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Dios da el crecimiento

  • Fecha de publicación: Miércoles, 24 Septiembre 2008, 14:39 horas

En 1928 la Misión en el Interior de Sudán envió los primeros misioneros a la tribu Wallamo de Etiopía.  Ellos enfrentaban una labor difícil, porque los indígenas eran adoradores de Satanás.  En el primer día del año, la tribu realizaba una ceremonia que semejaba al Cordero Pascual del Antiguo Testamento, pero era en realidad un sacrificio al diablo.  Sacrificaban un toro y su sangre era untada sobre el umbral de cada casa, mientras que una gota de sangre era colocada sobre cada miembro de la familia.  La ceremonia finalizaba con el jefe de familia orando de rodillas a Satanás.  Luego todos comían la carne cruda.

Los Wallamos ricos eran propietarios de esclavos.  Si un dueño de esclavos decidía que sus siervos habían tenido suficientes hijos, podía tomar todos los niños que nacieran y enterrarlos vivos.

Para 1930 el gobierno etíope estaba tratando de hacerle un alto al infanticidio y la esclavitud entre los Wallamos.  En 1935 el emperador Haile Selassie Primero estaba en el proceso de tratar de modernizar su nación cuando las tropas italianas bajo Mussolini los invadieron.  Los italianos los habían atacado una vez antes en 1896, pero en ese tiempo Etiopía los había dominado.  Esa humillante derrota marcó la primera vez en la historia que una nación africana logró vencer a un invasor europeo.  Ahora Mussolini estaba determinado a vengar la derrota.

En esta ocasión los etíopes no fueron rivales para el bien equipado ejército italiano.  Lucharon valerosamente, pero en mayo de 1936 la capital Addis Ababa sucumbió.
El ejército italiano avanzó hacia las áreas de las tribus, exigiendo que los misioneros salieran.  El 16 de abril de 1937, el día antes que los misioneros que estaban entre los Wallamos se fueran, compartieron la cena del Señor con los creyentes.  Cuando los misioneros llegaron por primera vez, no había cristianos en la tribu.  Ahora, nueve años después había cuarenta y ocho.

El siguiente día, los camiones del ejército italiano se llevaron a los veintiséis misioneros y a sus hijos a Addis Ababa para evacuación.  Conforme los camiones se alejaban, los misioneros se preguntaban si podrían regresar algún día y qué encontrarían si pudieran hacerlo.

Con la partida de los siervos de Dios, los italianos trataron de pisotear la congregación naciente.  A muchos líderes de la iglesia les administraron cien azotes, a uno le dieron cuatrocientos.  Después de ser azotados los pobres hombres no podían acostarse sobre sus espaldas por meses, y tres murieron.

Toro, un líder en la iglesia Wallamo, pudo permanecer escondido durante seis meses antes que fuera finalmente capturado.  Le dieron cuarenta azotes.  Luego un oficial italiano que llevaba puestas botas con tachuelas saltó una y otra vez sobre su pecho, aplastando casi toda su caja torácica.  Más tarde, mientras yacía inmóvil en la celda de una cárcel, tuvo una visión de Jesús, quien le dijo: “No tengas miedo, tú eres mi hijo”.

Después de una lenta recuperación, Toro fue liberado de la prisión, sólo para ser arrestado nuevamente tan pronto como comenzó a volver a predicar.  En esta ocasión, él y otros líderes de la iglesia fueron llevados a los mercados de esclavos, desnudos, después de haber sido azotados más de cien veces.  De regreso en la cárcel, los italianos que los apresaron, se burlaban de él diciéndole: “¿Dónde esta tu Dios para que te libre de nosotros?  Nunca saldrás vivo de aquí”. Casi sin poder hablar, Toro susurró: “Dios me librará si así lo quiere y decide hacerlo, sino ha prometido que me llevará al cielo para que esté con Él”.

Más tarde, Toro y sus compañeros creyentes estaban orando, cuando una fiera tormenta se desató sobre la prisión.  Los vientos huracanados literalmente arrancaron el techo y torrentes de agua separaron las paredes de barro de los cimientos.  La mayoría de prisioneros no cristianos escaparon.  Los carceleros aterrados estaban convencidos de que la tormenta se había desatado en respuesta a las oraciones de los prisioneros.  “Pídele a tu Dios que cese su ira” - le imploraron a Toro, “Si lo haces te dejaremos en libertad”. Ellos cumplieron su palabra y lo dejaron libre.

Finalmente, el 4 de julio de 1943, los misioneros pudieron regresar una vez más a la tribu de los Wallamos.  Durante los seis años que estuvieron lejos, los cuarenta y ocho creyentes se habían multiplicado hasta convertirse en dieciocho mil.

Reflexión

A su juicio, ¿qué factores causaron el crecimiento de la iglesia de cuarenta y ocho miembros a dieciocho mil en sólo seis años, sin que hubiera misioneros presentes? ¿Qué podemos aprender de la experiencia de los Wallamos respecto a la forma cómo obra Dios?

“Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios” (1 Corintios 3:6).

Modificado por última vez enSábado, 30 Abril 2011 01:30
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