Orando en tiempo de guerra
- Fecha de publicación: Miércoles, 24 Septiembre 2008, 14:39 horas
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Después de la oración, el comandante William Prescott condujo las tropas patriotas a una elevación cerca de Bunker Hill, mirando desde lo alto al ejército británico que ocupaba Boston. A lo largo de toda la noche estuvieron trabajando preparando fortificaciones para hacerle frente a los británicos el día siguiente.
El general Gage encomendó a dos mil doscientos soldados ingleses, un tercio de todas sus tropas, a la operación. A las dos de la tarde, el fuego de los cañones desde las embarcaciones en el puerto de Boston, se intensificó en contra de las posiciones patriotas, conforme las tropas británicas cruzaban el río Charles en embarcaciones pequeñas y luego se formaban en largas filas. Cuando las campanas de la iglesia marcaron las tres de la tarde el general William Howe, comandante de campaña de Gage, comenzó a dirigir el ascenso de su batallón por la prolongada colina. Detrás de él, dos hileras de soldados británicos que se extendían a todo lo ancho de la península, ascendían por la cuesta hacia las posiciones de los patriotas.
Confundía a las tropas británicas el hecho que los patriotas no les dispararan un sólo tiro conforme ellos avanzaban, a pesar de que se encontraban dentro del rango. Prescott, el comandante patriota, le había dado una orden a sus hombres con estas famosas palabras: “No les disparen hasta que no les vean el blanco de los ojos”. Los jóvenes soldados, valientemente hicieron como se les había ordenado y obtuvieron la victoria. Al ver a la multitud de británicos con sus chaquetas rojas a su alrededor, sabían que no sólo habían ganado una batalla sino que Dios les había dado la victoria.
Amos Farnsworth, un corporal en la milicia de Massachusetts, escribió en su diario esa noche: “¡Oh, la misericordia de Dios al preservar mi vida, a pesar de que ellos estaban en mi mano derecha y en mi izquierda! ¡Que este acto de liberación tuyo, oh Señor permita que nunca tenga desconfianza, sino que siempre confíe en ti, que nunca deposite mi esperanza en brazo carnal!”. Otro soldado Peter Jennings, le escribió a su madre: “Dios, en su misericordia, libró la batalla por nosotros, y aunque éramos unos pocos... fuimos preservados en la forma más maravillosa, mucho más de lo que esperábamos”.
Dios respondió a las plegarias de la reunión de oración de la noche anterior.
Reflexión
¿Qué “batallas” está enfrentando, en las cuales necesita confiar en Dios para la victoria? Note que Samuel Langdon no oró simplemente por liberación física de la batalla, sino que fueran librados de su pecado y fueran un pueblo santo. Como parte de su vida de oración, haga una lista de sus peticiones y luego registre las victorias que Dios le da.
“En cuanto a mí, a Dios clamaré; y Jehová me salvará. Tarde y mañana y a mediodía oraré y clamaré, y él oirá mi voz. Él redimirá en paz mi alma de la guerra contra mí, aunque contra mí haya muchos. Dios oirá, y los quebrantará luego, el que permanece desde la antigüedad; por cuanto no cambian, ni temen a Dios” (Salmos 55:16-19).