El Rey niño
- Fecha de publicación: Miércoles, 24 Septiembre 2008, 14:39 horas
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En 1534 el rey Enrique Octavo se convirtió en cabeza de la Iglesia de Inglaterra. ¿La razón? Porque deseaba divorciarse de su esposa y volverse a casar con la esperanza de tener un heredero varón. Finalmente tuvo una serie de seis esposas, lo cual dio como resultado un hijo que sobrevivió.
Eduardo, hijo de Enrique Octavio, nació en 1537. Su padre le hizo un gran favor al proveerle tutores protestantes y colocar una mayoría protestante en el Concilio de la Regencia, la cual nombraría un Protector para Eduardo si se convertía en rey antes de alcanzar la edad adulta.
Enrique Octavo murió cuando Eduardo apenas tenía nueve años, y fue coronado Eduardo Sexto. Aunque inicialmente disfrutaba de buena salud, cuando adolescente comenzó a sufrir de sífilis congénita.
A pesar de su juventud Eduardo Sexto era un cristiano comprometido. Con la muerte de Enrique Octavo, los ingleses habían enterrado un ogro y coronado a un santo. El Concilio de la Regencia nombró al tío del joven rey protestante, Eduardo Seymour, quien pronto se convertiría en el duque de Somerset, como regente para él dandóle el título de “Protector del Reino”.
Bajo Enrique Octavo Inglaterra había rechazado la autoridad papal pero retuvo el dogma católico romano. Ahora el rey niño y el Protector Somerset, se dispusieron a reformar la iglesia. Se expidió un estatuto ordenando que todos los servicios fueran conducidos en inglés y que a los fieles se les ofreciera tanto el pan como la copa de vino. El purgatorio y las misas por los difuntos fueron repudiadas.
El arzobispo de Canterbury Thomas Cranmer publicó su primera obra titulada Libro de Común Oración, en el cual la fe protestante fue expuesta con belleza solemne. Cranmer fue capaz de transformar diplomáticamente la misa en la cena del Señor, sin crear una reacción. Sometió el libro al parlamento, el cual ordenó que cada iglesia en Inglaterra lo adoptara. Pero la libertad religiosa completa habría de llegar.
La mejora resultante en el clima religioso causó que los protestantes que habían huido bajo Enrique Octavo regresaran, trayendo con ellos las doctrinas de Lutero, Calvino, Zwingli y de los Anabaptistas. Un nuevo día había amanecido en Inglaterra.
La nobleza inglesa estaba enfurecida por la simpatía que mostraba el duque de Somerset por los pobres. Cuando el ejército tuvo que controlar una revuelta de campesinos católico romanos, Somerset fue acusado de haber animado el levantamiento por su preocupación abierta por ellos. Fue arrestado y puesto en prisión en la torre de Londres.
Las responsabilidades de Somerset fueron tomadas por John Dudley, la cabeza del Concilio Privado, a quien el rey Eduardo nombró duque de Northumberland. Entre los aventureros que se acercaron a Eduardo, Northumberland demostró ser tanto el más capaz como el peor. Un católico romano de corazón, que adoptó la causa protestante sólo porque era donde residía el poder en ese momento.
A pesar del liderazgo corrupto y egoísta de Northumberland, la Reforma se aceleró. Para 1553, Inglaterra había abandonado en su mayor parte lo que se conocía como catolicismo medieval. El libro de oración fue revisado una vez más quedando muy poco de la misa y nada de confesión privada. La Reforma bajo Eduardo fue notable por su suavidad. Durante su reinado fueron ejecutadas dos personas por cuestionar la deidad del Señor Jesucristo, pero se trató de excepciones no de la regla.
Eduardo entonces contrajo tuberculosis además de la sífilis. Finalmente, el 6 de julio de 1553 murió a la edad de sólo quince años. Tres horas antes de su muerte, pensando que estaba solo en su habitación, oró con estas palabras: “Señor Dios, líbrame de esta vida miserable y desgraciada, y tómame entre tus escogidos: si bien no por mi voluntad, sino de acuerdo con la tuya. Señor, te entrego mi espíritu. Oh Señor, sabes cuán feliz sería si pudiera estar contigo; y si fuera posible por el bien de los escogidos te suplicaría que me dieras vida y salud para que verdaderamente pudiera servirte. Oh mi Señor Dios, salva al pueblo escogido de Inglaterra. Oh mi Señor Dios, defiende este reino del papado, y mantén la religión verdadera, para que yo y mi pueblo podamos alabar tu santo nombre, por el amor de tu Hijo Jesucristo”.
Reflexión
Para los protestantes de Inglaterra, el reino de Eduardo Sexto fue el clímax del siglo dieciséis. Tal vez el Señor no lo ha llamado a usted para un reinado terrenal, pero... ¿en qué parte de su mundo piensa que Dios desea que usted haga la diferencia?
“Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios” (1 Corintios 10:31).