El alto costo de adoptar una decisión
- Fecha de publicación: Miércoles, 24 Septiembre 2008, 14:39 horas
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Su nombre real era Jorg Cajokog, pero se le conocía como George Blaurock. Blaurock significa “abrigo azul”, y como siempre llevaba puesta una chaqueta azul, le dieron este apodo. Nació alrededor del año 1491, y era un sacerdote católico de Chur, Suiza, pero conoció al Señor Jesucristo como su Señor y Salvador personal gracias a la predicación de Ulrich Zwingli en Zurich, en algún momento antes de 1523.
Dedicado al estudio personal de la Biblia, Blaurock se convenció que el bautismo era para los creyentes en Cristo, no para los infantes, estando así en desacuerdo con la posición de Zwingli. En Zurich conoció un grupo dirigido por Conrad Grebel y Felix Manz, que compartía sus propios puntos de vista. A ellos se les dio el apodo de “Anabaptistas” que significa “vueltos a bautizar”.
A principios de enero de 1525 el concilio de la ciudad de Zurich, siguiendo la dirección de Zwingli, el pastor de Great Minster, la iglesia más grande de la ciudad, le advirtió a todos los padres que debían bautizar a sus hijos en el término de ocho días después de su nacimiento, o enfrentar el destierro de Zurich.
El 21 de enero de 1525, los líderes de movimiento Anabaptista en Zurich se reunieron en el hogar de Felix Manz para determinar qué hacer. Iniciaron la reunión con una plegaria fervorosa, la cual fue seguida por un evento significativo en la historia de la iglesia. George Blaurock le pidió a Conrad Grebel que lo bautizara después de confesar a Jesucristo como su Señor y Salvador y Grebel lo hizo de inmediato, siendo la primera vez en siglos que un creyente adulto era bautizado con sólo confesar su fe. A continuación Blaurock hizo lo mismo con todos los demás que estaban presentes. ¡Había comenzado el movimiento Anabaptista!
Justo dos meses después, Blaurock fue arrestado junto con Manz y veinticuatro más que se rehusaron a permitir que bautizaran a sus hijos infantes. Sin embargo, después de una semana fue dejado en liberad.
En medio de la persecución, fundó una iglesia Anabaptista en el cercano Zollikon, en donde ganó cerca de ciento cincuenta convertidos por medio de su poderosa predicación.
En el mes de noviembre Blaurock, Grebel y Manz fueron arrestados nuevamente y sentenciados a prisión indefinida a pan y agua. Como parte de su sentencia no les permitían recibir visitantes. Finalmente, el 5 de enero de 1527, Manz fue ahogado por sus puntos de vista Anabaptistas, y Blaurock fue despojado de la ropa hasta la cintura y tuvo que caminar por las heladas calles del invierno de Zurich, con sus manos atadas mientras era golpeado hasta que la sangre brotaba de sus heridas. Fue llevado hasta las puertas de la ciudad, y allí los oficiales le ofrecieron dejarlo en libertad si se comprometía a no regresar nunca más a Zurich. Él se rehusó a jurar argumentando que esto lo prohibía Dios. Como resultado fue llevado de regreso a la prisión. Finalmente estuvo de acuerdo en jurar y fue exilado de Zurich.
En los dos años siguientes Blaurock tuvo un ministerio extremadamente fructífero como un evangelista ambulante, ganando miles de personas para Cristo a través de Europa Central. En particular, estableció muchas congregaciones en la región de Tyrol, en lo que hoy es Austria e Italia.
Luego se convirtió en pastor de una iglesia pequeña en Tyrol, cuyo pastor había sido quemado en la hoguera, justo tres meses antes. Este tiempo de persecución no fue de parte de los seguidores de Zwingli, sino de la iglesia católico romana. La persecución continuó, y el 6 de septiembre de 1529, George Blaurock fue arrestado por herejía y quemado en la hoguera.
Así terminó la vida breve pero fructífera del primer bautista de los tiempos modernos.
Reflexión
Todos confiamos en que no tendremos que sufrir como George Blaurock, pero si nos tocara, no debemos sorprendernos. La Biblia caracteriza la vida cristiana, como una de sufrimiento. Muchos creyentes, particularmente los norteamericanos, han sufrido mucho más por la causa de Cristo, que los de otros países y otros tiempos. Por lo tanto, no se sorprenda cuando llegue el sufrimiento.
“Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas” (1 Pedro 2:21).