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El legado de una madre

  • Fecha de publicación: Miércoles, 24 Septiembre 2008, 14:39 horas

En abril de 1573 Maeyken Wens fue arrestada junto con cuatro personas más mientras estaban reunidos en un estudio bíblico en Antwerp, Bélgica.  Maeyken era la esposa de Mattheus Wens, un ministro anabaptista.  Los anabaptistas creían en el bautismo de los creyentes y más tarde se llamaron menonitas por su líder Menno Simons.

Después del arresto, fueron puestos en prisión bajo las condiciones más severas.  Maeyken fue interrogada repetidamente por los sacerdotes, quienes trataron de hacer que negara sus creencias.  Cuando la intimidación no funcionó, usaron la tortura, pero ni así ella negó a su Señor.

Finalmente el 5 de octubre de 1573, Maeyken Wens y los otros cuatro arrestados con ella, fueron sentenciados a ser quemados en la hoguera.  Ese día le escribió una última carta a su hijo Adrián, un joven de quince años.  Le dijo: “Oh mi amado hijo, aunque voy a ser quitada de ti de este mundo, esfuérzate desde joven por temer a Dios, y así tendrás a tu madre nuevamente allá en la Nueva Jerusalén, en donde no habrá más separaciones.  Mi querido hijo, voy a irme antes que tú; y si valoras tu alma sígueme, porque aparte de esto no hay otra forma de salvación.  Así que ahora te encomiendo al Señor para que te guarde.  Confió en que Él lo hará si lo buscas.  Ámense todos los días de su vida; toma al pequeño Hans en tus brazos ahora y cuando yo no esté, hazlo por mí.  Y si tu padre es quitado de ustedes, cuídense el uno al otro.  El Señor los guarde a todos.  Besénse el uno al otro en mi nombre, para que me recuerden.  Adiós mis amados hijos, los dos.  Hijo querido, no tengas miedo de este sufrimiento, porque no es nada comparado con ese que se debe soportar para siempre.  El Señor quitó todo temor de mí, ya que no sabía cómo regocijarme cuando fui sentenciada.  Por lo tanto dejé de sentir miedo por esta muerte temporal, y no puedo agradecer plenamente a mi Dios por la gracia tan grandiosa que me ha mostrado.  Adiós una vez más Adrián, hijo querido, siempre sé amable con tu afligido padre todos los días de tu vida, no lo agravien, por esto oro por todos ustedes, porque lo que escribí para ti que eres el mayor, es también para tu hermano menor.  Y una vez más los encomiendo al Señor.  He escrito esto después que he sido sentenciada a morir por el testimonio de Jesucristo, el día 5 de octubre, en el año del Señor Jesucristo de 1573.

Maeyken Wens”.

El día siguiente Maeyken y los otros creyentes fueron preparados para la ejecución.  El verdugo llegó a la celda y ordenó que cada uno sacara la lengua.  Les colocó una abrazadera de hierro alrededor de ella y la apretó con un tornillo, luego les quemó la punta para que se hinchara y la abrazadera se mantuviera en su lugar, impidiéndoles así hablar de sus verdugos.  Las víctimas tuvieron que marchar hasta la plaza de mercado de Antwerp.

El joven Adrián no podía permanecer lejos de su madre y llegó cargando en sus brazos a su pequeño hermano Hans de tres años.  Sin embargo, cuando vio que la llevaban hasta el lugar de ejecución y la ataban para ser quemada, se desmayó y no recuperó el conocimiento hasta que ella y los demás habían sido incinerados.

Adrián se quedó detrás después que todos se habían ido del mercado y fue a buscar las cenizas de su madre.  Allí sólo encontró su lengua con el tornillo.

Reflexión

¿Cuál es el legado que desea pasarle a sus hijos y nietos?  Tal vez valga la pena escribirle cartas explicándoles qué es importante para usted y en qué le gustaría que le imitaran.  Tal carta es conocida como “testamento moral” y puede ser mucho más valioso para nuestros descendientes que todas las posesiones que puedan recibir como herencia.

“Trayendo a la memoria la fe no fingida que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida, y en tu madre Eunice, y estoy seguro que en ti también” (2 Timoteo 1:5).

Modificado por última vez enSábado, 24 Septiembre 2011 02:59
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