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Boletin dominical - 14/03/10

  • Fecha de publicación: Miércoles, 24 Septiembre 2008, 14:39 horas
El 16 de diciembre del año 167 A.C., el gobernador sirio Antíoco Epífanes IV, profanó el templo judío en Jerusalén al ofrecer la carne de un cerdo como un sacrificio a Zeus, en un ara que hizo construir sobre el altar de la ofrenda encendida.  Todo esto se encuentra registrado en el libro apócrifo 1 Macabeos 1:41-64; y 2 Macabeos 6:1-11.  Y sobre esto leemos en Daniel 11:31:  

            El 16 de diciembre del año 167 A.C., el gobernador sirio Antíoco Epífanes IV, profanó el templo judío en Jerusalén al ofrecer la carne de un cerdo como un sacrificio a Zeus, en un ara que hizo construir sobre el altar de la ofrenda encendida.  Todo esto se encuentra registrado en el libro apócrifo 1 Macabeos 1:41-64; y 2 Macabeos 6:1-11.  Y sobre esto leemos en Daniel 11:31: Y se levantarán de su parte tropas que profanarán el santuario y la fortaleza, y quitarán el continuo sacrificio, y pondrán la abominación desoladora”.

El año siguiente, Antíoco decretó que todos en Israel sacrificaran a los dioses paganos bajo la supervisión de un representante del imperio.  Matatías, un sacerdote anciano, se había mudado de Jerusalén junto con su familia a la villa de Modín, a unos veintisiete kilómetros al noroeste de la ciudad santa, para escapar así de la idolatría de Antíoco.  Cuando los oficiales del gobernante sirio finalmente llegaron a Modín, trataron de obligar a Matatías, sus cinco hijos y los otros habitantes de la villa a que ensamblaran un altar que ellos habían construido para quemar incienso y así imponer la apostasía.  Los oficiales se dirigieron a Matatías con estas palabras: «Tú eres príncipe e ilustre y grande en esta ciudad, apoyado por muchos hijos y parientes; acércate, pues, el primero y haz conforme al decreto del rey, como hacen todas las naciones, los hombres de Judá y los que quedaron en Jerusalén.

A lo que contestó Matatías, diciendo en alta voz: ‘Aunque todas las naciones que formen el imperio abandonen el culto de sus padres y se sometan a vuestros mandatos, yo y mis hijos y mis hermanos viviremos en la alianza de nuestros padres.  Líbrenos Dios de abandonar la Ley y sus preceptos.  No escucharemos las órdenes del rey para salirnos de nuestro culto, ni a la derecha ni a la izquierda’.

            Apenas había terminado de hablar, cuando en presencia de todos se acercó un judío para quemar incienso en el altar que había en Modín, según el decreto del rey.  Al verlo Matatías, se indignó hasta estremecerse; y llevado de justa indignación, fue corriendo y lo degolló sobre el altar.  Al mismo tiempo mató al enviado del rey, que obligaba a sacrificar, y destruyó el altar.  Así mostró su celo por la Ley... Alzó luego el grito Matatías en la ciudad, y dijo: ‘¡Todo el que sienta celo por la Ley y sostenga la alianza sígame!’.  Y huyeron él y sus hijos a los montes, abandonando cuanto tenían en la ciudad.  Entonces muchos que suspiraban por la justicia y el juicio bajaron al desierto, para habitar allí, así ellos como sus hijos, sus mujeres y sus ganados, pues la persecución había llegado al colmo» (Biblia Nácar Colunga, 1 Macabeos 2:18-30).

Desde las colinas, ellos llevaban a cabo la guerrilla, habiendo pasado el liderazgo de Matatías a su hijo Judas, llamado «Macabeo», que significa «martillo», debido a los muchos golpes que le infligió a los sirios.  Este título también le fue aplicado a los hermanos de Judas y luego a todos los que tomaban parte en la rebelión.

Las primeras batallas de la revuelta de los Macabeos durante la década 160 A.C., fueron en contra del ejército de los sirios comandados por Nicanor.  En el año 166 de la misma era, los sirios estaban tan seguros que Nicanor derrotaría a Judas, que trajeron consigo a mercaderes para que compraran los esclavos judíos.  Sin embargo, los Macabeos fueron victoriosos.
En el año 164, después de tres años de lucha, Judas ganó control de Jerusalén.  Purificó y rededicó el templo «con cánticos, con cítaras, con arpas y con címbalos» (1 Macabeos 4:53b).  El octavo día de celebración fue el comienzo de Hanukkah, la festividad judía de Dedicación o Luces.

La pelea continuaba, aunque los líderes de Siria cambiaron.  Nicanor siguió como comandante en jefe de las fuerzas sirias librando guerra en contra de los Macabeos.
Finalmente, en el año 161 A.C., el gobernante sirio Demetrio Primero Sóter, el sobrino de Antíoco Epífanes IV, envió a Nicanor y su ejército una vez más en contra de Judas Macabeo.  El 9 de marzo del año 161 A.C., previo a la batalla, Judas oró: «Tú Señor, que enviaste un ángel bajo Ezequías, rey de Judá, que mató del ejército de Senaquerib a ciento ochenta y cinco mil hombres, envía ahora, Señor de los cielos, delante de nosotros, un ángel bueno que infunda a estos temor y temblor.  Con la fuerza de tu brazo sean quebrantados los que llegan blasfemando contra tu pueblo santo...» (2 Macabeos 15:22-24).  Dios respondió a la plegaria de Judas, obtuvieron la victoria y Nicanor fue asesinado.  Los judíos celebraron este día, el trece de Adar en el calendario judío, como «el día de Nicanor».

Si bien conforme los años pasaron la dinastía Macabea llegó a ser menos noble en su propósito, ellos establecieron una nación independiente que permaneció hasta el año 63 A.C., cuando Pompeyo estableció un protectorado romano sobre todo el territorio de Israel.

¿Cuál fue la razón para el éxito de los Macabeos?  Antes de la batalla final con Nicanor, Judas Macabeo, «al ver la muchedumbre que se acercaba, el variado aparato de las armas, la fuerza de los elefantes apostados en lugares convenientes, levantando las manos al cielo, invocó al Señor, hacedor de prodigios.  Sabía que no por la fuerza de las armas se alcanza la victoria, sino que Dios la otorga a los que juzga dignos de ella» (2 Macabeos 15:21).

“...Porque el tiempo me faltaría contando de Gedeón, de Barac, de Sansón, de Jefté, de David, así como de Samuel y de los profetas; que por fe conquistaron reinos, hicieron justicia, alcanzaron promesas...” (He. 11:32, 33).

Si usted desea leer algo sobre el período conocido como «intertestamentario» (que abarca alrededor de 400 años entre Malaquías y el ministerio de Juan el Bautista, seguido por el de nuestro Señor, los libros de Macabeos, que no son parte de la Biblia ni son inspirados por el Espíritu Santo), le servirían mucho como información histórica.  Estos libros no aparecen en nuestra versión 1960, pero sí los han incluido, tanto los católicos como los babelocuménicos.  Los libros son muchos, pero los incluidos son: Tobías, Judit 1 y 2, Macabeos, Sabiduría, Eclesiástico y Baruc.  Note que todos ellos corresponden al Antiguo Testamento.  Y es justamente sobre estos libros que Dios dispuso un cuidado muy claro.  El Canon Sagrado, les dijo, que estuviese al cuidado de los sacerdotes y levitas: “Y cuando se siente sobre el trono de su reino, entonces escribirá para sí en un libro una copia de esta ley, del original que está al cuidado de los sacerdotes levitas” (Dt. 17:18).

                        J. A. Holowaty, Pastor

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