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El bautismo según el Nuevo Testamento


El bautismo según el Nuevo Testamento

     Bautismo  La llamada «Gran Comisión» en Mateo 28:16-20, incluye el bautismo de todos aquellos que lleguen a ser discípulos de Cristo.  Jesús, al enviar a los suyos a predicar el evangelio, les dijo: Pero los once discípulos se fueron a Galilea, al monte donde Jesús les había ordenado.  Y cuando le vieron, le adoraron; pero algunos dudaban.  Y Jesús se acercó y les habló diciendo:

Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra.  Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.  Amén”.

Esta comisión dada por Jesús incluye tres partes:

1) Hacer discípulos en todas las naciones.  Esto significa que el evangelio no debe limitarse a cierto pueblo, nación o raza. 


2)
Bautizar a los discípulos “en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”.  La Biblia no dice cuánto tiempo hay que esperar entre el discipulado y el bautismo.  La persona que oye el evangelio y arrepentida de sus pecados acepta a Jesucristo por salvador llega a ser discípulo de él.  En ese momento debiera ser bautizada.  Sin embargo, pastores y líderes cristianos de muchas iglesias prefieren esperar un poco, de manera que la persona que acepta a Jesucristo por salvador, tiene la oportunidad de aprender algunas cosas básicas para su nueva vida.  Por eso generalmente en la iglesia los nuevos hermanos no son bautizados el mismo día en que aceptan a Jesús por salvador, aunque, como ya vimos, no hay regla alguna al respecto.

3) “Enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado”.  La enseñanza debe venir después y no antes del bautismo, si se quiere seguir estrictamente el esquema bíblico.  De manera que, si ya aceptó a Jesús por salvador, usted está ahora en condiciones de ser bautizado, pero recuerde que esto lo decide usted mismo.  Será usted quien deberá solicitar el bautismo.  Nadie sabe mejor que usted mismo si ha llegado el momento para que se identifique plenamente con el Salvador y acepte la inmersión en la bendita Trinidad, como lo expresó el Señor en la Gran Comisión.

Es deber de la iglesia, especialmente del pastor, bautizar a todos aquellos que, habiendo oído el evangelio aceptan a Jesús por salvador.  Mientras tanto, su deber como recién nacido de nuevo, es solicitar dicho bautismo y no postergarlo indefinidamente.  Cuando recibe el bautismo, usted llega a ser parte en plena comunión de la iglesia local.  En otras palabras, usted comienza a pertenecer a la Iglesia de Cristo en el mismo momento de aceptar a Jesucristo por salvador; pero eso no le hace miembro de la iglesia donde usted concurre hasta tanto sea aceptado por ésta en su seno y consecuentemente bautizado.

Si usted quiere leer otros pasajes relacionados con el bautismo acerca de cómo, por qué por inmersión y no por aspersión, su significado simbólico, etc., aquí van algunos textos: Hechos 2:37-42; 8:36-40; 9:18; 16:27-33; Romanos 6:1-4.

Sobre todo, es necesario recordar que aun nuestro Señor se sometió al bautismo aunque el mismo está directamente relacionado con el pecado, y el Señor no tuvo pecado.  Pero él cumplió así con “toda justicia” (Mt. 3:13-17).  Si usted lee con cuidado las citas indicadas, notará que para bautizarse generalmente era necesario DESCENDER al agua y SUBIR del agua, o como dice Juan 3:23: “Juan bautizaba también en Enón... porque había allí muchas aguas…”  No cabe duda que el bautismo bíblico corresponde únicamente a personas arrepentidas de sus pecados y que han aceptado a Jesucristo por salvador, y que siempre es por inmersión, ya que la palabra «bautizar» significa «sumergir».  Además es símbolo de sepultura y resurrección.

I.     ¿PARA QUIÉN ES EL BAUTISMO?

       Tal vez sería mejor comenzar a encarar este punto en forma negativa, es decir, formulando la pregunta al revés, ¿para quién no es el bautismo?:

El bautismo no es para un niño

       No hay un solo pasaje bíblico que insinúe la práctica del bautismo infantil.  No quiere decir que la Biblia ignore por completo a los niños, al contrario, con mucha frecuencia se hace referencia a la niñez, pero nunca con relación al bautismo.  Por ejemplo, aun en el Antiguo Testamento se insiste en que los padres instruyan a sus niños en la ley de Dios.  Que les hagan conocer su Palabra.  Que los disciplinen de tal manera que cuando crezcan, ellos mismos lleguen a ser de Cristo.  Se nos dice además, que algunos niños fueron presentados a Jesús, “y tomándolos en los brazos, poniendo las manos sobre ellos, los bendecía (Mr. 10:16).  Vea también Lucas 18:15 y Mateo 19:13-15.

Pero ni Juan el Bautista ni el mismo Señor ni sus discípulos ni la iglesia primitiva jamás practicaron ni conocieron el bautismo infantil.  Cuando se introdujo esta práctica, la iglesia se encontraba en una decadencia sin precedentes, pues muchos “cristianos” lo eran por orden imperial.  El verdadero cristianismo había sido sustituido por órdenes imperiales y no pocos religiosos adoptaron pronto el sistema.

¿Por qué el bautismo no es para niños?

      Al entrar en esta fase estamos obligados a tratar su significado según el Nuevo Testamento.  Aún antes de que Jesús comenzara su ministerio público, Juan el Bautista bautizaba en el río Jordán.  Su bautismo era como una demostración de arrepentimiento y como una condición para el perdón por la fe en Cristo.  Veamos, pues, lo que Juan exigía a sus bautizados: Y salía a él Jerusalén, y toda Judea, y toda la provincia de alrededor del Jordán, y eran bautizados por él en el Jordán, confesando sus pecados.  Al ver él que muchos de los fariseos y de los saduceos venían a su bautismo, les decía: ¡Generación de víboras!  ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera?  Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento (Mt. 3:5-8).

Juan reprochó duramente a los fariseos y saduceos, aparentemente muy religiosos, pero sin la condición que el bautismo requería: “Frutos dignos de arrepentimiento”.  Ellos eran conscientes de pecado, pero no daban pruebas de que se habían arrepentido.  Lo que en realidad dijo Juan es: «¿Cómo piensan ustedes que les ayudará el bautismo?»  Él estaba dispuesto para bautizarlos, pero con una condición: que trajeran frutos de arrepentimiento.

Todo el Nuevo Testamento exige este requisito de los candidatos al bautismo

       ¿Acaso no es cierto que un niño peca a cada instante?  Miente, roba, pronuncia palabras indecentes, suele faltar el respeto a las personas mayores, pelea con sus amiguitos, desobedece a los padres y otras muchas cosas.  A cada paso hace cosas y dice palabras de las cuales debe arrepentirse.

Todas las cosas enumeradas se califican en la Biblia como pecaminosas.  Bien podríamos bautizarlo si es que el bautismo pudiera quitarle todas estas mañas.  Pero sabemos que el bautismo no lo va a cambiar, porque el bautismo es para gente ya cambiada.  De modo que la responsabilidad mientras tanto es de los padres.  Son los padres quienes deben presentarlo diariamente delante del Señor en oración.

No seamos engañados, el bautismo no tiene poder mágico alguno.  Desde que fue instituido y practicado por los cristianos, su significado no ha sido alterado por Dios.  Los hombres le han dado otro significado, pero la Biblia no sugiere tal cambio.  El niño no puede ser bautizado desde el punto de vista Escritural, porque no puede entender lo del arrepentimiento y la fe.  Mucho menos un bebé, aunque los padres pretenden responder por su pequeñuelo recién nacido.  ¡Nunca hicieron esto los cristianos de los primeros siglos!  No hay argumento valedero que podamos ofrecer, comparando con lo que las mismas Escrituras enseñan.

He aquí algunos pasajes sobre el bautismo: Y eran bautizados por él en el Jordán, confesando sus pecados (Mt. 3:6).  Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo (Mt. 28:19).  El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado (Mr. 16:16).  Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas (Hch. 2:41).  Y yendo por el camino, llegaron a cierta agua, y dijo el eunuco: Aquí hay agua; ¿qué impide que yo sea bautizado?  Felipe dijo: Si crees de todo corazón, bien puedes... (Hch. 8:36, 37a).  Él entonces, pidiendo luz, se precipitó adentro, y temblando, se postró a los pies de Pablo y de Silas; y sacándolos, les dijo: Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo?  Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa.  Y le hablaron la palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa.  Y él, tomándolos en aquella misma hora de la noche, les lavó las heridas; y en seguida se bautizó él con todos los suyos (Hch. 16:29-33).

Estos y muchos otros pasajes (que no citamos por falta de espacio) recalcan lo mismo:

•      “Eran bautizados... confesando sus pecados”
•      “Haced discípulos... bautizándolos”
•      “El que creyere y fuere bautizado”
•      “Los que recibieron su palabra fueron bautizados”
•      “¿Qué impide que yo sea bautizado?...  Si crees de todo corazón, bien puedes”
•      “Y le hablaron la palabra del Señor... y enseguida se bautizó él con todos los suyos”

Fácilmente se puede notar que lo que precede al bautismo ningún niño de corta edad puede cumplir.  Es decir, oír la palabra o el evangelio de salvación, luego aceptarlo como proveniente de Dios, arrepentirse de sus pecados a la luz de esa palabra y así ser bautizado al ser hecho hijo de Dios por la fe, no por el bautismo.

No encontramos un solo pasaje en la Biblia donde se nos dice que eran bautizados niños, pero sí habla específicamente del bautismo de “hombres y mujeres”: Pero cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban HOMBRES Y MUJERES (Hch. 8:12).  ¿Por qué no dice Lucas: «Hombres, mujeres y niños?»

¿Cómo es que ningún escritor sagrado los menciona en relación con el bautismo?  La respuesta es clara: El bautismo infantil no es cristiano, es un sistema completamente al margen de las Escrituras; y es uno de los errores que produjo el oscurantismo.

En el caso del carcelero de Filipos y luego en el de Crispo, se nos dice del bautismo de toda la familia, es decir, que todos ya estaban en la edad que podían oír y entender la Palabra: Y Crispo, el principal de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su casa; y muchos de los corintios, oyendo, creían y eran bautizados (Hch. 18:8).

Todos estos pasajes nos enseñan que ni los inconversos ni los niños tienen acceso al bautismo cristiano, porque el bautismo del Nuevo Testamento ES PARA CRISTIANOS, NO PARA HACER CRISTIANOS.

II.   ¿CUÁL ES LA FORMA BAUTISMAL?

       Es notable que siempre las cosas más sencillas, las menos complicadas, son las que adoptamos con mayor facilidad.  Esto precisamente ocurrió en cuanto a la forma bautismal.

El significado de la palabra

       Antes de hablar de la forma bautismal, debemos aclarar el significado de la palabra «bautismo».  Originalmente la palabra se escribe «baptizo».  Ésta se usa en la versión común de las Escrituras en el griego, de modo que la palabra no se ha traducido a nuestro idioma, sino que se la ha españolizado.  Por cuanto el significado de baptizo es «sumergir, zambullir, meter debajo del agua», si se la hubiera traducido, diría por ejemplo así: “El que creyere y fuere (SUMERGIDO), será salvo” (Mr. 16:16).  No hay manera alguna de acomodar a la fe cristiana, ni el bautismo infantil por aspersión.  Sin embargo, muchos cristianos, no sólo católicos, aceptan hoy la aspersión sin reparo, alegando que después de todo es sólo un símbolo y que no importa cómo se practica.  Si no fuera importante, los primeros en adoptar esta forma fácil, hubieran sido los apóstoles, ya que ellos se vieron en la complicada situación y obligación de bautizar a miles por día, y eran relativamente pocos los que podían administrar el bautismo.  ¡Pero por más que busquemos justificar Escrituralmente la aspersión, no podremos hacerlo jamás!

La Biblia nos enseña que eran sumergidos

       Algunas personas han visto la figura supuesta de Juan el Bautista en el Jordán bautizando al Señor Jesús, donde éste (el Señor) entra al agua hasta la cintura y de pie, Juan levanta un pequeño recipiente con agua y la hecha sobre su cabeza.  Si usted no conoce su Biblia, pero conoce las pinturas que pretenden ilustrar el bautismo, no es extraño que esté confundido.

El bautismo por aspersión aparece por primera vez en el tercer siglo de nuestra era.  Fue practicado ocasionalmente.  Recién en el siglo cuarto claramente se adoptaron, por un lado, el bautismo por inmersión y por el otro, el de aspersión.  El bautismo y su forma no era tema de discusión, simplemente por su significado etimológico y su función simbólica en todo el Nuevo Testamento.

Por ejemplo, la Iglesia Anglicana adoptó la aspersión en el año 1644.  Un año antes (1643) fue votado por su jerarquía y la votación resultó en 25 a 24 a favor de la aspersión.  Antes de esta fecha, su forma era clara en base al significado etimológico de la palabra en su original.

Nos bastaría con lo del significado de la misma palabra «bautizar», pero todavía, para quienes desconfíen del griego, veamos cómo eran sumergidos los creyentes: Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua… (Mt. 3:16a).  Claramente se desprende que para SUBIR del agua, Jesús primeramente debió BAJAR al agua, pues de otra manera no sería posible para Juan sumergir al Señor.  Y si queremos practicar el bautismo instituido por nuestro Señor, aquí lo tenemos.  A éste y no a otro se sometió el Señor: Juan bautizaba también en Enón, junto a Salim, porque había allí muchas aguas; y venían, y eran bautizados (Jn. 3:23).  El hecho de que Juan haya escogido Enón para bautizar, tiene como causa la cantidad o profundidad del agua; de lo que claramente vemos que el bautismo entonces, era igual al que hoy practican muchas iglesias fundamentalmente evangélicas.  Esto no significa que todos los que creen en el bautismo por inmersión y se someten a él, son realmente evangélicos, pues hay muchas otras cosas que los creyentes deben practicar.  Pero tratándose del bautismo, existen hoy iglesias que aún lo practican en el río cuando carecen de un bautisterio adecuado para hacerlo.  La necesidad de “muchas aguas” es obvia, pues no era ni es posible hoy sumergir en un vaso o un lebrillo.

Y mandó parar el carro; y descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco, y le bautizó.  Cuando subieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe... (Hch. 8:38, 39a).  Aquí vemos que ambos, Felipe el evangelista y su interlocutor, el bautizado, “descendieron” al agua.  No era posible subir al carro aquel río que cruzaba el camino, por lo que necesitaban ellos descender si querían sumergir uno al otro, ya que «bautizar» es «sumergir». Hay muchos otros pasajes que indican la inmersión, pero avancemos considerando aún otros detalles.

La Biblia nos enseña que el bautismo simboliza la sepultura y la resurrección

       Si lo anteriormente mencionado no nos basta para convencernos del bautismo escritural, veamos lo que Pablo dice en la siguiente explicación: ¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte?  Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva (Ro. 6:3, 4).  De manera que, simbólicamente “somos sepultados juntamente con él (Cristo) para muerte por el bautismo”.  ¿Qué ocurre luego?  Nos levantamos del agua y ya no simbolizamos la muerte, sino la resurrección.  ¡Maravilloso emblema!  Pero... ¿Puede usted representar todo esto que el bautismo escritural permite mediante la aspersión?  El agua en la inmersión nos cubre por completo, esto es inmersión o bautismo, igual como la tierra cubre por completo el cadáver.

La Biblia nos enseña que el bautismo es además una ordenanza divina

       Hay enseñanzas del Señor en las Escrituras que han sido alteradas por los hombres debido a ciertas conveniencias personales.  Recordemos que, después de todo, una de ellas es el bautismo, y todo aquel o aquellos que tenemos la responsabilidad de enseñar a otros debemos recordar siempre las palabras del Señor cuando dijo: De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; mas cualquiera que los haga y los enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos (Mt. 5:19).

Tal vez con no poca razón pensamos que el bautismo está entre los mandamientos “pequeños”, pero ello no nos autoriza a alterar su forma.  Desde luego que en este folleto no nos ocupamos de considerar el significado erróneo que muchos llamados cristianos han dado al bautismo en el sentido de que es indispensable para la salvación.  Reconocemos que el bautismo es para los ya salvos, de modo que si alguien por razones de fuerza mayor no puede someterse a la inmersión, no debe hacerlo.  El Nuevo Testamento no reclama un bautismo “prefabricado”.  Si alguien ha sido salvado por haber confiado en Cristo y luego ha sido bautizado por aspersión, delante del Señor simplemente no ha sido bautizado.  Sigamos los pasos de Cristo y no la filosofía de la tradición, la iglesia u otro grupo.  Recordemos que cuando Jesús iba a Juan para ser bautizado, éste se le oponía diciendo: Yo necesito ser bautizado por ti… Pero Jesús le respondió: Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia… (Mt. 3:14, 15).  ¡Este debe ser nuestro genuino deseo: cumplir aun en el acto bautismal con “toda justicia!”

No nos engañemos ni forcemos las Escrituras para acomodar sus enseñanzas a lo que nos enseñaron y hemos hecho por creerlo correcto.  Tampoco debemos conformarnos con el hecho de que hay tantas otras cosas más importantes que los creyentes y las iglesias han abandonado o alterado, que entonces habría que remediar todo aquello.  Estoy plenamente de acuerdo con esto, pero... ¿Tenemos que añadir entonces un error más a los que ya existen?  Aquellos que invocan esto deben recordar que ya es tiempo de ir corrigiendo los errores, y tal vez el mismo bautismo sea un punto por donde comenzar.

Recalcamos que el bautismo no salva, es Cristo el que salva.  Pero también es cierto que todo creyente sincero y fiel, no puede menos que hacer en todo la voluntad de su Dios, rey y Señor.

La Biblia nos enseña que debemos bautizar “en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”

       Desde hace algunas décadas surgió una nueva corriente herética promovida por la llamada Iglesia Apostólica.  Tanto este grupo como otros que hay por allí, especialmente en algunos estados de México, insisten en lo que se dio por llamar «el bautismo en el nombre de Jesús».

Estos grupos generalmente ostentan también otras doctrinas contrarias a las enseñanzas del Nuevo Testamento, pero en este folletito solamente mencionaremos el bautismo.

Basándose en algunos pasajes donde la Biblia dice: “...fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús” (Hch.19:5), estos grupos alegan que no se debe invocar al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo en el momento del bautismo, sino únicamente el nombre de Jesús.

En la Gran Comisión (Mt. 28:19), Jesús dice: “…bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”.

Esta ordenanza de Jesús es terminante y clara.  Sin embargo nos preguntamos: ¿Por qué en algunos casos, especialmente en Hechos, se dice que solamente “fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús”, ignorando completamente al Padre y al Espíritu Santo?  Hechos 10:48 y 22:16 parecen dar el mismo sentido.  Pero estos no son los únicos pasajes que hablan de personas que fueron bautizadas.  Note por ejemplo, Hechos 2:41; 8:12; 9:18; 16:15, 33 y 18:8.

Todos estos pasajes hablan del bautismo, pero no dicen que fue únicamente “en el nombre del Señor Jesús”, sino que, “fueron bautizados”.  ¿Por qué, pues, de todos modos aparecen algunos casos donde se destaca “en el nombre del Señor Jesús” y no “en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo?”

La respuesta es muy clara si se tiene presente que a nuestros hermanos de la Iglesia primitiva, aquellos que creían en un Dios único, que se despojaban de la pluralidad de dioses, especialmente los que provenían del judaísmo, tanto judíos propiamente dichos como prosélitos, quienes era profundamente monoteístas, no les era difícil aceptar a un Dios único que se presenta como Padre y como Espíritu.  El hecho de que ellos así lo creyeran, no significaba que había “dos Dioses”.  Ellos entendían que “Dios es Espíritu”, por lo cual lo conocían como “Dios Padre” (el Creador y Sustentador de todas las cosas) y Dios Espíritu (el que se acercaba a ellos por medio de los profetas).

El problema era reconocer que en realidad Dios era Trino: Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu.  De la Trinidad, la persona rechazada era el Hijo, por lo cual cuando Lucas (en Hechos) nos dice que eran “bautizados en el nombre del Señor Jesús” destaca que las personas que eran regeneradas, comprendían que realmente Jesucristo era la manifestación divina.  No era un hombre común y corriente, un carpintero de Nazaret, sino que era realmente Dios manifestado en forma de hombre.

De manera que al bautizar únicamente en el nombre de Jesús, quienes así lo hacen, niegan realmente la deidad de Cristo, o bien la doctrina del Dios Trino, o lo que es más claro aún, niegan la deidad de Dios Padre y Dios Espíritu.  No se trata aquí solamente de una “fórmula bautismal” que puede ser de esta o de otra manera, sino que tras esta alteración que parece casi insignificante, se esconden otras doctrinas fundamentales del Nuevo Testamento.

La lista de pasajes bíblicos que mencionamos anteriormente, si bien no agregan que fueron bautizados “en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”, tampoco dicen que lo fueron solamente en el nombre de Jesús, por lo cual no niegan que ellos fueran bautizados de acuerdo a Mateo 28:19.

Tenga especial cuidado y no se una a grupos que niegan la ordenanza bautismal tal cual aparece en Mateo 28:19.  Al indicar Lucas que “fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús”, no niega que lo fueron también “en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”.  Lucas destaca que esta gente no tenía el problema que se presenta en Juan 10:33b, cuando le dijeron a Jesús: “...porque tú, siendo hombre, te haces Dios”.  Lucas destaca el auténtico cambio de esta gente al aceptar la deidad de Cristo.

III.  AHORA QUE SOY BAUTIZADO

Si usted aceptó al Señor Jesús, no dude de su salvación

       La mejor manera para saber que somos salvos, es mediante el testimonio de la Palabra de Dios, la Biblia.  Es decir, Dios nos dice que, bajo ciertas condiciones, nosotros obtenemos la salvación.  Estas condiciones son:

1)    Que el pecador debe OÍR (o LEER) la Biblia, para darse cuenta, tanto de su estado pecaminoso y condenado como de la salvación que Dios le proveyó en la persona de Cristo Jesús.

2)    Que el pecador debe RECIBIR, lo que significa depositar su confianza, su fe en Cristo para la salvación.  Esta parte incluye:

a.  Sincero arrepentimiento del pecador.

b.  Sincera y total entrega de su ser a Cristo Jesús como Señor.

c.  Aceptación total de que uno ya ha sido perdonado y salvado.

3)    Que el pecador debe SABER que ya es hijo de Dios, con todos los privilegios de tal condición.

Para complementar lo anteriormente mencionado, lea los siguientes pasajes: Juan 1:11, 12 y 3:16; Hechos 2:36-42; 1 Juan 3:1-3 y 5:9-12.

En todos estos textos notará que la Biblia asegura que la salvación es un hecho cuando el pecador se rinde a Cristo.

¿Cómo se conduce usted?

       La otra manera para saber que se es hijo de Dios, es por la conducta de uno mismo.  Jesús dijo que “el árbol malo” (que representa al pecador no salvo aún) “da frutos malos”, y que el “buen árbol” (que representa al pecador ya regenerado y perdonado) “da buenos frutos”.  De otra manera, dice Jesús, no puede ser (Lc. 6:34-35).

En una persona regenerada hay un fuerte deseo de agradar a su nuevo amo, el Señor Jesús.  También existe un verdadero deseo de conocer Su voluntad mediante la lectura de la Biblia y la asistencia a los servicios en el templo donde se predica y se explica la Palabra de Dios.  Si no existen estas inquietudes en usted, lo más probable es que no haya sido regenerado realmente.  Usted probablemente aceptó la membresía de una iglesia evangélica, pero en realidad no aceptó al Señor Jesús como su salvador personal.

Sobre la importancia de concurrir regularmente al templo, lea en Hebreos 10:23-25 y en Hechos 2:41-47.

Otro aspecto importante cuando uno realmente fue salvo, es que siempre tiende a la SANTIFICACIÓN.  En otras palabras, se trata de una persona que tiene un genuino deseo de ir abandonando sus viejos hábitos de pecado para vivir como corresponde a una persona en quien ya habita el Espíritu Santo.  Lea 1 Juan 3:3.

¿Cómo vivir la vida nueva?

       Si usted quiere realmente vivir la vida cristiana, a continuación encontrará algunas herramientas que le serán absolutamente necesarias:

1)    Aprenda a orar y hágalo diariamente en el nombre de Cristo.  No olvide que, habiendo aceptado a Jesús como salvador, usted tiene derecho a decirle a Dios “Padre mío”.  Diríjase a él como a un Padre lleno de poder, de amor y de misericordia.

2)    Aprenda también a escucharle.  Si Dios es su Padre, él quiere que usted le hable, pero él también quiere que le escuche.  Esto puede hacerlo leyendo diariamente la Biblia.  Dios le habla directamente cuando usted lee Su Palabra.  Este diálogo entre usted y Dios, le proporcionará grandes dividendos en su nueva vida.  Usted aprenderá a depender de Él y sabrá descubrir Su voluntad en cada circunstancia de la vida.

3)    Nunca olvide que en el momento de aceptar a Jesús por Salvador, usted recibió al Espíritu Santo, aun antes de ser bautizado.  Cuidado, porque hay quienes enseñan que recibir el Espíritu Santo es algo que ocurre después de ser uno salvo.  En otras palabras, dicen que es algo que “hay que pedirle a Dios y que hay que tener cierta experiencia extraordinaria”.  La Biblia no enseña tal cosa, porque al igual que la salvación, el Espíritu Santo es un regalo de Dios, de manera que él extiende este regalo a toda persona que le abre su corazón, su ser, y en ese momento el Espíritu Santo interviene en quien se rinde a Cristo.  Lea sobre esto en Efesios 1:13, 14; 1 Corintios 12:13; 2 Corintios 1:21, 22 y Gálatas 4:6.

4)    No deje de concurrir a los servicios y congregarse con los hijos de Dios.  Participe de las actividades de la iglesia, sea un ganador de almas, ofrende y diezme con gozo, sabiendo que Dios le ha rescatado del fango del pecado a fin de que usted le sirva, para la gloria de Él y para felicidad suya.

Tenga muy en cuenta a qué iglesia se une, y si tiene dudas, escríbanos que con mucho gusto le orientaremos para que no caiga en medio de tantas corrientes heréticas que tienen apariencia y nombres cristianos.

       J. A. Holowaty

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