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El juicio del mono

  • Fecha de publicación: Miércoles, 24 Septiembre 2008, 14:39 horas

         La evolución se había convertido en un asunto más y más divisivo desde que Charles Darwin publicó su libro El origen de las especies por medio de la selección natural en 1859.  Inicialmente los cristianos conservadores estaban divididos respecto a sí la evolución contradecía el registro bíblico de la creación.  Algunos que defendían la infalibilidad de la Biblia, creían que Dios bien pudo haber usado medios limitados de evolución en su actividad creadora.  Otros argumentaban que la evolución estaba diametralmente opuesta al recuento bíblico de los orígenes.

Siguiendo la primera guerra mundial, muchos miembros prominentes del movimiento fundamentalista se tornaron agresivos en su ataque contra la evolución, ya que creían que socavaba la autoridad de la Escritura.  Uno de los líderes críticos era William Jennings Bryan, quien se había convertido en una figura nacional como político, al haber sido nominado tres veces como candidato presidencial por el partido demócrata. En 1896 fue derrotado por William McKinley y en 1900 y 1904 por Theodore Roosevelt.  En 1912 cuando Woodrow Wilson fue elegido presidente, nombró a William Jennings Bryan su secretario de estado.

         Cuando Bryan renunció como secretario de estado en 1915, se encargó él mismo de dirigir el movimiento cristiano en Estados Unidos.  Cuando vio que las normas morales de la nación se derrumbaban a su alrededor, se convenció de que la causa principal de todo era el punto de vista de Darwin del origen del hombre.

A principios de 1921, Bryan comenzó a atacar activamente la evolución.  En su popular conferencia “La amenaza del Darwinisimo”, argumentó que la evolución le robaba al hombre el estímulo para vivir una existencia moral.

Debido en gran parte a sus esfuerzos, la oposición a la evolución se convirtió en un movimiento nacional en la década de 1920.  Un buen número de los estados del sur aprobaron leyes prohibiendo su enseñanza en las escuelas públicas.  La ley en Tennessee fue una de las más estrictas.  Determinó que era ilegal enseñar cualquier teoría que negara la historia de la creación divina del hombre tal como enseña la Biblia, y que asegurara a cambio que el ser humano había descendido del orden inferior de los animales.

A las dos semanas que el gobernador de Tennessee firmara la enmienda que se convirtió en ley, la Unión Americana de Libertades Civiles, cuya siglas en inglés son ACLU, anunció que iban a probarla. Prometió proveerle consejo a cualquier maestro en Tennessee dispuesto a ser acusado en este caso.  Algunos ciudadanos prominentes de Dayton, persuadieron a John Scopes, un maestro joven de ciencias, para que quebrantara la ley y que así lo arrestaran.  La ACLU le proveyó un equipo élite de defensa encabezado por Clarence Darrow, el abogado más famoso de la nación, quien era además un escéptico respecto a la religión.  Mientras que la parte acusadora le pidió a William Jennings Bryan para que estuviera a cargo de la fiscalía y acusación.

El “Juicio del mono” resultante, tal como llegó a ser conocido el proceso de Scopes, demostró ser uno de los primeros grandes eventos publicitarios en la historia, con reporteros que colmaron el pequeño poblado de Dayton y telegrafiaban sus historias alrededor del mundo.  Incluso la radio estaba en cadena en toda la nación.  Los periodistas y reporteros estaban particularmente encantados por presentar a los cristianos de Tennessee como unos campesinos retrasados.

         Bryan pronunció un discurso apasionado por la acusación, y luego el drama del juicio alcanzó su punto culminante cuando Darrow decidió entonces dar la batalla en el terreno de sus oponentes y llamó como testigo al mayor experto en la Biblia que se encontraba presente, es decir al propio fiscal.  Bryan, confiado, aceptó.

         La dificultad que tuvo para responder algunas de las preguntas de Darrow hizo que la prensa lo ridiculizara.  El testimonio de este hombre que ya estaba anciano y cansado para ese tiempo, consistía más de fervor que de hechos.  Al día siguiente el juez descartó su testimonio como testigo de la defensa.

El 21 de julio de 1925, el jurado encontró a Scopes culpable en sólo unos pocos minutos.  Fue multado con cien dólares y dejado en libertad.  Sin embargo, la gran historia que se difundió nacionalmente fue que el más famoso abogado de ese tiempo, había humillado al más grande orador de la nación.  La Biblia ganó en Dayton, Tennessee, pero ante los ojos de la nación, la evolución fue la ganadora.

William Jennings Bryan murió el domingo siguiente mientras dormía.

Reflexión

         El mundo está más interesado en quién gana, que en quién pierde.  Finalmente, ¿quien cree usted que fueron los reales ganadores y los reales perdedores en el juicio de Scopes? ¿Por qué cree que la prensa se apresuró tan rápidamente en ridiculizar a los cristianos?  Si pudiera volver a escribir este capítulo de la historia, ¿cómo lo haría?

“Sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros” (1 Pedro 3:15).

Modificado por última vez enMartes, 24 Mayo 2011 04:04
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