La insurrección de los Siouxs
- Fecha de publicación: Miércoles, 24 Septiembre 2008, 14:39 horas
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El territorio del sur de Minnesota pertenecía a los indios Sioux, pero los pioneros querían apropiarse de él. Por consiguiente, en 1851 el gobierno compró la tierra por varios cientos de miles de dólares como cuota inicial y el resto para ser pagado individualmente a los indígenas como una renta anual vitalicia.
Los Sioux a duras penas sobrevivieron el invierno de 1861 a 1862, debido a la pobre cosecha de maíz durante el verano previo. Cuando se presentaron a la agencia indígena para recibir su renta anual, les dijeron que los fondos no habían llegado. Sin dinero no podían comprar ni los alimentos ni los enseres que necesitaban. La demora continuó por semanas. Finalmente un viernes 15 de agosto, uno de los comerciantes dijo: “En lo que a mí concierne, si ellos tienen hambre que coman yerba”. Los Sioux estaban enfurecidos.
El dinero de la renta llegó a San Paul el día siguiente, pero la primera agencia indígena sólo lo recibió el lunes siguiente, sin embargo para entonces ya fue demasiado tarde.
El domingo 17 de agosto de 1862, cuatro indígenas entraron en una casa en Action, Minnesota, y dispararon y le dieron muerte a cuatro colonos blancos. Los hombres entonces corrieron hasta donde su jefe Pequeño Cuervo, y le pidieron que los dirigiera en guerra contra los hombres blancos. Pequeño Cuervo estuvo de acuerdo, no porque pensara que podía ganar, sino porque odiaba a los blancos y su cristianismo.
En el curso de cuatro semanas los indios mataron cientos de blancos a todo lo ancho de Minnesota, mientras miles huían a la seguridad de los fuertes. El gobernador reclutó un ejército para sofocar la revuelta.
Cerca de mil setecientos guerreros Sioux fueron hechos prisioneros, e inicialmente se dio la orden de ahorcar a trescientos de ellos. Sin embargo, el presidente Abraham Lincoln redujo esta cifra a treinta y ocho. Fueron colgados el día después de la Navidad de 1862, en Mankato, Minnesota, mientras los otros reos observaban. Fue la más grande ejecución en masa en la historia norteamericana.
Hasta este punto, unos pocos Siouxs se habían convertido en cristianos, pero la mayoría odiaba la religión de los hombres blancos. El domingo después de la ejecución, el doctor Thomas Williamson, un misionero presbiteriano para los indígenas, celebró un servicio al aire libre en el patio de la prisión de Mankato mientras los reos permanecían de pie en medio de la nieve. Él predicó acerca del plan de Dios para salvar a los hombres de la muerte eterna. Ese día, una maravillosa obra de gracia comenzó en la prisión.
El doctor Williamson pasó el invierno enseñándole y predicándole a los prisioneros, quienes pronto comenzaron a cantar y a orar juntos cada mañana y tarde. Cientos que habían rehusado escuchar el Evangelio antes, prestaban atención ansiosamente. El trabajo del Espíritu de Dios continuó a través del invierno. En el primer servicio bautismal en la primavera se bautizaron tres mil.
Otro grupo de prisioneros que se encontraban en el Fuerte Snelling cerca de Minneapolis, con sus esposas e hijos y familias Siouxs adicionales, acamparon en las afueras del fuerte. John, el hijo del doctor Williamson, otro misionero presbiteriano, comenzó a reunirse con algunos indígenas interesados y las familias acampadas allí, en una tienda de pieles. En unos pocos meses el grupo aumentó a cientos, quienes se congregaban en el desván de un almacén para aprender más acerca de Jesús. Un despertar espiritual similar ocurrió dentro de la propia prisión del Fuerte Snelling.
En la primavera de 1863 los prisioneros en Mankato fueron llevados a una prisión en Davenport, Iowa. Con unas pocas excepciones todos profesaban ser cristianos. Cada mañana y tarde cantaban y oraban juntos.
En 1866 los reos en Davenport fueron dejados en libertad y llevados juntos con los Sioux del Fuerte Snelling para establecerse en Niobrara, Nebraska. Ellos habían orado para que Dios removiera sus cadenas y Él había respondido. John Williamson acompaño a los Sioux a Niobrara, y cada mañana y tarde continuaban reuniéndose para orar y alabar, leyendo la Biblia y regocijándose en lo que Dios había hecho por ellos.
Reflexión
La insurrección de los Sioux fue la culminación del odio hacia el hombre blanco y su cristianismo, porque Dios en su infinita sabiduría convirtió esta insubordinación en los medios de la salvación para ellos. Esto es un cuadro, de cómo todos llegamos a Dios. Por naturaleza somos sus enemigos - hasta que Él nos atrae a sí mismo.
“Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida” (Romanos 5:10).