Boletin dominical - 28/02/10
- Fecha de publicación: Miércoles, 24 Septiembre 2008, 14:39 horas
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El Señor: «¿Acaso no sabías que yo siempre me ofrecí como tu abogado y en realidad, aunque nunca solicitaste mis servicios, de todos modos yo desempeñé mi función a perfección. ¿Por qué no reconociste esta maravillosa verdad y no te abocaste a mi servicio? Permaneciste acurrucado como un inútil, cuando tenías todas las oportunidades que los demás cristianos que se dedicaron a servirme? ¿Recuerdas lo que yo mandé escribir en 2 Timoteo 2:11-13: ‘Palabra fiel es esta: Si somos muertos con él, también viviremos con él; si sufrimos, también reinaremos con él; si le negáremos, él también nos negará. Si fuéremos infieles, él permanece fiel; él no puede negarse a sí mismo’.
El Señor: «¿Acaso no sabías que yo siempre me ofrecí como tu abogado y en realidad, aunque nunca solicitaste mis servicios, de todos modos yo desempeñé mi función a perfección. ¿Por qué no reconociste esta maravillosa verdad y no te abocaste a mi servicio? Permaneciste acurrucado como un inútil, cuando tenías todas las oportunidades que los demás cristianos que se dedicaron a servirme? ¿Recuerdas lo que yo mandé escribir en 2 Timoteo 2:11-13: ‘Palabra fiel es esta: Si somos muertos con él, también viviremos con él; si sufrimos, también reinaremos con él; si le negáremos, él también nos negará. Si fuéremos infieles, él permanece fiel; él no puede negarse a sí mismo’.
Yo tengo que ser fiel. Te prometí salvación sin obras y por eso te tengo aquí. Pero también te comuniqué muy a tiempo que, además de la salvación, habría remuneración. Pero tu pecado favorito (¿lo recuerdas?) te mantuvo alejado, lo que por parte mía te pertenecía, si fueras un cristiano consagrado».
El cristiano: «Señor, ¿me quieres decir que mi caso se parece al caso de Esaú, quien por un plato de lenteja despreció su primogenitura?».
El Señor: «Efectivamente, y ya que mencionaste el caso, te recordaré lo que ocurrió allí: ‘Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados; no sea que haya algún fornicario, o profano, como Esaú, que por una sola comida vendió su primogenitura. Porque ya sabéis que aun después, deseando heredar la bendición, fue desechado, y no hubo oportunidad para el arrepentimiento, aunque la procuró con lágrimas’ (He. 12:15-17)».
El Señor: «Así es hijo mío. Quiero que notes cuánta similitud hay entre Esaú y tú mismo.
1) Esaú era hijo de Isaac y tenía los privilegios de un hijo primogénito.
2) Esaú no se ganó ese sitial, lo obtuvo por nacimiento.
3) Esaú no valoraba este privilegio espiritual, pero su hermano Jacob daría cualquier cosa por ocupar ese lugar.
4) Esaú cambió la dádiva de Dios por un plato de lenteja, ¿recuerdas?
• ¿No cambiaste tú, tu galardón por un bocado de placer fugaz?
• ¿No cambiaste tú tanta distinción por correr tras el mucho tener?
• ¿No cambiaste tú tanta generosidad divina por algo de reconocimiento, popularidad o fama, fomentando un cristianismo hueco para acomodarlo a cuantos apóstatas encontraste?
• Yo te vi cuando besabas tu mano derecha porque recibiste bastante dinero, pero también te vi cuando, aunque sabías de las grandes necesidades, te excusaste que no tenías.
• Yo te vi cuando cobraste mucho y deseabas dar tu diezmo, pero luego, viendo que, a tu juicio era demasiado, entregaste solamente un cuarto de lo que sería tu diezmo.
¡Cuánto lamenté cuando vi cómo despreciabas todo cuanto yo tenía apartado para ti y tú jamás te detuviste para examinar tu conciencia y tu corazón.
• Yo te vi con todas tus apariencias, de modo que todos pensaban que eras el cristiano ejemplar, y tú no eras más que un artista aprendiz para el servicio dominical.
¿Recuerdas cómo le fueron las cosas a Esaú? ¿Recuerdas que él, siendo ya hombre, lloraba a gritos en el dormitorio de su padre?: ‘Y Esaú respondió a su padre: ¿No tienes más que una sola bendición, padre mío? Bendíceme también a mí, padre mío. Y alzó Esaú su voz, y lloró’ (Gn. 27:38).
Bien, hijo mío, Isaac bendijo con lo mejor a Jacob, pero era muy poco lo que le quedó para aquel que despreció lo que yo aprecio, esto es, Esaú.
• Yo amo a los perdidos y quiero que sean salvos.
• Yo amo la santidad verdadera y la prolijidad del alma lo mismo que del cuerpo.
• Yo amo a quienes no viven como mundanos, sino como cristianos.
• Yo amo a quienes, siendo mis hijos, atesoran lo mejor en el cielo.
• Yo amo a quienes se dedican al servicio de los demás.
• Yo amo a quienes jamás torcerían las Escrituras haciendo que yo diga lo que no dije.
• Yo amo a los que buscan las cosas de arriba, no las de la tierra.
• Yo amo a quienes se despojan de sus pecados favoritos y no desprecian la victoria que tengo para ellos».
El cristiano: «¿Quiere decir que en mí se cumple lo de 1 Juan 2:28?: ‘Y ahora, hijitos, permaneced en él, para que cuando se manifieste, tengamos confianza, para que en su venida no nos alejemos de él avergonzados’. ¡Nunca pensé que esto era tan literal y yo mismo sería el protagonista de un papel tan miserable, triste e irreversible!».
El Señor: «Hijo, con todo, tú eres salvo, y permíteme secar tus lágrimas, porque, aunque mucho es lo que pierdes, todavía eres superior en mi reino de lo que era Juan el Bautista en la tierra, con toda la admiración que mereció de miles de seguidores: ‘De cierto os digo: Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de los cielos, mayor es que él’ (Mt. 11:11)».
A ESTA ALTURA EL CRISTIANO DESPERTÓ... ¡Era solamente un sueño!
J. A. Holowaty, Pastor