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Boletin dominical - 23/08/09

  • Fecha de publicación: Miércoles, 24 Septiembre 2008, 14:39 horas
Es difícil entender cómo se ha generalizado el aborto, es decir, el feticidio o mejor aún, el infanticidio (matanza de bebés).  Siempre culpamos de esto a las madres, pero mucho tiene que ver esta matanza despiadada con los jueces, las cortes y los ginecólogos. ¿Qué pasaría si ningún médico, ninguna clínica, ningún hospital ni sanatorio se prestaran a tan despiadado proceder? Ciertamente segui-rían haciéndolo, pero el número de las inocentes e indefensas víctimas descendería visibleme-nte.  Días pasados recibimos esta interesante nota describiendo la valiente actitud de un ginecólo-go, que decía:

Es difícil entender cómo se ha generalizado el aborto, es decir, el feticidio o mejor aún, el infanticidio (matanza de bebés).  Siempre culpamos de esto a las madres, pero mucho tiene que ver esta matanza despiadada con los jueces, las cortes y los ginecólogos. ¿Qué pasaría si ningún médico, ninguna clínica, ningún hospital ni sanatorio se prestaran a tan despiadado proceder? Ciertamente segui-rían haciéndolo, pero el número de las inocentes e indefensas víctimas descendería visibleme-nte.  Días pasados recibimos esta interesante nota describiendo la valiente actitud de un ginecólo-go, que decía:

     «Con un bebé de brazos, una mujer muy asustada llega al consultorio de su ginecólogo y le dice: ‘¡Doctor!  Por favor ayúdeme, tengo un problema muy serio. Mi bebé aún no cumple un año... y ya estoy embarazada de nuevo. No quiero tener hijos en tan poco tiempo, prefiero un espacio mayor entre uno y otro.

     El médico le preguntó: ‘Muy bien, ¿qué quiere que yo haga?’
     Ella respondió: ‘Deseo inte-rrumpir mi embarazo y quiero contar con su ayuda’.
     El médico se quedó pensando un poco y después de algún tiempo le dice: ‘Creo que tengo un método mejor para solucionar el problema y es menos peligroso para usted’.

     La mujer sonrió, al ver que el médico aceptaría ayudarla.

     Él siguió hablando: ‘Vea señora, para no tener que estar con dos bebés a la vez en tan corto espacio de tiempo, vamos a matar a este niño que está en sus brazos.  Así usted tendrá un período de descanso hasta que el otro niño nazca, y podrá cuidar de él tranquilamente.

     Si vamos a matar un bebé, no hay diferencia entre uno y otro de los niños.  Y hasta es más fácil sacrificar éste que usted tiene entre sus brazos puesto que usted no correrá ningún riesgo’.

     La mujer se asustó y dijo: ‘¿Cómo se le ocurre matar a mi hijo?  ¿Está usted loco?  ¡No, doctor!  ¡Qué horror!  ¡Matar a un niño es un crimen!  ¡Usted no parece un criminal!’

     ‘También pienso lo mismo, señora, pero usted me pareció tan convencida de hacerlo, que por un momento pensé en ayudarla’.

     El médico sonrió y después de algunas consideraciones, vio que su lección surtía efecto. Conven-ció a la madre que no hay la menor diferencia entre matar un niño que ya nació... y matar a uno que está por nacer, y que está vivo en el seno materno».

     ¡EL CRIMEN ES EXACTA-MENTE EL MISMO!

Este profesional cumplió con el mandamiento de Proverbios 24:11, donde dice: “Libra a los que son llevados a la muerte; salva a los que están en peligro de muerte”.

ALGO SOBRE EL
COMPORTAMIENTO
EN EL TEMPLO

     Aunque en otras oportuni-dades hemos hablado sobre el decoro, la reverencia y el res-peto que debemos guardar cuando nos congregamos como iglesia, es necesario insistir en esto.  A continuación algunos de los principios que debemos tener en cuenta:

1. Llegue siempre a tiempo, salvo causa de fuerza mayor.  Unos minutos antes de las 8:00 Hs. es ideal.
2. Deje su celular en casa o manténgalo siempre apagado.  Si sospecha que recibirá alguna llamada urgente, siéntese más bien en los asientos cerca de la puerta de salida.
3. Jamás masque chicle en el templo.  ¡Es horrible ver a una dama o a un caballero mas-cando chicle en pleno servicio!  Deje esto para la cancha o cuando viaja, en su casa o donde fuera, pero por favor, ¡no lo haga en el templo!
4. Si tiene un bebé o criaturas de corta edad, averigüe en dónde está el lugar para ellos.  Tenemos Clase de Cuna, lo mismo que muy buena atención para párvulos. Ellos no pueden aguantar toda un hora escu-chando la exposición de la Palabra.  Sufren ellos, sufren sus padres y causan disgusto a los mayores que no pueden con-centrarse en lo que el predicador dice.
5. No entre (varones) en el templo con el sombrero puesto, gorra o lo que fuera.  Es falta de respeto al Señor y a los hermanos: “Todo varón que ora o profetiza con la cabeza cubierta, afrenta su cabeza” (1 Co. 11:4).
6. No hable mientras está en el templo.  Con nadie, sea éste un familiar u otro hermano.  No se distraiga ni distraiga a otros.  Esto molesta mucho a los demás y al predicador.
7. De manera especial las hermanas sean prudentes en su vestir.  Ya estamos para entrar a los días primaverales y luego el verano cuando la tendencia es vestir menos. Sin embargo es pecado que una dama vista provocativamente: falda muy corta, a veces pantalones extre-madamente ajustados y el escote vergonzosamente exagerado.  Las damas no debieran de usar pantalones cuando concurren a los servicios en verano ni en invierno.  No valen excusas en esto.  Lo mismo ocurre con algu-nas prendas demasiado trans-parentes. En una palabra, procure, hermana, agradar al Señor, no busque solamente su propia comodidad ni trate de imitar al mundo.  Deje que las mundanas vistan como quieran, pero usted es una mujer santa.  Aléjese de las modas y acér-quese al Señor.
8. Mientras se desarrolla el servicio, no sea de aquellos que, o bien hablan en voz alta en el atrio o caminan de un lado a otro.  El predicador ve todo eso desde su lugar, del púlpito ¡y es muy molesto ver tanta irreverencia!
9. Si hace de ujier a la puerta de entrada, sea tratable con cuantos vienen, salúdelos e invítelos a entrar.
10. Los padres, una vez que recogen a sus hijos a la hora de la salida, deben tener especial cuidado con los pequeños, ya que son muchos los vehículos y autobuses que maniobran en el estacionamiento, y para el conductor es difícil ver a una criatura, especialmente cuando retrocede su vehículo.

J. A. Holowaty, Pastor

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