Estrecha es la puerta
- Fecha de publicación: Miércoles, 24 Septiembre 2008, 14:39 horas
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Cuando el rey Eduardo Sexto, murió a la edad de 15 años en 1553, Inglaterra se vio arrastrada en una gran confusión religiosa. Aunque fue coronado rey a la edad de nueve años, es decir sólo seis años antes, el rey Eduardo fue un cristiano sincero. En ese tiempo la Reforma en Inglaterra sólo tenía treinta años, estaba prácticamente en su infancia.
A la muerte de Eduardo Sexto, su prima Juana Gray, una niña evangélica de sólo 15 años ascendió al trono por nueve días, antes de que fuera depuesta y remplazada por María Tudor, la media hermana católico romana de Eduardo. Determinada a restablecer el orden de la iglesia católica, María removió la legislación que protegía a los protestantes de persecución. Puso en prisión a Juana y siete semanas después la hizo ejecutar por traición.
John Bradford, como cientos de otros pastores protestantes en Inglaterra, fue forzado en 1553 a cederle su púlpito a la iglesia católica. La congregación de Bradford estaba tan opuesta a su nuevo obispo, Gilbert Bourne, que cuando Bourne llegó a predicar en la iglesia, Bradford tuvo que permanecer parado detrás de él en el púlpito para impedir que la congregación interrumpiera al orador. Durante el sermón que cambiaría su vida, alguien le lanzó una daga al obispo Bourne, haciendo que Bradford avanzara adelante para amonestar a la multitud revoltosa. Después del servicio, Bourne salió huyendo por la puerta trasera, mientras Bradford lo protegía de la vista de la asamblea airada, conduciéndolo hasta que estuvo seguro.
Bourne sobrevivió al alboroto, pero Bradford no. Tres días después fue arrestado bajo cargos de sedición y permaneció en prisión por dieciséis meses. Luego el 22 de enero de 1555, los obispos católico romanos cuestionaron a Bradford, y lo declararon culpable de promover el atentado contra la vida de Bourne, sentenciándolo a morir en la hoguera.
Bradford pasó los siguientes meses predicando a sus compañeros en prisión dos veces al día. Luego una tarde, la esposa del guardia de la prisión llegó hasta donde él muy atribulada y le dijo: “Oh, señor Bradford, le traigo malas noticias... Mañana le quemarán. Se verá libre de sus cadenas y pronto deberá ir a Newgate”.
Bradford se quitó su gorra, y elevando sus ojos al cielo, dijo: “Le doy gracias a Dios por ello, he esperado por lo mismo un largo tiempo, por consiguiente no ha llegado de súbito, el Señor me ha hecho digno por medio de esto”.
Temprano esa tarde, Bradford le dijo adiós a los amigos que había hecho en la prisión y pasó la tarde solo en oración. Quienes lo habían aprehendido lo trasladaron a la prisión Newgate tarde esa noche. A la mañana siguiente, un poco después de las nueve, Bradford fue sacado de Newgate y conducido hasta el campo donde eran quemados los herejes.
Cuando Bradford llegó al lugar donde le iban a quemar, se tendió de cara al suelo y oró en silencio. Luego poniéndose de pie y removiendo su abrigo, caminó hasta el poste. Volviéndose hasta el joven que iba a ser quemado junto con él, le dijo: “Siéntete consolado hermano, esta noche tendremos una cena muy feliz con el Señor”.
Mientras le ataban al poste, Bradford le advirtió a esos a su alrededor, “Porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan”.
Reflexión
John Bradford fue sentenciado a morir debido a un incidente en el cual actuó de manera honorable. ¿Alguna vez le han criticado por hacer lo correcto? ¿De qué forma aceptó la crítica? Recuerde que el Señor Jesucristo vivió una vida perfecta, sin embargo fue crucificado.
“... Mas si haciendo lo bueno sufrís, y lo soportáis, esto ciertamente es aprobado delante de Dios” (1 Pedro 2:20b).