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Boletin dominical - 27/09/09

  • Fecha de publicación: Miércoles, 24 Septiembre 2008, 14:39 horas

En el principio Dios envió el Espíritu Santo para que la Iglesia pudiera gozar de su asistencia y el poder divino condujera a los pecadores al arrepentimiento y la fe en Cristo. Pero Satanás introdujo la necesidad de las lenguas y otras experiencias puramente humanas para que tuviera experiencias emocionales y carnales.

Entonces Dios le hizo claro al hombre que la salvación es exclusivamente por la fe en Cristo. Pero Satanás rápidamente le susurró que “la salvación es por la fe sola, pero que la fe salvadora no viene sola”, de modo que ahora las obras resultaron necesarias para “probar” el hombre que en realidad es salvo.

¿Y qué ocurrió con la Iglesia y sus enseñanzas?

       En el principio Dios envió el Espíritu Santo para que la Iglesia pudiera gozar de su asistencia y el poder divino condujera a los pecadores al arrepentimiento y la fe en Cristo.  Pero Satanás introdujo la necesidad de las lenguas y otras experiencias puramente humanas para que tuviera experiencias emocionales y carnales.

Entonces Dios le hizo claro al hombre que la salvación es exclusivamente por la fe en Cristo.  Pero Satanás rápidamente le susurró que “la salvación es por la fe sola, pero que la fe salvadora no viene sola”, de modo que ahora las obras resultaron necesarias para “probar” el hombre que en realidad es salvo.

De ahí comenzaron a surgir todo tipo de principios teológicos, discusiones, sínodos y modificaciones introducidas por quienes llegaron a ser conocidos como “padres de la iglesia”.  Así la gracia mediante la cual el hombre es salvo, llegó a ser palabra muerta y un ingrediente no tan necesario para la salvación.

Dios entregó al hombre un volumen con 66 libros, la Biblia.  Pero el hombre le agregó siete más, contaminando así las Escrituras y agregándole supersticiones, paganismo y contradicciones.

Entonces Dios dijo a los hombres: «Prueben una vida de oración y de lectura diaria de la Biblia, y acepten sus enseñanzas y preceptos como saludables para el alma, el espíritu, incluso para el cuerpo».  Pero entonces Satanás vino con una larga lista de sus propios principios.  Muchos de ellos parecían solemnes, cargados de ceremonias y desahogo emocional para que el hombre no dependiera de Dios, sino de sus propios esfuerzos.  Y esto lo llevó, poco a poco, a una rutina que le permitía “sentirse bien”.

Dios le dijo al hombre que Él era el único Padre y que a nadie debieran de llamar Padre, porque todos los que le pertenecen son hermanos.  Pero entonces vino Satanás con una larga lista de “dignatarios eclesiásticos”: Papas, cardenales, reverendos, reverendísimos, metropolitanos, obispos, arzobispos, sacerdotes, monjas y otros.

Dios ordenó que los cristianos “quemaran sus calorías teológicas” llevando la Palabra suya y proclamando el evangelio a los cuatro vientos.  Pero Satanás introdujo la idea que era suficiente concurrir al templo cada domingo, escuchar buenos estudios bíblicos, engordar en conocimiento y rutina hasta el punto del aburrimiento.  Así, Satanás logró que los cristianos aflojaran su fervor por los perdidos y comenzaran una vida de aburrimiento y monotonía.

Dios instituyó la Cena Conmemorativa como recordatorio del sacrificio del Salvador.  Pero Satanás introdujo una serie de rituales, incluso se especializó en la fabricación de la hostia, para poder “sujetar al Señor y Salvador” con dos dedos, el índice y el pulgar.  Así, sus víctimas creerían que están “comiendo algo del mismo Jesús” y que eso significaría “recibirle como Salvador”.

Dios le dijo al hombre que debe nacer de nuevo, y que este nuevo nacimiento nada tiene que ver con el cuerpo ni con los esfuerzos del hombre, sino que es Dios mismo quien opera este milagro.  Pero Satanás vino y distorsionó, adulteró el significado del bautismo y lo convirtió en un medio de salvación.

Dios le dijo al hombre que la fórmula para la felicidad es compartir el evangelio y ver a otros que son salvos.  Entonces Satanás trajo algo irresistible, era una especie de caja de 18 pulgadas que le permitiría al hombre ver todo tipo de escenas sin necesidad de ir a un salón de cine ni comprar revistas pornográficas.  Satisfacer su lascivia y su morbosidad sin siquiera gastar un centavo ni buscar a pecadores necesitados del evangelio.

Dios dijo que debemos administrar sabiamente nuestro tiempo, nuestro cuerpo y nuestro dinero.  Pero Satanás introdujo la tarjeta de crédito con un buen margen de miles de dólares para que el hombre no pueda cooperar con la causa misionera al hundirse en deudas hasta el cuello.

Dios dijo que cuando nos unimos a Cristo, estamos unidos entre nosotros, cualquiera sea nuestra denominación preferida.  Pero Satanás vino con una idea muy atractiva llamada ECUMENISMO, ya que consideró que había llegado el tiempo para eliminar las barreras doctrinales porque éstas se ajustaban a las Escrituras.  Esto le permitió declarar que, ¡todos somos hijos de Dios, no importa si creemos o no en Cristo!

Dios dijo que es deber de los padres instruir a sus hijos en la vida, tanto física como intelectual y espiritual.  Pero Satanás vino con la idea de hacer que los pequeños asistan a escuelas totalmente seculares y desde muy pequeños sean instruidos por quienes les meten religiones como el yoga, el budismo, junto con la perversidad del homosexualismo y el lesbianismo.

Dios dijo al hombre que Su palabra debe ser la guía espiritual.  Pero Satanás vino con lo que llamó “la nueva onda”, porque lo de la Biblia, dijo, aburre.  Así es como trajo una mezcla de música... salsa, rock, merengue y muchas otras para satisfacer a todos los gustos.  Entonces el hombre probó de ese manjar y dijo: «¡Wow, esto sí que es música, porque hace vibrar todas mis fibras emocionales y me lleva a extremos de sensualidad incontrolables!  ¡No quiero más de esos... salmos, himnos y cánticos espirituales!»

Dios le dio al hombre la Biblia, inspirada por él mismo y le advirtió que no le quitara ni añadiera nada.  Pero el hombre comenzó a hacer sus recortes y sus agregados.  Tantas son las... versiones bíblicas, que resulta difícil saber cuál es la verdadera Palabra divina.

Dios dijo que hay cielo para los salvos y hay infierno para los rebeldes.  Pero Satanás convenció a los hombres que, finalmente, todos serán salvos, ¡incluso él mismo!
Dios dijo que los hombres no se involucren en consultar a los muertos, practicar brujería, consultar adivinos, magos y astrólogos.  Pero Satanás vino y montó lo que llamó la “canonización de los santos”«Todos estos (muertos ya)», dijo él, «pueden interceder por ustedes», de modo que logró alejar a muchos desdichados del único Intercesor y hacer que consulten a los muertos, sean ellos María, San Pedro, San Juan, San Felipe, etc.
       «Los tengo», dijo Satanás a los hombres, «uno para cada día y ocasión».                                                                        

J. A. Holowaty, Pastor

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