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Dos semanas en Gilbraltar

  • Fecha de publicación: Miércoles, 24 Septiembre 2008, 14:39 horas

George Whitefield nació en 1714 en circunstancias humildes - sus padres administraban la posada Gloucester, en Inglaterra.  Se graduó de la Universidad de Oxford en 1736, un año después de su dramática conversión a Cristo.  Embarcó para América a bordo del Whitaker en febrero de 1738, el día después que su amigo John Wesley llegó de regreso a Inglaterra después de tres años desalentadores como misionero en Georgia.  La embarcación se detuvo y permaneció anclada en Gibraltar por dos semanas, antes de continuar su jornada a través del Atlántico. 

Siempre ansioso por compartir el Evangelio, aprovechó la oportunidad y desembarcó anticipando lo que Dios podría tener para él durante su tiempo allí.  Muchos soldados ingleses estaban estacionados en el fuerte en Gibraltar, y de inmediato comenzó a predicarles y ministrales.  Whitefield escribió así en su diario, el 6 de marzo de 1738, respecto a su último día allí: “Lunes 6 de marzo.  Tuve cerca, si acaso no más de cien personas durante la exposición matutina.  Como era el último día de mi estadía temporal en Gibraltar, muchos llegaron a mí llorando, diciéndome lo que Dios había hecho por sus almas, deseando que orara por ellos, y prometiéndome que a cambio harían lo mismo por mí.  Unos, como muestra de su afecto me dieron y me enviaron, bizcochos, higos, vino, huevos y otras cosas necesarias para mi viaje, y otros me expresaron su afecto con palabras. ¡Qué el buen Señor, tome nota de la bondad de todos ellos en su libro, y los recompense mil veces más!’.

          “Alrededor de las doce, fui a la iglesia en conformidad con lo acordado, y pronuncié una exhortación de despedida, mientras tanto Dios me permitía que le hablara a un gran número de soldados que lloraban, a las mujeres y demás.  Después de esto nos arrodillamos y habiéndonos encomendado los unos a los otros al cuidado de Dios, los dejé.  Luego fui y me despedí de dos generales, visité al confinado en prisión, comí en la casa de una amable mujer del pueblo y dejé cerca de cincuenta cartas para enviarlas a Inglaterra.  Unos cuatro subieron a bordo, y cerca de doscientos soldados, mujeres, oficiales y otros, me acompañaron por la playa, lamentando mi partida, y deseándome buena suerte en el nombre del Señor.  Seguramente, ahora debo esperar tener más éxito en el exterior, teniendo tal cantidad de intercesores en mi favor. ¡Oh Señor, pon las lágrimas de ellos en tu redoma, y permite que su llanto llegue a Ti!’.

          “El enigma de Sansón se ha cumplido en Gibraltar.  ‘Del devorador salió comida, y del fuerte salió dulzura’. ¿Qué otra cosa podía ser más improbable que haber trabajado entre esos soldados?  Sin embargo, con ninguno de los otros grupos de personas con quienes he estado, Dios ha dado a conocer su poder como lo hizo con éste... Ésta es la obra del Señor, y es maravillosa en nuestros ojos. ¡Qué Él bendiga los libros entregados a ellos, y perfeccione la buena obra que comenzó en sus corazones, hasta el día de nuestro Señor Jesús! ¡Permita Dios que ellos sean mi gozo y corona de regocijo en el último día, y que sus misericordias para mí en cada lugar me hagan más humilde, más celoso, más agradecido y más determinado, para hacer o sufrir sea lo que fuere que mi bendito Redentor me haya asignado”.

Reflexión

          Una demora de dos semanas en su jornada a América pudo haber causado frustración, pero en lugar de eso, el joven George Whitefield le ministró a los soldados  que prestaban sus servicios en Gibraltar. ¿Cómo reacciona usted cuando sus planes se interrumpen?  Podemos ver las interrupciones como obstáculos o como oportunidades - la decisión es suya.

          “Andad sabiamente para con los de afuera, redimiendo el tiempo.  Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno” (Colosenses 4:5 y 6).

Modificado por última vez enMartes, 24 Agosto 2010 03:44
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