La persistencia paga
- Fecha de publicación: Miércoles, 24 Septiembre 2008, 14:39 horas
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Hudson Taylor llegó a China como misionero en 1854 a la edad de veintiún años. Hijo de un farmaceuta en Yorkshire, Inglaterra, fue considerado por los misioneros con conciencia de clase social, como inferior debido a su condición económica y poca educación.
En 1857 Taylor arribó a ciudad de Ningpo, en donde los misioneros anglicanos, y los bautistas y presbiterianos americanos, ocupaban residencias separadas. En esta sociedad clasificada tan precisamente en rangos de antigüedad y antecedentes sociales, fue donde llegó Hudson, quien era de baja estatura, vestido con el traje típico de los chinos y el cabello atado en una trenza.
Una vez por semana, la señorita Mary Ann Aldersey, la primera mujer misionera en China, preparaba una comida para todos los misioneros de Ningpo, incluyendo a Hudson. Ella tenía un sentido rígido de lo que era apropiado y gobernaba a sus dos jóvenes asistentes, Burella y María Dyer, con mano de hierro.
Las hermanas Dyer tenían un tío en Inglaterra que era su familiar más cercano, ya que sus padres misioneros habían fallecido. Burella estaba comprometida con un misionero en Shangai, y María, tal como Hudson la describió en una carta “Era una joven de muy buena apariencia con una mirada traviesa”. Se decía que era la segunda misionera en la ciudad que mejor hablaba el chino y que estaba completamente dedicada a su trabajo, habiendo rechazado ya dos propuestas matrimoniales.
Después de conocer a Hudson, María le escribió a su hermano en Londres, diciéndole: “Conocí a un caballero, y no puedo decir que experimenté amor a primera vista, pero me siento interesada por él y no puedo olvidarlo. Lo veo de tiempo en tiempo y el interés todavía continúa. Pero no tengo ninguna razón para creer que los sentimientos son recíprocos”.
Hudson experimentaba lo mismo, pero no se lo dijo a nadie. Finalmente, el primero de marzo de 1858 le escribió a María expresándole su amor y proponiéndole matrimonio. Antes de abrir la carta, María oró al respecto esperando que fuera de Hudson.
La mañana siguiente fue a contarle a la señorita Aldersey las buenas nuevas, pero para ella no fueron buenas, sino que a gritos decía: “¡Ese pobre joven, un don nadie!... No es un caballero. No tiene educación y carece de posición social... Es bajito y tú eres alta. ¡Se viste con ropas de chinos y además se peina con esa ridícula trenza!”. La señorita Aldersey entonces le dictó una carta a María para que se la enviara a Hudson, rechazando en forma tajante su propuesta.
La joven estaba con el corazón destrozado, pero era incapaz de pasar por encima de su autoridad. Cuando Hudson recibió su respuesta, sospechó que era la señorita Aldersey quien estaba detrás de todo.
El 13 de julio de 1857, Hudson fue a reunirse personalmente con la señorita Aldersey y se enteró que era ella quien había dictado la carta. También descubrió, que el tutor legal de María era su tío, no la misionera. Por su parte, la señorita Aldersey le informó que le había escrito al tío de María contándole la escandalosa situación, mientras que la joven le escribió a su tío explicándole todo.
Hudson sabía que necesitaba el permiso de María para enviarle una carta al tío y pedirle su mano. Más tarde se presentó esa oportunidad. Durante una reunión de oración de las damas en el hogar misionero en donde vivía Hudson, una tromba marina trajo consigo gran cantidad de agua que inundó las calles. Como resultado, algunos de los sirvientes estaban retrasados para llegar con las sillas litera para llevar a las damas a sus casas. Cuando Hudson regresó, María todavía estaba allí, así que le rogó al dueño de la casa que le solicitara permiso a la joven para poder hablar con ella. Cuando se entrevistaron, se estrecharon las manos en saludo, sabían que su amor era mutuo, y María le dio permiso a Hudson, para que le escribiera a su tío pidiendo su mano en matrimonio.
Finalmente en diciembre, Hudson recibió una nota de su amada en la que le decía, que su tío había dado permiso para que se casara, tan pronto como cumpliera los veintiún años.
Hudson y María se casaron el 20 de enero de 1858, cuatro días después de cumplir sus veintiún años. Ella desempeñó un papel crucial en la estructuración del ministerio del joven de Yorkshire que habría de cambiar para siempre la forma cómo trabajaban los misioneros. Sus cuatro hijos que sobrevivieron se convirtieron en misioneros en China.
Reflexión
La decisión más importante en la vida después de decidir ser un cristiano, es permanecer soltero o casarse. ¿Cómo debemos decidir si nos casamos y con quién nos casarnos? ¿Hasta qué grado debemos considerar el consejo de otros?
“Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos” (Colosenses 3:15).