Ahora, que aun hay tiempo - Esperanza para los que se han quedado atras - Más noticia
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Aunque la soledad, el arrepentimiento tardío y la terrible expectativa habían convertido la vida de Santiago en una pesadilla angustiosa, le pareció que era necesario seguir informándose para comparar los acontecimientos sobre los que habían hablado tantos predicadores por largos siglos. Esta vez él pudo ver la misma figura, el gran estadista cuya fama se hacía oír en todas partes del mundo. Los diarios decían por ejemplo: “Estadista perfecto”. Cuando Santiago leyó esto, recordó las profecías bíblicas que decían:
Tú eras el sello de la perfección, lleno de sabiduría, y acabado de hermosura... Perfecto eras en todos tus caminos desde el día que fuiste creado, hasta que se halló en ti maldad.
Ezequiel 28:12,15
Por cierto que el estadista en cuestión lucía perfecto. Perfecto físicamente, perfecto intelectualmente, perfecto emocionalmente, perfecto incluso en sabiduría. Santiago pudo seguir de cerca la entrevista que le hicieron. Los que lo interrogaban eran hombres sabios en las diferentes especialidades. Lo que sorprendió a quienes seguían esta singular plática, fueron las respuestas del estadista. No importaba la pregunta. Si era religiosa, sobre economía, ciencia espacial, política internacional o cualquier otro tema, sólo había que preguntar. Santiago admitió que el titular del diario no podía describirlo mejor. Un día después otro diario decía: “Ahora sí podemos decir que tenemos paz y seguridad’. Volvió a leer de nuevo el titular porque le pareció que no podía ser algo tan literal como lo que estaba viendo. —Pero... ¡Si son exactamente las mismas palabras que inspirara a escribir al apóstol Pablo el Espíritu Santo! —exclamó. Rápidamente buscó la Biblia y leyó:
Que cuando digan. Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina, como los dolores a la mujer encinto, y no escaparán.
1 Tesalonicenses 5:3
Porque ya está enacción el misterio de la iniquidad; sólo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio. Y entonces se manifestará aquel inicuo, a quien el Señor matará con el espíritu de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida; inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos, y con todo engaño de iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos.
2 Tesalonicenses 2:7-10
Santiago se rascaba la cabeza con desesperación, diciendo:
—¿Pero cómo es posible que yo no le haya prestado atención a estas palabras antes? ¡Son tan claras! —Y procedió entonces a colocar todos los acontecimientos en orden, de tal manera que concordasen con la Biblia y el resultado fue el siguiente bosquejo:
- El individuo que hablaba era el anticristo.
- Su perfección, sabiduría, bondad y seducción eran del todo diabólico.
- El titular del diario que decía ‘Paz y seguridad’, era una repetición de las palabras de Pablo. Todo esto era un fraude de paz, no hay ni habría tal paz, siendo que ellos mismos habían rechazado al Príncipe de Paz.
- Pablo dijo que “hay quien al presente lo detiene”. Ese “quien” es la Iglesia de Cristo que ya está con él, por lo tanto ya no lo detiene. Ahora este individuo sorprenderá a todo el mundo “y con todo engaño de iniquidad para los que se pierden”.
- Era claro que todo esto tendría una duración muy corta, sólo 7 años. Y que transcurridos estos 7 años el Señor Jesucristo retornaría con su Iglesia y entonces todo ojo le vería.
Una amarga tristeza y un profundo arrepentimiento embargaban el corazón de Santiago. Ahora recordó cómo Judas Iscariote triste y arrepentido corrió al templo para devolver las 30 piezas de plata, pero nadie le hizo caso y entonces fue y se ahorcó.
——¡Hace sólo unos pocos días que mi esposa me suplicaba que aceptara a Cristo! Mis hijos también, aunque pequeños e inocentes, con dulzura me invitaban diciéndome: “Papi, papi, ¿por qué no aceptas a Cristo para ser salvo?”, pero no les hice caso —sollozó—. Ahora ellos ya están con Cristo, mientras que yo estoy aquí… ¿Cuál será mi situación delante de Dios? ¿Quién soy yo? ¿Seré parte de los mártires que describe la Biblia? Entonces leyó en la Escritura:
Estos son los que han salido de la gran tribulación,y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero.
Apocalipsis 7:14
Santiago había leído bastante sobre la tribulación. Y aunque por el momento parecía que todo estaba mejor que antes, todo el mundo disfrutaba de paz y prosperidad, los pronósticos indicaban que la economía mejoraría en todas sus áreas; había abundancia de artículos de primera necesidad; la medicina había dado avances increíbles y las enfermedades incurables eran ya cosa de historia. Sin embargo, Santiago recordaba que los primeros tres años y medio serían de bonanza. ¡Y esto era lo que estaba ocurriendo!
—Pero... ¿Acaso no pudieron haberse equivocado los predicadores y es en realidad el Mesías quien está reinando ahora? —se preguntaba confundido—. No hay conflictos entre las naciones. Todos los grupos guerrilleros depusieron las armas... ¡Y todo lo hicieron voluntariamente!
Volvió a leer en el libro del profeta Daniel:
Y por otra semana confirmará el pacto con muchos; a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda. Después con la muchedumbre de las abominaciones vendrá el de desolador; hasta que venga la consumación, y lo que está determinado se derrame sobre el desolador
Daniel 9:27
Era fácil entender que las “semanas” eran más que 7 días. Santiago conocía el estudio de Daniel sobre las 70 semanas y de la última que tendría cumplimiento antes del regreso del Señor Jesucristo para establecer su reino milenial.
Al día siguiente las noticias indicaban algo que parecía demasiado bueno para ser verdad. El encargado de las noticias leía un boletín indicando que en breve no habría más circulante. En otras palabras, no habría dinero en efectivo. El plan abarcaba no sólo dinero, sino algo más que eso. Los puntos que el locutor destacó fueron los siguientes:
- Mediante una especie de jeringuilla se implantaría un micro-chip bajo la piel de la mano derecha a cada persona en el mundo. Cada micro-chip estaría codificado con un número de 18 cifras dividido en 3 grupos. El micro-chip además contendría todos los antecedentes del portador. De este modo se evitarían los fraudes en los depósitos y retiro de dinero del banco, y el uso indebido de tarjetas de crédito, ya que tales transacciones sólo podría hacerlas el propio interesado. Debido a esto el dinero en efectivo, billetes y monedas al igual que las tarjetas de crédito no tendrían más ninguna función. El locutor indicaba dónde debían concurrir las personas para que les implantaran su número, y alentaba al público en general a hacerlo sin demora, agregando que el que no tuviera el número, el nombre o la marca del estadista, no podría realizar ninguna transacción monetaria, no podría comprar o vender, por la sencilla razón de que el dinero no circularía más. La noticia era del todo terminante. No parecía ofrecer alternativa alguna.
- En la televisión presentaron una imagen imponente del estadista, la cual hablaba como si fuera él mismo aunque era como una especie de androide, era imposible diferenciar al estadista de su imagen. Entonces el locutor indicó que de aquí en adelante y siempre para mantener la unidad de los pueblos... no se permitiría la pluralidad de religiones a fin de no cometer el error babilónico que se cometió antes de los acontecimientos que estremecieron al mundo, es decir el Rapto. El locutor siguió diciendo que a partir de ese momento, todos los ciudadanos del mundo tendrían que adorar, alabar, orar y someterse siempre a los mandatos de la imagen del estadista.
- En las noticias también se presentó a otro personaje a quien llamaban "el profeta”. Este individuo engrandecía mucho al estadista. Aseguraba que toda la honra, el respeto y la admiración correspondían al estadista”
Santiago quedó pálido. Esto sí que era exacto. Comenzó a buscar el capítulo 13 del libro de Apocalipsis y leyó allí una parte donde dice:
Y se le permitió infundir aliento a la imagen de la bestia, para que la imagenhablase e hiciese matar a todo el que no la adorase. Y hacía que a todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, se les pusiese una marca en la mano derecha, o en la frente; y que ninguno pudiese comprar ni vender sino el que tuviese la marca o el nombre de la bestia, o el número de su nombre. Aquí hay sabiduría. El que tiene entendimiento, cuente el número de la bestia, pues es número de hombre. Y su número es seiscientos sesenta y seis.
Apocalipsis 13:15-18
Ya no le cabía duda que los personajes que había visto en los noticieros de televisión eran la bestia y el falso profeta, es decir el anticristo y su lugarteniente, tal como los describía el capítulo 13 de Apocalipsis. Santiago siguió leyendo y se encontró con el capítulo 14 de Apocalipsis donde claramente dice que el que acepte esa marca, la marca o el número del anticristo, jamás podrá ser salvo.
—¿Quiere decir que si yo no me dejo marcar podré librarme de la condenación del infierno? —Santiago seguía dudando de su propia condición. Era muy claro que al aceptar dicha marca, uno automáticamente se excluía del cielo y se comprometía para siempre con el infierno y todos sus horrores tan vívidamente descritos en la Palabra de Dios.
Era sábado y al siguiente día domingo. Santiago iría otra vez a la iglesia. Sabía que seguramente no habría mucha gente, pero estaba equivocado, porque ese domingo acudió gran cantidad de personas al templo. Muchos estaban impresionados y otros algo confundidos con lo que vieron y oyeron durante la semana. Quería saber qué opinaban los ministros, los teólogos... Pero el pastor no estaba y Santiago sabía por qué. Un hombre que no conocía salió al frente para orar a Dios, rogándole que si el Rapto realmente había ocurrido los recogiera a todos. Segundos después todos los que estaban allí comenzaron a orar: “¡Oh Señor, aquí estamos, todos somos tus hijos, hemos venido para implorar tu presencia y a darte gracias por todo!...Si el Rapto es progresivo y tú sigues recogiendo a los tuyos, recuerda que somos parte de tu pueblo
Hemos realizado muchos milagros en tu nombre, hemos sanado a muchos enfermos, hemos recogido grandes sumas de dinero y ayudado a los pobres, hemos leído tu Palabra y todo lo hemos hecho para tu gloria y honra... Señor, no detengas tu venida, porque pareciera que el anticristo ya está aquí... Oh Señor, gemimos y lloramos porque siempre te hemos amado y alabado en nuestro templo…”
Santiago sólo escuchaba, y luego buscando en la Biblia leyó estas palabras:
No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor; ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé. Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.
Mateo 7:21-23
—¡Pero aquí está la respuesta Señor! —pensó Santiago. Efectivamente, la oración de esa gente en el templo era casi textualmente lo mismo que había dicho el Señor Jesucristo casi dos mil años antes de que todo esto sucediera. Santiago conocía a muchos de los que llegaron. Ellos si eran religiosos. A veces solían ayudar a algunos pobres, en otras ocasiones entregaban alguna ropa usada al Ejército de Salvación. En las “fiestas patronales” acudían a las peregrinaciones religiosas y solían sacrificarse bastante. Una vez por año solían ayunar y se abstenían de carne durante la “cuaresma” porque así lo enseñaba su religión. En realidad podría decirse que aparentaban sinceridad. Pero claro, ellos nunca leían la Biblia, la Palabra de Dios y si lo hacían era para aparentar solamente. No querían, como decían ellos mismos, “cambiar de religión”. Nunca prestaron atención ala salvación por gracia. Eran cristianos de tradición y seguían, como ellos mismos lo decían, “la religión de sus antepasados”. Santiago sabía que Jesús invitó a que lo siguiesen a él, que confiaran en él, que se confesaran con él, que él solamente era el Salvador y único mediador, nadie más.