Un paso de gran importancia
- Fecha de publicación: Miércoles, 24 Septiembre 2008, 14:39 horas
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Oswald J. Smith creció en Embro, Ontario, una parada en el camino en la vía del ferrocarril Canadian Pacific, en donde su padre era el operador del telégrafo. En el invierno de 1906, cuando Oswald tenía 16 años, los periódicos de Toronto que traía el tren cada día, registraban la noticia de una gran cruzada evangelística, conducida allí mismo por el doctor R. A. Torrey, con Charles Alexander como el líder de los cantos y solista. Los mensajes del doctor Torrey eran publicados palabra por palabra cada día en el periódico. Los artículos narraban como tres mil cuatrocientas personas colmaban el salón cada noche, mientras muchos otros no podían entrar.
Después de estar leyendo sobre las reuniones por varios días, Oswald y su hermano menor le preguntaron a su madre si podían viajar los 151 kilómetros para asistir a las reuniones. Ella ansiosamente les dio el permiso, de tal manera que los dos hermanos abordaron un tren en el frío invierno de la llanura. Llegaron a tiempo para asistir a las últimas ocho reuniones, permaneciendo en la casa de su tía. Oswald cuenta así lo que ocurrió: “Llegó la segunda de las reuniones. Habíamos decidido que aceptaríamos a Cristo esa tarde. Fue un servicio especial para muchachos jóvenes. Habían tres mil cuatrocientas personas presentes. Nosotros no sabíamos que nuestra madre le había escrito al doctor Torrey, pidiéndole que orara para que sus hijos se convirtieran. Llegamos temprano y el salón estaba colmado. No recuerdo que fue lo que dijo, pero nunca olvidaré la forma cómo repitió su texto Isaías 53:5: ‘Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados’.
“A la conclusión de su mensaje, le pidió a los jóvenes de 25 años o más que deseaban aceptar a Cristo, que se acercaran al frente. Algunos respondieron. Poco a poco fue disminuyendo la edad, hasta que yo estuve incluido. Pero para mi asombro, me convertí en un pedazo de plomo. Yo no sabía entonces acerca del poder de Satanás, pero lo descubrí desde entonces. Mi hermano que estaba presente, suavemente me dio un codazo, y eso rompió el hechizo. Me paré de un salto de mi asiento y con un rostro serio dí un paso de gran importancia. Por un momento me encontré solo en el frente, entonces me así a la mano del doctor Torrey y fui con él hasta el cuarto de los interrogatorios en el sótano, en donde me senté en una silla. Un hombre llegó y me habló y luego salió. Pero no veía ninguna luz y no iba ningún lugar, de tal manera que pensé que todo había concluido’.
“De súbito ocurrió, y no puedo explicarlo ni siquiera hoy. Sólo incliné mi cabeza, puse mi rostro entre mis manos y en un momento las lágrimas empezaron a deslizarse a través de mis dedos, y tuve que sentarme en la silla. Allí llegó a mi corazón de niño la comprensión del gran cambio que había tenido lugar. Cristo había entrado y era una nueva criatura. Había experimentado el nuevo nacimiento. No estaba emocionado, ni tampoco experimentaba un sentimiento extraño, sino que sabía que algo había ocurrido, y que a partir de ese momento todo sería diferente. Eso fue el 28 de enero de 1906, cuando tenía 16 años, y ha permanecido hasta este día. Sí, y va a permanecer, alabado sea Dios por la eternidad”.
Oswald se convirtió en pastor de la iglesia más grande de Canadá, en Toronto. A lo largo de su ministerio, escribió mil doscientos himnos, publicó cinco libros traducidos a 128 idiomas diferentes, recaudó veintitrés millones de dólares para las misiones y ayudó a enviar a cientos de misioneros.
Desde ese primer paso en Toronto, Oswald caminó con el Señor durante ochenta años más, menos tres días.
Reflexión
“La jornada más larga comienza con un paso”. Para Oswald Smith, la jornada fue una vida de servicio en el ministerio de Dios. El Señor lo usó poderosamente después de su conversión a los 16 años. ¿Ha dado usted su primer paso hacia Dios? Desafortunadamente, muchas iglesias hoy enseñan un cristianismo que no incluye una conversión, ¡pero ese no era el cristianismo de Jesús, o el de Oswald Smith!
“Y dijo [el Señor Jesucristo]: De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos” (Mateo 18:3).