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Tenía diecinueve esposas

  • Fecha de publicación: Miércoles, 24 Septiembre 2008, 14:39 horas

Chauncey Webb y sus padres estaban entre los primeros convertidos de Joseph Smith.  Ellos lo escucharon predicar por primera vez en la parte norte del estado de New York en 1833, un poco después que compilara El Libro del Mormón y se presentara a sí mismo como un nuevo mesías que restauraría la religión verdadera en el mundo.  Acompañaron a Smith a Kirtland, Ohio, en donde Chauncey conoció y contrajo matrimonio con Eliza Churchill, una joven mormona de diecisiete años.

Los Webbs a continuación siguieron a Smith a Nauvoo, Illinois, en donde vivían al lado de la casa de Brigham Young y su familia.  En el verano de 1844 Joseph Smith fue linchado para una turba anti-mormona mientras estaba en la cárcel.  Tras su muerte, Brigham Young se convirtió en líder del movimiento.  Fue durante ese tiempo en Nauvoo, que nació Ann Eliza, la hija de Chauncey y Eliza, el 13 de septiembre de 1844, y al mismo tiempo Chauncey tomó una segunda esposa.

Dos años después, los mormones dejaron de ser bien vistos en Illinois, por lo que avanzaron hacia el occidente y en 1844 llegaron a la ciudad de Salt Lake.  Allí, a la edad de ocho años Ann Eliza fue bautizada cuando un obispo la llevó cargada hasta un estanque y la arrojó en las aguas.  Cuatro años después, su padre comenzó a recibir propuestas de los dignatarios de la iglesia pidiendo su mano en matrimonio.

Cuando Ann Eliza cumplió los diecisiete, Brigham Young comenzó a observarla mejor.  Más y más la joven advirtió que la miraba y la miraba, pero eso no impidió que ella se enamorara de un inglés de nombre James Dee.  Cuando Ann Eliza cumplió los dieciocho años ellos se casaron.  Pero todo no estaba bien, y al cabo de un mes la joven se dio cuenta que su matrimonio había sido un gran error.  Después de dos años y de tener dos niños, terminaron divorciándose.

Algún tiempo después, en un servicio dominical Ann Eliza advirtió que Brighman Young la miraba muy seriamente mientras estaba predicando.  Después del servicio fue hasta su casa y le pidió permiso a sus padres para casarse con ella.

La joven estaba impactada ante el pensamiento de casarse con alguien mayor que su padre, sin embargo sentía que era su obligación ceder a sus deseos.  El 7 de abril de 1869, Ann Eliza se convirtió en la esposa número diecinueve del dirigente de la iglesia mormona.  Él tenía sesenta y ocho años y ella veinticuatro.  Young mantuvo la boda en secreto, por temor a los celos de su esposa favorita.

Después del matrimonio, Young regresó a Ann Eliza a sus padres por un tiempo y luego la llevó a vivir a una pequeña casa medio en ruinas de su propiedad.  Ella aceptaba todo, excepto lo de la esposa favorita.  Vivía pobremente, recibiendo mensualmente cinco libras de azúcar, algunas velas, una barra de jabón y una caja de fósforos.  También pan de una panadería mormona y carne de cerdo.

Después de un año de matrimonio, Young decidió que Ann Eliza debía vivir en la granja, la cual suplía a sus familias con alimentos.  Después de tres años y medio en la granja, Young la trasladó a la ciudad de Salt Lake.

Allí Ann Eliza conoció al pastor de la Iglesia Metodista, y comenzó a pasar tiempo con él y su esposa.   Por primera vez en su vida tuvo la oportunidad de observar a una familia monógama, sintiéndose poderosamente atraída por el mundo que ellos representaban.  Fue así como pronto decidió que su única esperanza de felicidad estaba en abandonar el mormonismo y divorciarse de Brighman Young.  Acudió a la corte y en 1874 le fue garantizado el divorcio en medio de mucha publicidad viéndose obligada a abandonar furtivamente Salt Lake en medio de la noche, temiendo por su vida.

Una vez lejos de Utah comenzó a dar conferencias en contra de la poligamia.  Unas semanas después de escapar, fue invitada a visitar la Universidad Femenina Metodista en Delaware, Ohio.  Allí el presidente cuidadosamente le explicó el Evangelio.  Fue entonces cuando nació un nuevo amanecer para ella, y Ann Eliza abandonó las tinieblas de su pasado y comenzó una nueva vida a la luz de la gracia salvadora de Dios.

Reflexión

Cuando los misioneros mormones tocan a su puerta, ¿qué debe hacer usted?  Si no lo molesta y está preparado, asegúrese que ellos no serán los únicos en hablar y presénteles su testimonio y el Evangelio verdadero.  Si no está seguro de qué decir, entonces no los deje entrar.

“Entonces, si alguno os dijere: Mirad, aquí está el Cristo, o mirad, allí está, no lo creáis” (Mateo 24:23).

Modificado por última vez enMiércoles, 17 Agosto 2011 03:10
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