La primera guerra en Norte América
- Fecha de publicación: Miércoles, 24 Septiembre 2008, 14:39 horas
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Cuando los moradores de Nueva Inglaterra se enteraron de los rumores del ataque inminente no se preocuparon demasiado, convencidos que la marina inglesa era tan poderosa que impediría incluso que las embarcaciones zarparan de las playas de Francia. Bien poco sabían, que los franceses ya se encontraban en alta mar sin haber sido detectados.
Fue así como el reverendo Thomas Prince, pastor de la Iglesia Sur en Boston, lo describió: “Mientras no sabíamos nada del peligro, Dios nos contemplaba y la salvación estaba obrando para nosotros. Y cuando no teníamos a nadie que nos ayudara en América, Él incluso evitó que nuestros amigos en Europa vinieran a socorrernos, para que pudiéramos ver nuestra salvación sólo como obra suya, y que la gloria le perteneciera enteramente a Él”.
Los colonos tal vez no tuvieron al rey de Inglaterra para que los protegiera con su marina, pero tenían al Rey de reyes. Cuando las setenta embarcaciones francesas se dirigían hacia Halifax, Dios primero hizo que hubiera una gran calma en el océano que impidió que las naves pudieran desplegar las velas, luego envió tormentas severas que causaron la pérdida de muchas embarcaciones. Además, una enfermedad mortal se propagó entre los tripulantes franceses, acabando con muchos.
El reverendo Jonathan French, un pastor de Nueva Inglaterra, escribió así sobre la respuesta del pueblo cuando vieron las embarcaciones francesas aproximarse a Halifax: “Nunca la fe, por la cual fue establecido el país, pareció ser más importante, ni la oración más generalizada que en esa ocasión. Un Dios que escucha las oraciones, extendió el brazo de su poder, y destruyó el poderoso armamento, en una forma casi extraordinaria, tal como cuando ahogó a Faraón y a su hueste en el mar Rojo”.
Al poco tiempo después de llegar a Halifax, el almirante francés, horrorizado por la pérdida de la mayor parte de su flota, y al descubrir que las pocas embarcaciones que quedaban estaban casi todas dañadas y que gran parte de la tripulación estaba muerta o a punto de morir, se sumió en una gran depresión y falleció unos pocos días después, aunque su tripulación sospechaba que él mismo se había quitado la vida. Unos pocos barcos averiados atracaron en el puerto, pero tenían también tantos hombres enfermos y tan poca reserva de alimentos que el comandante que remplazó al almirante muerto terminó suicidándose.
Tres días después el resto de barcos franceses salieron de Halifax para atacar a Annapolis, mientras los ciudadanos de Nueva Inglaterra tenían un día de ayuno y oración implorando que Dios los librara. El reverendo French, lo describió en esta forma, dijo: “En esta gran emergencia, día de tinieblas y dudosa expectativa, el 16 de octubre fue observado como una fecha de ayuno y oración a todo lo ancho de la Provincia. Y asombra relatar, que esa misma noche Dios envió sobre ellos una tormenta aún más aterradora que todas las anteriores, y completó su destrucción. Algunas embarcaciones quedaron volteadas, otras se fueron a pique, y sólo un remanente de la miserable flota regresó a Francia para llevar las noticias. Fue así como Nueva Inglaterra se mantuvo firme y vio la salvación de Dios”.
Reflexión
¡Cuán maravilloso es saber que Dios a menudo responde a nuestras oraciones, incluso antes de que oremos! ¿Alguna vez le ha ocurrido eso a usted? ¿Qué le dice todo esto respecto a Dios? Vivir una vida de dependencia en Él, significa confiar en que nos protegerá, ¡incluso cuando ni siquiera sabemos que estamos en peligro!
“Y antes que clamen, responderé yo; mientras aún hablan, yo habré oído” (Isaías 65:24).