Un ministerio fiel
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Un ministerio fiel
Dios usó la influencia de Robert y James Haldane, dos hermanos escoceses, para alcanzar a todo el extremo de África. Convertidos en 1795, ellos comenzaron a predicar en Escocia.
James evangelizó en Edimburgo por años. Después de ministrar en Escocia, Robert fue a Ginebra, Suiza y comenzó un estudio bíblico. La mayoría de quienes asistieron a sus clases se convirtieron en predicadores usados por Dios para llevar un despertar espiritual a Suiza y Francia. Esto dio origen en 1822 a la Sociedad Misionera Evangélica de París. Cuando Robert Haldane estaba a punto de morir en 1842, poco sabía de qué forma su influencia convergería y alcanzaría a un pequeño muchacho que para entonces cuidaba pavos en una granja francesa.
Uno de los estudiantes de Robert en Ginebra era Ami Bost, quien se convirtió en pastor de una iglesia en Asniers, Francia, fundada originalmente por John Calvino. En esa iglesia se encontraba la señora Coillard, una viuda pobre con siete hijos. Ella había dedicado su hijo menor Francois al ministerio, quien aunque era un niño de seis años tenía que cuidar a unos pavos para ayudar en el sostenimiento de su familia. Cuando Ami Bost llegó a la iglesia, su predicación avivó una pasión por las misiones en el exterior, en el corazón del impresionable joven Francois.
A la edad de diecisiete años, Francois fue admitido en un entrenamiento escolar para jóvenes carentes de medios. El fundador y director era Monsieur Jaquet, un hombre de gran fe cuyo lema para la escuela era “El Señor proveerá”.
Un domingo, en lugar de su acostumbrado sermón un poco pesado, Jaquet leyó un folleto que finalizaba con esta pregunta: “¿Qué es usted, trigo o paja?”. Francois se sintió atormentado por la pregunta, sin poder comprender qué significa. Luchó por días, incapaz de captar el concepto de creer. Más tarde escribió que finalmente “un rayo de luz brilló en la noche de su angustia”. Vio que creer significaba la salvación de Dios por medio del Señor Jesucristo, sin reservas. Una paz desconocida previamente inundó su alma, y la esperanza iluminó el resto de su vida.
Después de atender la universidad, el seminario y las escuelas misioneras, Francois pidió que lo enviaran a un lugar en donde ningún otro misionero hubiera ido antes. Las Sociedad Misionera Evangélica de París lo asignó a Basutoland, el moderno reino de Lesoto en África del Sur.
Antes de salir para África, Francois habló en una reunión misionera en París y una joven mujer escocesa llamada Christina Mackintosh estaba en la audiencia. Cuando ella era niña, su familia había atendido la iglesia de James Haldane y bajo su influencia el padre de Christina más tarde se convirtió en ministro. Mientras escuchaba al entusiasta joven misionero recluta, se despertó en ella un profundo deseo por dedicarse al trabajo misionero. Cuando los dos se conocieron después de la reunión, fue amor a primera vista de parte de Francois, pero era demasiado tímido para dar a conocer sus sentimientos.
Cuando el joven misionero llegó a África en 1857, limpio, rasurado y listo para comenzar, los africanos de inmediato le informaron que nadie escucharía a un hombre sin una barba y una esposa. De inmediato dejó que le creciera la barba, pero asegurar una esposa era un reto mayor. Entonces pensó en la encantadora Christina Mackintosh, y después de mucho orar, siguió la costumbre francesa de escribirle a un amigo mutuo para que le propusiera matrimonio en su nombre. Seis meses después, Francois recibió una carta en la que le decían que ella no le conocía lo suficiente.
Él esperó dos largos años antes de tratar nuevamente. En esta ocasión le escribió a Christina directamente. Cuando ella recibió su carta, experimentó una paz y sintió que esa era verdaderamente la voluntad de Dios para su vida. El 5 de julio de 1860, Francois recibió su respuesta. Ella se embarcó para África y se casaron en 1861.
Francois y Christina Coillard sirvieron juntos por treinta años hasta que ella murió en 1891. La culminación de sus años fructíferos de servicio fue la fundación de estaciones misioneras a lo largo del río Zambest en Zambia moderna.
El fruto de los hermanos Haldane se extendió en medio mundo. Más de dos millones de cristianos evangélicos en Zambia hoy, son parte de la labor de ellos.
Reflexión
Dios tiene propósitos de los cuales nosotros no sabemos nada. Si somos fieles para con Él, sin duda nos usará para llevar a cabo cosas con los cuales nunca habíamos soñado. Nuestra responsabilidad es confiar y obedecer. Los resultados dependen de Él.
“Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová” (Isaías 55:8).