Triunfo ante las pruebas
- Fecha de publicación: Miércoles, 24 Septiembre 2008, 14:39 horas
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Edward Payson nació en 1783 en Rindge, New Hampshire, en donde su padre era pastor. Se matriculó en Harvard en 1800 y rápidamente se distinguió entre sus compañeros. Se graduó en 1803 y se hizo cargo de la recién formada Academia Portland, en Portland, Maine.
En su primer año en el plantel, Payson fue estremecido por el fallecimiento de un hermano menor. Sentía que de alguna forma Dios lo estaba castigando por medio de la muerte de su hermano. Se sumió en un largo año de convicción por sus pecados, por el anhelo de alcanzar santidad, y por la congoja debido a sus defectos. Finalmente se dio cuenta que a pesar de su aprobación intelectual a la doctrina de la justificación sólo por fe, había estado tratando de ganar méritos ante Dios mediante sus propios esfuerzos. Como resultado, la celebración de sus veintidós años fue un hito espiritual en su vida, ya que se entregó totalmente a Dios.
En 1806 renunció a su posición en la academia y regresó a casa para prepararse para el ministerio pastoral. A pesar de su nueva dirección espiritual, todavía luchaba contra sus emociones. Hoy le habrían diagnosticado con desorden bipolar. En un momento estaba supremamente feliz, y al siguiente con una profunda depresión.
Además de su humor cambiante, Payson tenía problemas físicos. A lo largo de toda su vida se vio afligido con migrañas - con dolores de cabeza que a menudo le dejaban postrado de dolor por días. En sus últimos años el insomnio le afligía. Una caída de un caballo en 1807, le dislocó el brazo, el que finalmente terminó por paralizársele.
En agosto de 1807, estaba de regreso en Portland predicando en la Segunda Iglesia Congregacional. Aceptó el llamado como pastor asistente y permaneció allí por el resto de su vida. En su primer año de permanencia, contrajo matrimonio con Louisa Shipman. Tuvieron ocho hijos, incluyendo a Elizabeth Payson Prentiss, quien se convirtió en una autora de himnos y fue quien escribió “Más amor para Ti, oh Cristo” y muchos otros.
Un poco después que Payson comenzó su trabajo en la iglesia, contrajo tuberculosis y casi muere. Sin embargo, se recuperó lo suficiente para continuar su ministerio, y casi de inmediato comenzó un despertar espiritual en la iglesia. En su primer año, veintinueve se entregaron a Cristo, luego cuarenta y dos, por dos años consecutivos. En 1811 el pastor principal se retiró y Payson, quien entonces tenía veintiocho años ocupó su lugar. Dios bendijo ricamente su ministerio, y por el resto de su vida, la iglesia mantuvo un promedio de unos treinta y cinco convertidos por año, con setenta y nueve el año de su muerte.
A la edad de cuarenta y cuatro años su resistencia terminó por agotarse. La parálisis se propagó a otras partes de su cuerpo, y a menudo estaba con profundo dolor. Él y esos a su alrededor, sabían que estaba muriéndose, pese a todo y a pesar de su sufrimiento, su gozo era intenso.
El 19 de septiembre de 1827, un mes antes de su muerte, dictó una carta para su hermana, la que decía:
“Querida Hermana:
Si adoptara el lenguaje figurado de Bunyan, fecharía esta carta, ‘desde la tierra de Beulah’, en la cual he estado por algunas semanas como un feliz habitante. La ciudad celestial está a la vista. Sus glorias brillan sobre mí, sus brisas me refrescan... y su espíritu sopla en mi corazón. Nada me separa de ella, excepto el río de muerte, el cual ahora parece una corriente insignificante que puedo cruzar de un solo paso, en el momento en que Dios me dé permiso. El Hijo de Justicia ha ido aproximándose gradualmente más y más, apareciendo más claro y radiante conforme se acerca, y ahora llena el entero hemisferio, derramando un diluvio de gloria.
Ahora mi querida hermana, adiós. Manténte en el rumbo cristiano por unos pocos días más, y nos encontraremos en el cielo’.
Tu feliz y afectuoso hermano,
Edward Payson”.
Reflexión
¿Tiene usted problemas físicos? ¿Mentales? ¿Emocionales? Si no ha tenido ninguno de ellos todavía, probablemente los experimentará en el futuro. Dios no nos garantiza que estaremos exentos de ellos, como tampoco lo hizo con Edward Payson, pero puedo capacitarnos para que los sobrepasemos y que miremos hacia la gloria que le espera al creyente.
“Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse” (Romanos 8:18).