmente estas palabras: “Y hallaréis descanso para vuestras almas”. ¡Esto es justamente lo que usted necesita!
¿Sabe cuán triste debe sentirse Él porque usted no quiere aceptar que ya ha sido perdonada? Cuando Él fue colgado de esa cruz (y de eso ya va el tercer milenio), la perdonó, llevó consigo todos sus pecados y murió en su lugar, ya que Él no tenía pecado alguno.
Pero... ¿Realmente me perdonó todo cuanto he hecho? Sí, absolutamente todo. El apóstol Pablo dice: “Y a vosotros, estando muertos en pecados... os dio vida juntamente con él, PERDONÁN-DOOS TODOS LOS PECADOS” (Col. 2:13). Note también lo que dice en Isaías 38:17: “...Porque echaste tras tus espaldas todos mis pecados”; especialmente la palabra “TODOS”. Tanto Pablo como Isaías usan esta palabra. Usted enumeró unos cuantos pecados muy graves, pero cuando se acercó a Dios por medio de Cristo e imploró su perdón, Él le dijo: «Hija, te perdono todos tus pecados. Goza del perdón y de la nueva vida». Finalmente le dice lo que le dijo a esa adúltera que trajeron a Jesús asegurando que tenían todas las pruebas de su vida promiscua.
Vuelva a leer esta historia, tan tierna como es, en Juan 8:3-11. Cuando ya ellos, “acusados por su conciencia” se alejaron, la historia termina así: Jesús le dijo: “Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más” (Jn. 8:10, 11).
3. Hermana: Usted sufre las acusaciones de Satanás, pero usted no es la única acusada, porque él hace lo mismo con todos, día y noche. Note lo que dice en Apocalipsis 12:10: “Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo; porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche”.
Todo lo que usted debe hacer es, así como creyó en Él recibién-dole por Salvador personal, debe recibir, POR LA FE, que Él le perdo-nó. Por supuesto que usted recor-dará sus pecados y a veces esto le molestará porque comenzará a dudar del perdón recibido, pero esto es completamente natural para cada cristiano, especialmente si ha tenido una trayectoria tan triste como la suya. Pero el Señor es un experto en convertir los escombros de una vida desploma-da bajo la carga de sus pecados, en un verdadero palacio.
Todo cuanto tiene que hacer es saber que ha sido perdonada. Vea lo que dice en 1 Juan 1:8-10 y luego capítulo 2:1, 2.
Note también lo que dice en 1 Corintios 1:26-31. Muchos de los hombres y mujeres que el Señor ha usado grandemente, eran calificados de... necios, débiles y viles. ¿Cómo hace Él para que usted sea una persona tan amada por Él, completamente perdonada y libre de toda culpa? ¿Cuál es la parte que a usted le corresponde? Lo que era su parte usted ya lo hizo: le confesó sus pecados y lo recibió por la fe como su Salvador. Ahora note estas pala-bras con las que Pablo termina cuando menciona a los necios, débiles y viles: “Mas por él (es decir, por Dios mismo) estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención; para que, como está escrito: El que se gloría, gloríese en el Señor” (1 Co. 1:30, 31). Si quieres que el Señor sea glorificado por tu nuevo andar, tu nueva vida y tu santidad, no te fíes porque te “sientes perdonada”. No esperes sentirte perdonada siempre, porque Satanás está que revienta. Tú eres una desertora, te escapaste de sus garras, pero debes recordar que todo esto lo hizo él. Así que, gloríate en el Señor, pero no por lo que tú misma lograste. Recibimos la salvación por la fe. ¡Lo mismo ocurre con el perdón! Nuestros sentimientos de poco nos sirven, ni para la salvación ni para el perdón. Y no olvides: Fe es: «Él lo dice y yo lo creo». ¡Que el Señor te acompañe en esta nueva vida!
J. A. Holowaty, Pastor