El día de San Bartolomé
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El día de San Bartolomé
El Señor Jesucristo dijo con relación a los últimos días: “Os expulsarán de las sinagogas; y aun viene la hora cuando cualquiera que os mate, pensará que rinde servicio a Dios. Y harán esto porque no conocen al Padre ni a mí” (Juan 16:2 y 3).
En París, el 18 de agosto de 1572, nacieron las esperanzas para la paz entre los militantes católicos y protestantes. En ese día una boda real entre el rey evangélico Enrique de Navarra y la reina católica Margarita de Valois, unieron a las dos facciones hostiles. Margarita era la hermana del joven rey Carlos Noveno de Francia, y la hija de Catalina de Medici, la poderosa reina madre. Los nobles, protestantes y católicos que habían peleado los unos contra los otros, por espacio de diez años al final terminaron celebrando. Miles de protestantes llegaron a París para la boda. Las festividades duraron varios días.
El calvinismo había llegado a Francia en 1555, y unos años después de eso, había miles de Iglesias Francesas Reformadas, y cerca de la mitad de la población había abrazado la fe de la Reforma. Los franceses protestantes llegaron a ser conocidos como los Hugonotes.
El conflicto estalló en 1562, con la masacre de Vasy, en la cual veintitrés Hugonotes fueron asesinados y cien heridos. Los Hugonotes libraron tres guerras religiosas sucesivas. Entre 1562 y 1572 tuvieron lugar dieciocho masacres de Hugonotes, cinco de católico romanos y treinta asesinatos.
Mientras Catalina, la reina madre, estaba planeando la boda de su hija, también estaba tramando el asesinato del almirante Gaspar de Coligny, un popular héroe de guerra francés que se había convertido en líder de los Hugonotes.
El 22 de agosto el asesinato planeado falló. Esta ignominiosa conjura llevada a cabo un poco después de la boda real amenazaba con avergonzar a la familia real. Al día siguiente, cerca de la media noche, el rey francés de veintidós años hermano de la esposa, le grito a su madre en un arrebato de ira: “Si vas a asesinar a Coligny, por qué mejor no asesinas a todos los Hugonotes en Francia, para que así no haya uno que me odie”.
Siguiendo esta impetuosa directiva, Catalina ordenó el asesinato de todos los líderes Hugonotes que se encontraban en ese momento en París, incluyendo esos que habían sido invitados a la boda. La masacre comenzó el 24 de agosto de 1572, que era el día de San Bartolomé. Las puertas de la ciudad fueron cerradas para que así ninguno pudiera escapar. El almirante Coligny fue asesinado primero mientras estaba arrodillado orando.
Muchos de los Hugonotes nobles que fueron invitados a la boda real estaban hospedados en Louvre. Los llamaron al patio y allí les fueron disparando uno por uno, conforme aparecían. El rey Carlos Noveno observaba todo con aprobación.
Durante la noche los hogares de los Hugonotes en París habían sido marcados con cruces blancas. Antes de despuntar el alba, los mensajeros fueron enviados a través de la ciudad, gritando: “¡Maténlos! ¡Maténlos! El rey lo ordena”. Un frenesí asesino se desató por toda la ciudad. Familias Hugonotas enteras fueron arrastradas hasta las calles y asesinadas. Le abrieron el vientre a las mujeres embarazadas y estrellaban a las criaturas contra el pavimento. El amanecer del día de San Bartolomé alumbró a miles de Hugonotes martirizados.
Pero esta carnicería tuvo un costo para el rey. Carlos Noveno pronto comenzó a tener pesadillas sobre la masacre. En menos de dos años, a la edad de sólo veinticuatro estaba muriendo. Sus últimos días estuvieron plagados con visiones de sus víctimas, y le decía a gritos a su enfermera: “¡Qué derramamiento de sangre, que matanza! ¿Por qué tuve que seguir tan perverso consejo? ¡Oh Dios mío, perdóname... ¡Estoy perdido!”.
Reflexión
El día de la masacre de San Bartolomé fue uno de los más horribles que el pueblo de Dios pudo jamás haber experimentado. Sin embargo, el Señor Jesucristo dijo que lo peor todavía estaba por venir. ¿Cómo puede usted prepararse para una persecución aún mayor si vive para experimentar ese día futuro y horrible?
“Porque habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá” (Mateo 24:21).