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Boletin dominical - 18/10//09

  • Fecha de publicación: Miércoles, 24 Septiembre 2008, 14:39 horas
Con bastante frecuencia un pastor o encargado de una iglesia se encuentra con situaciones cuando debe preguntarse: «¿Qué aplico aquí?  ¿ACUSACIÓN O RESTAURACIÓN?»

Esta nota va dirigida de manera especial a los jóvenes, tanto señoritas como muchachos todavía solteros.  No es necesario entrar en el tema de los impulsos naturales de la sexualidad.  Esto es algo que el Creador así lo dispuso porque Su propósito era ver nuestro planeta totalmente poblado.

Pero... ¿Cómo debemos poblar el mundo?  Dios, nuestro creador, fue muy claro en Génesis 1:27, 28, cuando primero creó al hombre y a la mujer y luego les dio el mandamiento de,

       Con bastante frecuencia un pastor o encargado de una iglesia se encuentra con situaciones cuando debe preguntarse: «¿Qué aplico aquí?  ¿ACUSACIÓN O RESTAURACIÓN?»

Esta nota va dirigida de manera especial a los jóvenes, tanto señoritas como muchachos todavía solteros.  No es necesario entrar en el tema de los impulsos naturales de la sexualidad.  Esto es algo que el Creador así lo dispuso porque Su propósito era ver nuestro planeta totalmente poblado.

Pero... ¿Cómo debemos poblar el mundo?  Dios, nuestro creador, fue muy claro en Génesis 1:27, 28, cuando primero creó al hombre y a la mujer y luego les dio el mandamiento de, “fructificad y multiplicaos”.  Notemos que en primer lugar ellos se unieron por voluntad divina.  Cuando pasados muchos siglos, al Señor le hicieron la pregunta sobre divorcio y nuevas nupcias, Él admitió que Moisés había legislado cuál debía ser el proceder del varón al separar de sí a su esposa, pero lo que realmente Moisés tuvo que hacer, no era permitir el divorcio, sino que lo que era su parte, fue la obligación del hombre para con su esposa al tener que darle una carta de divorcio.  El divorcio y nuevas nupcias por cualquier causa fue producto del enemigo del matrimonio y de la santidad de éste.

Ahora bien, no vamos a entrar en la cuestión divorcio y sus consecuencias, sino más bien nuestros jóvenes de ambos sexos.  Si desean contar con un matrimonio feliz, estable, producto del amor divino, el temor de Dios y la santidad, deben tomar todas las precauciones que corresponden para no dejarse arrastrar por la atracción física y sexual del momento, porque esto sí es pecado y la Biblia lo llama “fornicación”.  Se habla de “hijo de fornicación”.  Un buen ejemplo tenemos en Juan 8:41: Vosotros hacéis las obras de vuestro padre.  Entonces le dijeron: Nosotros no somos nacidos de fornicación; un padre tenemos, que es Dios”.  Aquí el término “fornicación” es más bien espiritual.  Ellos eran hijos legítimos, físicamente hablando, pero desde el punto de vista espiritual no lo eran.  El punto que deseo destacar es cuán ofensivo es para una persona saber que es el resultado de una unión de su madre con un hombre sólo para procrear.  Es un verdadero estigma que esa criatura llevará para siempre.  Cada vez se está haciendo más y más aceptable que una joven cristiana se una con un joven que le promete casarse con ella, pero que luego, cuando consigue su objetivo, convive con ella, luego nace el bebé y nadie sabe qué pasó con ese individuo.

¿Quién tiene la culpa de esta unión de fornicación?  ¡Ambos!  Esto es común en el mundo.  Es verdad que el nacimiento de un bebé normal y sano es una bendición de Dios.  ¿Por qué ocurren estas cosas?  Es la desesperación de hallar un bocado de placer, aunque éste provenga de Satanás.  Este tirano no desea hogares donde reine Cristo.  Donde se vivan los principios bíblicos y esa armonía que únicamente el Señor puede darnos.  Pero... ¿Qué ocurre cuando algún hijo o hija es producto de fornicación?  ¿No sabrán los demás hijos de la conducta de su madre?  ¿No despreciarán a ese hijo ilegítimo?  ¿Podrá el padre (que no es de él o ella) disimularlo y pretender que todo marcha bien?  ¿No pelearán los esposos frente a sus propios hijos donde el padre, y esposo, tilde a esa mujer (ahora arrepentida) de adúltera o fornicaria?

Hay pecados que podemos olvidar y que jamás salen a relucir, pero los hay aquellos que serán como cuchillo afilado hundido en el corazón.  Por otra parte, ¿qué clase de mensaje esa madre está enviando a sus hijos, y en especial a sus hijas?  Usted ya sabe: «Si mamá lo hizo, yo también lo haré».

Estimada hermana soltera y joven aún, si no quieres mancharte con el pecado de la fornicación, habla de esto con el Señor y recuerda que «el varón irá hasta dónde la mujer le permita».  Si crees que es mejor ceder a las tentaciones del muchacho antes de perderlo, ten por seguro que el hombre no piensa así.  Él te tratará como quien arranca una fruta del árbol, no sabiendo si es dulce, agria o amarga, que cuando la prueba la tira tan lejos como pueda.  Tú tal vez concebiste ya, pero él se fue “feliz y contento”«¡Menos mal que la probé y me convencí de que definitivamente no podría casarme con ella jamás!  ¡Qué bien que no me casé!», pensará él.

No importa que sea cristiano, que parezca veraz, temeroso de Dios, consagrado al Señor y todo eso que lo hace un “buen tipo”.  Es probable que él también se arrepienta, pero de ahí a que lleguen a un acuerdo ambos y decidan olvidar el pasado, aceptar el perdón divino y Su restauración, la dosis de humildad que se requiere de ambos es muy elevada.  No digo que no haya solución, tampoco estoy sugiriendo que sea un estigma que les molestará durante toda la vida.

¿Cómo evitar este pecado?  ¿Cómo cultivar la pureza y la santidad?  ¿Cómo no ser una más del montón de llegar al matrimonio en impureza?  ¿Cómo contar con el respaldo de una vida moral intachable para que cuando crezcan los hijos, ambos padres puedan contar con la autoridad de su propia conducta de santidad?

He aquí algunas preguntas:

¿Estás convencido/a de que el sexo fuera del matrimonio es pecado grave?
¿Deseas prosperar en tu vida casado/a como cónyuge feliz?
¿Quieres no tener ataduras de inmoralidad que te impidan desempeñar algún cargo en la iglesia?
Entre las cosas que te propusiste en la vida, tales como terminar tus estudios, obtener una carrera que te guste, ser parte de una iglesia de sana doctrina, poder participar en las actividades de la iglesia, ¿no se te ocurrió proponerte decididamente delante del Señor llegar al matrimonio virgen?  Esto va tanto para la doncella como para el caballero.  No seamos hipócritas, exigiendo de nuestras hermanas lo que nosotros mismos, los varones, no estamos dispuestos a aceptar.  ¿Recuerdas el caso del joven Daniel, rodeado de paganos, banqueteros e inmorales?: Y Daniel propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey, ni con el vino que él bebía; pidió, por tanto, al jefe de los eunucos que no se le obligase a contaminarse (Dn. 1:8).

Es en la temprana juventud cuando decidimos nuestro éxito o fracaso, una vida feliz o una total desgracia.  Notamos en nuestros días que una “madre soltera” parece tan feliz como la casada que vive con su esposo cuando trae al mundo un bebé.  ¿Qué les está diciendo esta joven, madre soltera a las demás señoritas de la iglesia?  Está tratando de decirles que, de alguna manera, la fornicación ya no es más pecado y que le irá bien, tanto a la fornicaria como a la que no lo es.  ¿O será que tu modo de pensar es: «Bueno... todo el mundo lo hace»?  Esto no es cierto, y aunque lo fuera, de ninguna manera deja de ser pecado ni te exime de culpa.

J. A. Holowaty, Pastor

 

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