Animales transgénicos y cultivos híbridos
- Fecha de publicación: Martes, 25 Marzo 2008, 15:43 horas
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El adelanto actual en la biología molecular se está sucediendo a una tasa sin precedentes. Uno de ellos es la habilidad para crear animales transgénicos mediante la ingeniería biogenética. La tecnología ya ha producido mamíferos transgénicos tales como ratones, ratas, conejos, cerdos, ovejas, vacas, caballos y cabras. Aves, como pollos y codornices; y peces como salmón, trucha, tilapia, carpa, pez gato, medaka y dorada.
Aunque hay muchos asuntos éticos que rodean la transgénesis, esta tecnología se usa en la agricultura, la medicina y la industria. Pero... ¿Qué es un animal transgénico? Hay varias definiciones para el término «transgénico». Los expertos lo definen como un animal al cual se le ha modificado deliberadamente su genoma, la totalidad del material genético responsable de las características hereditarias. Un animal transgénico es uno cuyos genomas han sido cambiados para portar genes de otras especies.
El núcleo de todas las células en cada organismo contiene genes constituidos de ácido desoxirribonucleico (ADN). Estos genes almacenan información que regula cómo se forman y funcionan los cuerpos de los seres vivos. Los genes pueden ser alterados artificialmente, cambiando así algunas de las características de un animal. Pero también se dan casos en que un embrión puede tener funcionando un gen extra introducido artificialmente en él, el cual puede anular la función de otro gen particular. Son estos animales, a los que se les ha manipulado el ADN en esta forma, los que se conocen como transgénicos.
Pero... ¿Por qué razón se producen estos animales? La razón más común según dicen los expertos, es que los animales transgénicos son útiles como modelos para ver el efecto y posible cura de ciertas enfermedades, por lo cual se les manipula genéticamente para que desarrollen síntomas de ciertas enfermedades y así poder estudiar tratamientos efectivos para las mismas.
Tal fue el caso del ratón genéticamente manipulado llamado OncoMouse o el ratón de Harvard, el cual porta un gen que promueve el desarrollo de varios cánceres humanos. Este ratón fue producido por científicos de la Universidad de Harvard, quienes recibieron una patente por él. Otros son capaces de producir sustancias supuestamente beneficiosas para el ser humano. Mientras que también hay animales transgénicos alterados por intereses económicos.
En el año 2001, dos científicos de la compañía Nexia Biotechnologies en Canadá, introdujeron genes de araña en las células de cabras productoras de leche. Las cabras comenzaron a manufacturar seda junto con su leche. Secretaban pequeñas hebras de seda a través de la ubre. Con las hebras de polímero extraídas de la leche y convertidas en hilo, los científicos están fabricando un material liviano fuerte y flexible que puede ser usado en uniformes de militares, para microsuturas médicas y para cuerdas de raquetas de tenis.
También se han manipulado ovejas para que den más lana, vacas para que produzcan insulina, y cerdos cuya sangre puede ser usada para transfusiones.
Hasta no hace mucho, la mayoría de animales transgénicos eran creados insertándole uno o dos genes de otra especie. Sin embargo, la tendencia actual es insertar cada vez más ADN humano en las diferentes especies de animales. Las técnicas más nuevas que usan cromosoma artificial de levadura (YAC) y cromosomas artificiales de bacterias (BAC) permiten la inserción hasta de un tercio de un cromosoma para crear un animal transgénico. Esta tecnología se emplea actualmente para crear cerdos transgénicos con el propósito de desarrollar órganos para transplantes humanos, técnica que se conoce como «xenotransplante».
Se dice que la leche producida por animales transgénicos es especialmente útil para medicinas, suplementos nutricionales y productos farmacéuticos. Se espera muy pronto poder obtener de la leche de animales transgénicos, productos tales como la insulina, la hormona del crecimiento y sangre con factores anticoagulantes.
Rosie, la primera vaca transgénica, en 1997 produjo leche enriquecida con proteína humana de 2, 4 gramos por litro. Se asegura que esta leche es más balanceada y más nutritiva que la leche vacuna común y corriente y se le puede dar a bebés y animales con necesidades especiales nutritivas y digestivas. La leche de Rosie contiene el gen humano alfa-lactalbumin. También hay vacas transgénicas que producen una sustancia que ayuda al crecimiento de los glóbulos rojos.
La exitosa aplicación de estas técnicas ha suscitado importantes preguntas éticas. Por ejemplo: ¿Debe haber un límite en la cantidad de ADN humano que se inserta en un animal? ¿Se deben imponer límites en la investigación transgénica a pesar de los beneficios terapéuticos que pueda tener en los seres humanos? ¿Cómo se pueden determinar estos beneficios terapéuticos?
La Biblia nos dice que Dios designó la procreación para que las plantas, los animales y los humanos, siempre se reprodujeran de acuerdo a su propia especie o clase. La integridad de las especies es definida por Dios, no por fuerzas arbitrarias de la evolución. Cualquier cristiano involucrado en la investigación transgénica debe determinar si la creación de un híbrido animal/humanoide, viola la noción bíblica de la integridad de las especies.
La fusión completa de un genoma animal y un genoma humano, es una violación absoluta a la santidad de la vida humana creada a la imagen de Dios. En la Biblia, la bestialidad (las relaciones sexuales entre seres humanos y animales), es prohibida y castigada con la muerte. Los cristianos que defienden la creación de animales transgénicos suponen que la severidad de esta pena se debía a la profanación del cuerpo físico, no a la creación de una descendencia procedente de dos especies. Enfatizan que en la tecnología transgénica, entre animales y seres humanos no hay copulación, sin embargo el ser resultante es producto de dos materiales genéticos diferentes.
Al examinar mejor los pasajes bíblicos que hablan sobre este tema, podemos advertir que la Escritura no sólo se refiere a la profanación física asociada con el sexo entre un ser humano y un animal. Levítico 18:23 dice: “Ni con ningún animal tendrás ayuntamiento amancillándote con él, ni mujer alguna se pondrá delante de animal para ayuntarse con él; es perversión”.
La palabra final “perversión” (tebe)> en el hebreo, significa «una violación del orden divino». Este vocablo sólo se menciona en dos contextos: cuando una mujer se ayunta con una bestia y cuando un hombre se acuesta con su nuera. Claro está que en el segundo caso, la descendencia resultante es de acuerdo con su propia especie. Adicionalmente, la palabra raba que se traduce en estos pasajes como >«ayuntarse» o «acostarse», tiene el significado inherente de >«copulación» o >«criar». «Criar» también sugiere el potencial para tener descendencia. Luego entonces, la Biblia sí nos indica de manera implícita que de acuerdo con el orden divino, todos los seres vivos deben reproducirse sólo con su propia clase, y que el apareamiento entre diferentes especies, especialmente entre humanos con animales está prohibido.
Ahora debemos preguntarnos si insertar, por ejemplo un gen de insulina de un cerdo en un ser humano cuyos propios genes que producen insulina están defectuosos, viola el orden divino. Para responder correctamente esta pregunta, uno primero debe determinar si hay una diferencia significativa entre genes de diversas especies que tienen la misma función.
En el campo de la biología molecular, los genes individuales son clasificados principalmente por sus funciones. Tal clasificación destaca la homología o similaridad de las secuencias de ADN que tienen la misma función, aunque sean de diferentes especies. No obstante, genes que realizan la misma función, de hecho pueden diferir en varios aspectos entre las especies. Estas diferencias pueden tener efectos dramáticos en la función de un solo gen o en la interacción entre ese gen y otros.
Los animales transgénicos han demostrado que aunque un gen pueda codificar con una proteína una función particular en una especie, la forma cómo se comportará esa proteína en la nueva especie huésped, puede tener un efecto diferente. En conclusión, es absurdo decir que un gen es sólo un gen, sin importar de qué especie proviene.
La segunda pregunta que debemos plantearnos es si la inserción de un gen humano en otra especie puede causar cambios observables en el animal transgénico resultante. Hasta la fecha, se dice que la investigación transgénica ha mostrado que es improbable que la inserción de un solo gen de una especie en un animal de otra especie cambie el fenotipo del animal.
Por ejemplo, si se le inserta un gen humano a un ratón, no se espera que produzca una característica humana observable. Sin embargo, la pleiotropia es el fenómeno por el cual un solo gen y sus productos controla o codifica más de una característica distintiva anulando un gran número de genes, y esto mismo podría ocurrir en la manipulación transgénica, a pesar de que los científicos digan ahora que es improbable, ya que nadie puede asegurar lo que puede ocurrir a largo plazo.
El riesgo de invasión de especies transgénicas no se puede descartar por dos motivos. Primero, porque las técnicas actuales de ingeniería genética no permiten controlar al cien por ciento los efectos de la inserción de genes extraños en el ADN de un organismo. Además, es imposible predecir el comportamiento de los nuevos genes introducidos en ecosistemas complejos. El conocimiento científico sobre el funcionamiento de los genes es aún muy limitado, en particular sobre las interrelaciones entre los genes, entre genes y el resto del genoma y entre genes y el ambiente.
En segundo lugar, las especies con nuevos genes pueden presentar ventajas selectivas frente a las especies normales y acabar por imponerse. El caso a que voy a referirme nos ofrece un buen ejemplo. Dos investigadores de la Universidad de Purgue, en Indiana, Estados Unidos, estudiaron la descendencia de los peces receptores medaka del gen de la hormona de crecimiento humano. El resultado demostró que si se liberaran algunos peces transgénicos, a largo plazo estos animales terminarían por acabar con la especie no manipulada. Si se colocaran 60 peces transgénicos entre un grupo de 60.000 peces normales, el grupo entero desaparecería en 40 generaciones.
La mente tan abierta que están demostrando los científicos y las autoridades con respecto a la investigación transgénica entre seres humanos y animales, exige que los cristianos le prestemos atención a esto. Aunque los miembros de la comunidad científica proponen que la investigación transgénica debe continuar con poca o ninguna restricción, los cristianos tenemos amplias razones para cuestionar este asunto.
Pero... ¿Deben los cristianos hablar contra toda la investigación transgénica que involucre la creación de híbridos animal humanoides? ¿O debemos aprobar tal investigación para usos terapéuticos siempre y cuando no se mezcle mucho material genético entre las especies, o no se remuevan diferencias sustanciales entre las especies? ¿Es posible definir el grado de estas diferencias sustanciales de que habla este contexto? Si no se espera que la investigación tenga fines terapéuticos para el donante o recipiente del material genético, entonces ¿los donantes humanos y los recipientes deben limitarse a adultos que consientan voluntariamente, excluyendo a niños, fetos y embriones?
Es imperativo que los cristianos consideremos si se está violando el designio divino de la reproducción entre seres humanos y animales, al transferir genes de una especie a otra. Si existe tal violación, entonces el beneficio potencial que pueda significar la manipulación transgénica para la humanidad es irrelevante. Ante Dios, el fin de ninguna manera justifica los medios.
Cultivos híbridos
Las investigaciones sobre cultivos modificados genéticamente se iniciaron en la década de 1980, aunque la primera cosecha transgénica se recogió en China en 1992, una cosecha de tabaco. Los agricultores comenzaron a sembrar semillas transgénicas en Estados Unidos en 1994 y luego continuó en otros países.
La siembra de cultivos transgénicos en el mundo ha sido espectacular. Se comenzó con 200.000 hectáreas, y en el año 2001 ya sumaba 52.600 millones de hectáreas. Estados Unidos es el mayor productor de productos agrícolas modificados genéticamente, abarcando el 68% de la cosecha transgénica mundial, quedándole un porcentaje relativamente bajo al resto del mundo el cual encabeza Argentina.
Cada cultivo modificado genéticamente rechaza determinados insectos y posee características particulares en su medio. El mayor problema con este tipo de cultivos es la aparición de resistencia, lo cual tiene lugar debido al uso repetido de un solo herbicida lo que provoca un cambio en la susceptibilidad de las malezas al producto, dejando el terreno incultivable e ineficaz al cabo de unos años. En palabras más simples, las modificaciones genéticas de los cultivos se pueden transmitir a plantas silvestres cambiando enteramente el medio y el terreno. Asimismo, los rebrotes de los cultivos transgénicos de los años anteriores se convierten en ocasiones en malezas indeseables resistentes a los herbicidas.
Como se trata de seres vivos, los organismos modificados genéticamente pueden transmitir sus transgenes a otros organismos, bien por cruces con especies emparentadas o por otros mecanismos. La Agencia Europea para el Medio Ambiente publicó no hace mucho un informe sobre la dispersión de los genes mediante el polen de seis cultivos: colza, remolacha azucarera, patata, maíz, trigo y cebada. Según el informe, la colza, la remolacha y el maíz presentan riesgo elevado de transferencia por este medio.
Se han dado ya muchos casos de contaminación de semillas convencionales por variedades transgénicas, debido a la polinización cruzada, es decir que el grano de polen de una flor es transportado por el viento, el agua, los insectos y aves pequeñas al estigma de otra flor de la misma especie.
Estados Unidos fue el escenario del mayor caso de contaminación. En el año 2000 se descubrió en tacos de la marca Kraft Foods, maíz modificado genéticamente StarLink, que no está autorizado para el consumo humano. La polinización cruzada fue el origen de que las características genéticas del StarLink se encontraran en el maíz producido en Estados Unidos, incluyendo 80 variedades diferentes de maíz amarillo y variedades de maíz blanco.
El fenómeno de la contaminación de semillas y cultivos hace muy difícil mantener una agricultura libre de transgénicos. Por otra parte, se han reportado casos de contaminación a especies silvestres. En México se descubrió transferencias de genes de maíz modificado genéticamente a maíz silvestre. Asimismo, la contaminación genética podría llevar a la desaparición de las especies silvestres actuales por bioinvasión y podría tener repercusiones dramáticas en la seguridad alimentaria del mundo.
Es imposible descartar el riesgo de invasión de especies transgénicas, primero porque las técnicas actuales de ingeniería genética no pueden controlar al cien por ciento los efectos de la inserción de genes diferentes en el ADN de un organismo. Asimismo, es imposible predecir el comportamiento de los nuevos genes introducidos en ecosistemas complejos. El conocimiento científico sobre el funcionamiento de los genes es aún muy limitado, especialmente la interrelación entre genes y el resto del genoma, y entre genes y el medio que los rodea.
Las especies modificadas con nuevos genes pueden presentar ventaja selectiva frente a las especies normales y acabar por dominarlas. Por lo tanto la agricultura basada en la biotecnología presenta graves riesgos para los agrosistemas, pero más para el medio ambiente. Incluso, aún no se ha podido evaluar cuál es su impacto a largo plazo debido a la corta existencia de las variedades transgénicas. Lo más peligroso es el carácter irreversible de sus efectos. Los organismos con transgenes y ADN modificado, una vez liberados en el medio ambiente de una forma incontrolada, tienen la capacidad para reproducirse, transmitirse, sufrir mutaciones y alterar completamente el suelo, los cultivos y los ecosistemas en general.
Hasta ahora son muy pocos los estudios científicos que se han llevado a cabo para determinar los posibles efectos que estos cultivos modificados pueden tener sobre la salud de las personas. Uno de los mayores riesgos para la salud cuando se consumen alimentos transgénicos, es la aparición de nuevas alergias. Estos alimentos introducen en la cadena alimentaria nuevas proteínas que nunca antes habíamos comido. Ya hay muchos indicios de los posibles efectos alérgicos, pero el primer caso comprobado de alergia a un alimento transgénico fue el del maíz StarLink mencionado anteriormente. Este maíz se encontró en la cadena alimentaria humana cuando estaba autorizado únicamente para consumo de los animales. Desde este descubrimiento se han recibido decenas de denuncias de consumidores por posible intoxicación alérgica debido al StarLink.
El consumo humano del StarLink ha provocado reacciones alérgicas graves, pero es posible que otros alimentos transgénicos causen alergias menos severas sin que se haya podido establecer una relación directa entre la aparición de nuevas alergias y la ingestión de estos alimentos.
La introducción de los organismos modificados genéticamente en la agricultura, alimentación y medicina sólo se remonta a unos pocos años, sin embargo los cultivos están presentes en casi todos los campos del mundo y en los productos que consumimos a diario. Esta rápida aparición de los transgénicos contrasta con la poca información e investigación disponible sobre los posibles impactos en el ambiente, la salud y la vida en general.
Pero hay un factor aún más siniestro, porque existe la posibilidad que estas semillas patentadas de la mayoría de los principales cultivos de subsistencia en el mundo, tal como arroz, maíz, trigo y granos alimenticios como la soya, pudieran ser utilizados en última instancia como una terrible arma biológica.
El objetivo explícito de la eugenesia financiado desde los años veinte por acaudaladas familias del mundo, es acabar sistemáticamente con linajes indeseables. La Epicyte, una pequeña compañía de biotecnología de California, anunció en el año 2001 el desarrollo de un maíz genéticamente modificado que contenía un espermicida que esterilizaba el semen de los hombres que lo comían. Se sabe que esas semillas fueron cultivadas posteriormente en diversos países de América Central.
También tenemos el caso del cultivo de un súper trigo, que aunque produjo mayor rendimiento saturó el suelo con inmensas cantidades de fertilizante por hectárea, producto de nitratos y petróleo, dejando el suelo prácticamente estéril.
La industria biotecnológica presenta la ingeniería genética como una técnica que aporta beneficios a la humanidad. Pero muchos de esos supuestos beneficios, que todavía no han sido demostrados, son anulados por los riegos que presenta la manipulación genética. Algunos de estos riesgos potenciales son:
• El incremento de la contaminación en los alimentos por el mayor uso de productos químicos.
• La aparición de nuevos tóxicos en los alimentos.
• La aparición de nuevas alergias por la introducción de nuevas proteínas en los alimentos.
• Resistencia de las bacterias patógenas, para el hombre, a los antibióticos y reducción de la eficacia de estos medicamentos para combatir las enfermedades.
Ningún científico se atreve a negar la posibilidad de que el cambio en la estructura genética fundamental de un cultivo, puede causar nuevas enfermedades o problemas de salud. Tampoco hay estudios a largo plazo que prueben la inocuidad de los cultivos modificados genéticamente, sino que los mismos están siendo probados en los consumidores.
El Parlamento británico aprobó
estudio con embriones híbridos
El 19 de mayo de 2008 la agencia Reuters informó que el Parlamento británico respaldó la creación de embriones híbridos de humanos y animales, que algunos científicos consideran vitales para encontrar curas para enfermedades, pero que otros argumentan que pervierten el curso de la naturaleza.
El voto implica que Gran Bretaña mantiene su posición como líder mundial en investigación con células madre. El estudio con embriones humano-animal está prohibido en algunos países como Australia, Francia, Alemania e Italia.
El Parlamento rechazó una enmienda para prohibir la investigación interespecies (en la cual se inyecta ADN humano en células derivadas de animales), por 336 votos a 176, después de horas de intenso debate sobre ética versus ciencia.
El primer ministro, Gordon Brown, respalda la creación de estos embriones, pero algunos miembros de su gobierno que profesan el catolicismo romano, se oponen a la investigación con ellos.
Brown dijo a los medios noticiosos: >«Si queremos sostener el estudio con células madre y brindar cura y tratamiento a millones de personas, creo que los embriones mixtos son necesarios». Vale la pena hacer notar que esta técnica supuestamente ofrecerá nuevas perspectivas para diversas dolencias entre las que figura la fibrosis cística, la cual padece el propio hijo de Brown, James Fraser, de año y medio de edad.
Los políticos fueron autorizados a votar según sus principios sobre el tema en lugar de seguir los lineamientos de su partido.
Algunos investigadores señalaron que permitir el estudio con embriones híbridos permitiría desarrollar nuevas curas para condiciones como la enfermedad de Parkinson y el Alzheimer. Asimismo, manifestaron que la creación de estos embriones podría ayudar a resolver un déficit en la donación de óvulos, lo cual constituye una barrera para la investigación con células madre.
Con todo, otros científicos y líderes religiosos consideran que la creación de embriones híbridos es antiética y que emplearlos para la investigación no permitirá encontrar curas para las dolencias.
Tanto Gordon Brown como David Cameron han respaldado firmemente la técnica como un medio para desarrollar tratamientos para condiciones comunes que supuestamente podrían potencialmente salvar millones de vidas.
El primer ministro y líder del partido político Tory, también apoya la creación de «hermanos salvadores» seleccionados por los padres a fin de proveer diversos tejidos para niños seriamente enfermos. Lo cierto es, que los “hermanos salvadores” no son otra cosa que bebés creados “a pedido y a medida”, modificados genéticamente cuando eran un embrión para poder aportar tejidos idénticos a los que precisa un hermano que usualmente padece una enfermedad extraña o incurable, y que requiere de un transplante histocompatible como terapéutica, con un buen margen de probabilidades de éxito.
Esto es lo que ocurrió hace apenas unos pocos años: La edición del 4 de mayo de 2003 de la revista >New Scientist, informaba que un equipo de investigación del Instituto de Genética Reproductiva de Chicago había llevado a cabo exitosamente la gestación y nacimiento de cinco niños, respondiendo a solicitudes de diferentes familias, mediante la técnica habitual de fecundación >in vitro, a la que se había adicionado la tecnología de Diagnóstico Genético Preimplantacional.
Mediante esta técnica combinada, se determinó y seleccionó entre los embriones obtenidos de cada pareja, aquel que tuviera la constitución genética buscada. El objetivo en este caso era que una vez nacidos, estos niños proveyeran células estaminales de cordón umbilical para ayudar a hermanos mayores que padecían enfermedades graves no hereditarias. En este caso específico se trataba de un niño que sufría de leucemia y su hermano, por voluntad de los padres y gracias a la fertilización >in vitro, se convirtió en el donante compatible.
La prueba de diagnóstico genético preimplantacional fue llevada a cabo en los primeros días de los embriones, seleccionándose solamente aquellos que mostraban el patrón genético más compatible, con relación a su hermano. En total fueron creados 28 embriones, de los cuales 23 fueron descartados. Estos embriones restantes, «perfectamente sanos», según declaraciones de Anver Kuliev, uno de los médicos de Chicago que integraban el equipo, fueron congelados para un «potencial uso a futuro».
Los críticos de los híbridos los han llamado «la ciencia de Frankenstein», diciendo que es inmoral mezclar ADN animal con humano. Ellos también cuestionan los beneficios, insistiendo que otros métodos son más efectivos.
Edward Leigh un miembro conservador del parlamento por Gainsborough, comentó que «mezclar ADN animal con el humano, era traspasar la última frontera», argumentando que se estaba exagerando y dándosele a los pacientes falsas esperanzas, sin tener en cuenta los peligros desconocidos que involucraba este tipo de investigación.
Agregando: «En muchas formas somos como niños jugando con minas explosivas sin ningún concepto de los peligros de la tecnología que estamos manipulando». Leigh siguió diciendo que 21 países han prohibido la creación de híbridos. Advirtiendo: >«En materia de investigación embriónica, nosotros somos casi como un estado terrorista que amenaza la paz mundial».
El miembro del parlamento Chris Bryant, un ex ministro anglicano, comparó los argumentos del señor Leigh con esos que usaron los líderes de la iglesia contra la vacuna de la viruela. Agregando: >«Ellos estaban equivocados, y pienso que ustedes están equivocados hoy».