Una madre famosa
- Fecha de publicación: Miércoles, 24 Septiembre 2008, 14:39 horas
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Una de las madres más famosas de todos los tiempos fue Susana Wesley. Entre sus diecinueve hijos estaban John y Charles Wesley, los fundadores de la iglesia metodista. Susana nació en 1669 ó 1670, siendo la menor de los veinticinco hijos del doctor Samuel Annesley, el editor de una revista y pastor en Londres, quien era un líder de los Disidentes - de esos que rehusaban conformarse a la iglesia anglicana.
La joven Susana era muy inteligente y educada, y disfrutaba leyendo los muchos libros en la casa de su padre. Asimismo escuchaba los interminables debates en su hogar sobre las diferencias entre la Iglesia de Inglaterra y las iglesias disidentes como la de su padre. Siempre con sus propias opiniones, Susana se convenció de que los disidentes estaban equivocados, y para gran sorpresa de su familia abandonó la congregación de su padre a la edad de trece años y se unió a la Iglesia de Inglaterra.
Fue también a la edad de trece años que conoció a su futuro esposo, Samuel Wesley. Como Susana, Samuel había crecido en una familia de disidentes pero no estaba de acuerdo con ellos y se unió a la Iglesia de Inglaterra. Samuel se casó con Susana unos meses después de haberse graduado de Oxford. Tenía entonces veintiséis años y Susana diecinueve.
Samuel fue ordenado en la iglesia anglicana y finalmente se convirtió en pastor en la parroquia de Epworth. Susana daba a luz a un niño cada año, pero para principios de 1702, los Wesley sólo tenían un hijo y cinco hijas. Ocho niños habían muerto.
Tanto Samuel como Susana eran dogmáticos, tercos y de voluntad recia, con profundos compromisos políticos. Ambos eran partidarios del duque de York, pero Samuel era un entusiasta seguidor del rey Guillermo Tercero, mientras que las simpatías de Susana estaban con Jacobo Segundo, quien estaba en el exilio en Francia. Cuando Samuel intercedía por su soberano y señor, el rey Guillermo, en la oración vespertina, Susana aparentemente en silencio, sustituía el nombre de Guillermo por el de Jacobo.
Cuando llegó la noticia de que Jacobo Segundo había muerto en Francia, Susana dejó de decir “amén” al final de la oración. Al enterarse Samuel de la razón de por qué, su esposa no decía “amén” le dijo: “Tú y yo debemos separarnos: porque si tenemos dos reyes, debemos tener dos camas”. Él se trasladó a otra habitación de la casa y finalmente viajó a Londres diciendo que nunca regresaría.
Eso pudo haber sido el fin de esta familia, excepto por otro cambio en la realeza. El rey Guillermo murió en marzo y fue sucedido por la reina Ana, quien contaba con la lealtad de los dos Wesley. Samuel entonces regresó de Londres, pero continuaron durmiendo en habitaciones separadas. En julio de 1702 se desató un incendio que destruyó las tres cuartas partes de la casa, lo cual hizo que él y su esposa recobraran la cordura. Comenzaron a compartir la misma cama y el 17 de junio de 1703, nació John Wesley, su hijo número quince, quien le debía su existencia a un incendio y a la coronación de la reina Ana. Cuatro años después nació Charles, el hijo número dieciocho.
Luego el 3 de septiembre de 1739, John Wesley sostuvo una conversación con su madre que lo sorprendió y emocionó. Ella le dijo que hasta no hacía mucho, nunca había entendido que una persona podía experimentar el perdón de los pecados en esta vida, ni que el Espíritu de Dios podía testificar en nuestra espíritu que somos hijos de Dios. Luego añadió: “Hace dos o tres semanas, mientras mi hijo Hall estaba pronunciando esas palabras al entregarme la copa a mí, ‘La sangre de nuestro Señor Jesucristo, la cual fue derramada por ti’, las palabras me golpearon el corazón, y supe que Dios por la obra de Cristo, había perdonado todos mis pecados”.
Tres años después, Susana Wesley murió, compartiendo la misma seguridad de que tanto sus pecados, como los de sus hijos, habían sido perdonados.
Reflexión
Toda la familia y amigos de Susana Wesley suponían que era cristiana, pero de hecho, casi hasta el final de su vida, había sido muy religiosa pero nunca había experimentado el perdón de sus pecados. ¿Ha comprometido personalmente su vida a Jesucristo, o ha sido simplemente religioso ó religiosa, como fuera Susana Wesley por muchos años?
“El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios” (Romanos 8:16).