La humanidad: ¿Pecadora o inocente al nacer?
- Fecha de publicación: Miércoles, 24 Septiembre 2008, 14:39 horas
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Es fácil ver el atractivo de una doctrina propuesta en el siglo quinto, que declaraba, que cuando Adán cayó, sucumbió solo. Su pecado fue únicamente suyo, y las consecuencias igualmente sólo para él. Sus hijos nacieron tan inocentes como el primer amanecer sobre el huerto del Edén, salieron del vientre de Eva con almas puras y con la habilidad dada por Dios, para vivir vidas que agradaran plenamente a su Creador. Ellos podían decidir si obedecían, o podían seguir el ejemplo descarriado de su padre Adán. No había nada en su naturaleza que los arrastrara hacia lo último.
Este punto herético de vista enseñado por Pelagio, un influyente monje irlandés, estaba en directa oposición a la doctrina de la iglesia del pecado original. Muchas personas siguieron a Pelagio. Sus puntos de vista eran como una plaga sobre la iglesia cristiana. El pelagianismo se propagó desde las islas Británicas hasta Roma y luego al Norte de África.
Agustín de Hipona, considerado como uno de los más grandes teólogos de la iglesia primitiva, luchó vigorosamente, debatiendo y oponiéndose, tanto privada como públicamente, al fundador de esta doctrina. Por veinticinco años se libró una guerra teológica. Pelagio aseguraba que la humanidad nacía sin pecado, libre para obedecer o desobedecer los mandamientos de Dios. Mientras que Agustín afirmaba, que la caída de Adán en el huerto, resultó en el pecado original y en la depravación total de la humanidad.
Pelagio admitió, que el pecado parecía ser universal, pero sólo porque las personas seguían el mal ejemplo de otros que habían escogido hacer lo equivocado. Aseguraba que es posible vivir una vida sin pecado, tal como hizo el Señor Jesucristo cuando estableció el ejemplo de obediencia completa a Dios. Agustín refutaba que es imposible tener victoria sobre el pecado, aparte de la gracia de Dios que opera en los cristianos que están sometidos a Jesucristo.
Pelagio creía que cualquiera que decidía confiar en Jesús y era bautizado para el perdón de los pecados ya cometidos, podía marchar obedientemente hacia el cielo, gracias a su propio esfuerzo. Agustín predicaba que sólo Dios llama a las personas para salvación, y que nadie podía creer u obedecer, aparte de su gracia misericordiosa y del poder capacitador de su Espíritu Santo.
Pelagio insistía en que las personas tenían la libertad de elegir y mantener su propio destino en sus manos. Agustín replicaba que la soberanía y elección de Dios, son la primera causa que determina el destino eterno de cada ser humano.
El rencoroso debate continuó hasta que tuvo lugar un sínodo local de sesenta y cuatro obispos en Cartago, al Norte de África, a finales del año 416, en el que se pidió que Pelagio fuera declarado anatema. En otro concilio celebrado al Norte de África, en Mileve, se hizo la misma petición. Finalmente el 27 de enero del año 417, la doctrina de Pelagio fue declarada herética. Otro concilio celebrado en el año 418 secundó la censura del Pelagianismo.
Incluso después de la muerte de Pelagio, la batalla continuó contra dos de sus principales discípulos, Celestio y Julián de Eclanum. Llegándose a una condenación definitiva del Pelagianismo en el año 431, en que fue confirmado como una herejía.
Reflexión
¿Quién cree que estaba correcto, Pelagio o Agustín? ¿Cree que los bebés nacen inocente o sin pecado? ¿Es posible para los seres humanos vivir sin pecado? Es importante confirmar lo que creemos mediante el consejo piadoso de la Escritura y la oración. Debemos buscar siempre la perspectiva de Dios, en asuntos teológicos y culturales.
“Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno... Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios... por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él...” (Romanos 3:10-12, 21 y 22a).