La crucifixión
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La crucifixión
La noche anterior, los sacerdotes y los fariseos habían enviado un batallón de soldados romanos con Judas, para arrestar a Jesús en el huerto de Getsemaní y llevarlo a juicio ante el sumo sacerdote y el Sanedrín.
Después que concluyó la audiencia en las primeras horas de la mañana del día 3 de abril del año 30 ó 32 de la era cristiana, el Señor fue llevado ante Poncio Pilato, el gobernador romano.
“Entonces Pilato volvió a entrar en el pretorio, y llamó a Jesús y le dijo: ¿Eres tú el Rey de los judíos? Jesús le respondió: ¿Dices tú esto por ti mismo, o te lo han dicho otros de mí? Pilato le respondió: ¿Soy yo acaso judío? Tu nación, y los principales sacerdotes, te han entregado a mí. ¿Qué has hecho? Respondió Jesús: Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí. Le dijo entonces Pilato: ¿Luego, eres tú rey? Respondió Jesús: Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz. Le dijo Pilato: ¿Qué es la verdad? Y cuando hubo dicho esto, salió otra vez a los judíos, y les dijo: Yo no hallo en él ningún delito. Pero vosotros tenéis la costumbre de que os suelte uno en la pascua. ¿Queréis, pues, que os suelte al Rey de los judíos? Entonces todos dieron voces de nuevo, diciendo: No a éste, sino a Barrabás. Y Barrabás era ladrón”...
“Y el gobernador les dijo: Pues ¿qué mal ha hecho? Pero ellos gritaban aún más, diciendo: ¡Sea crucificado! Viendo Pilato que nada adelantaba, sino que se hacía más alboroto, tomó agua y se lavó las manos delante del pueblo, diciendo: Inocente soy yo de la sangre de este justo; allá vosotros. Y respondiendo todo el pueblo, dijo: Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos. Entonces les soltó a Barrabás; y habiendo azotado a Jesús, le entregó para ser crucificado” (Juan 18:33-40, Mateo 27:23-26).
El siguiente evento fue verdaderamente increíble. Aunque el Señor había nacido para ser rey y había sido ungido por el Espíritu Santo inmediatamente después de su bautismo, nunca había sido coronado oficialmente. Después que los soldados lo golpearon, lo coronaron, usando todas las características principales de la coronación de un césar.
En el imperio romano, los soldados frecuentemente escogían al siguiente césar. Aquí “Los soldados entretejieron una corona de espinas, y la pusieron sobre su cabeza, y le vistieron con un manto de púrpura... Y pusieron sobre su cabeza una corona tejida de espinas, y una caña en su mano derecha; e hincando la rodilla delante de él, le escarnecían, diciendo: ¡Salve, Rey de los judíos!... Entonces Pilato salió otra vez, y les dijo: Mirad, os lo traigo fuera, para que entendáis que ningún delito hallo en él. Y salió Jesús, llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Y Pilato les dijo: ¡He aquí el hombre! Cuando le vieron los principales sacerdotes y los alguaciles, dieron voces, diciendo: ¡Crucifícale! ¡Crucifícale! Pilato les dijo: Tomadle vosotros, y crucificadle; porque yo no hallo delito en él... Así que entonces lo entregó a ellos para que fuese crucificado. Tomaron, pues, a Jesús, y le llevaron” (Juan 19:2, Mateo 27:29, Juan 19:4-6,16).
“Y cuando llegaron a un lugar llamado Gólgota, que significa: Lugar de la Calavera... Entonces crucificaron con él a dos ladrones, uno a la derecha, y otro a la izquierda... Y pusieron sobre su cabeza su causa escrita: ESTE ES JESÚS, EL REY DE LOS JUDÍOS” (Mateo 27:33,38,37).
A las tres de la tarde un terremoto estremeció a Jerusalén cuando Él moría, exactamente a la misma hora en que los corderos pascuales eran sacrificados por todo Jerusalén. El apóstol Pablo más tarde escribió: “... Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero)” Gálatas 3:12b y 13).
El Señor Jesucristo pagó el castigo por los pecados de su pueblo a fin de que pudieran ser perdonados en una base justa.
Reflexión
El 3 de abril del año 30 ó 32, fue el día más importante en la historia humana porque sobre la cruz el nuevo Rey de reyes sufrió y murió, pagando la pena por los pecados de su pueblo. Todos los que confían en Él como su Salvador y Rey, reciben perdón de los pecados y vida eterna. ¿Y usted, ha confiado en Él?
“El centurión, y los que estaban con él guardando a Jesús, visto el terremoto, y las cosas que habían sido hechas, temieron en gran manera, y dijeron: Verdaderamente éste era Hijo de Dios” (Mateo 27:54).