Con un himno en su corazón
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Con un himno en su corazón
El 3 de octubre de 1832 nació una niña en el hogar del pastor de la iglesia en Froderyd, Suecia. Fue llamada Carolina Sandell, pero todos le llamaban Lina. Fue una niña frágil desde su infancia, y prefería pasar el tiempo en el estudio de su padre que jugar con otros niños afuera.
A la edad de doce años se vio aquejada por una enfermedad misteriosa que la dejó paralizada.
Un domingo por la mañana cuando todos se habían ido a la iglesia, le pidió al Señor que la ayudara para poder abandonar la cama, ¡y lo hizo! Asombrada se vistió ella misma y caminó lentamente a través de la habitación. Difícilmente podía esperar para contarle a sus padres cómo Dios había respondido a sus oraciones y la había sanado.
Lina, quien era una niña sensible y expresiva, comenzó a escribir su diario a una edad temprana. Mientras registraba sus pensamientos, descubrió que a menudo le llegaban en forma poética, y a la edad de dieciséis años publicó un pequeño libro de poemas.
Cuando tenía veintiséis, emprendió un viaje con su padre a Gothenberg que cambió su vida. Lo que comenzó como una placentera aventura resultó en una tragedia. Cuando cruzaban el lago Vattern, la pequeña embarcación se bamboleó haciendo que su padre cayera por la borda, y ante sus horrorizados ojos se ahogó.
Los siguientes tres años fueron para Lina un tiempo de angustia y de escudriñar su alma. La única cosa que le proveía consuelo era escribir himnos que parecían fluir de su quebrantado corazón. Al cabo de un año de la muerte de su padre, catorce de sus himnos fueron publicados anónimamente en el periódico cristiano Budbararen, los que permanecieron como los más populares del total de seiscientos cincuenta que escribió. Entre los catorce iniciales estaban Hijos del Padre Celestial, y Día en Día Cristo está conmigo.
A la edad de treinta y cinco años, Lina contrajo matrimonio con C. O. Berg, un mercader de Estocolmo, pero continuó escribiendo himnos bajo las iniciales “L. S” de su nombre de soltera.
A sus himnos les puso música Oskar Ahnfelt un exmiembro de la Real Opera quien era conocido como el “Trovador sueco”. Durante un despertar espiritual conducido por el predicador laico Carl Roseniuos, quien también escribía himnos, Ahnfelt viajó a través de Suiza cantando los himnos de Lina, acompañándose a sí mismo con su guitarra de diez cuerdas. Lina dijo en una ocasión: “Ahnfelt ha cantado mis canciones en el corazón de las personas”.
La otra que ayudó a dar a conocer sus himnos fue Jenny Lind. Conocida como “El ruiseñor sueco” y considerada como la soprano más importante de su día, Lind era una cristiana comprometida que amaba la predicación de Carl Rosenius y el canto de Ahnfelt. Ella proveyó los fondos para imprimir la primera edición de Cantos de Ahnfelt, el cual consistía principalmente de los himnos de Lina Sandell y de Carl Rosenius.
Jenny Lind no sólo fue responsable por la impresión de los himnos de Lina, sino que también los popularizó al cantarlos en muchas cruzadas evangelísticas. Después de retirarse de la ópera, el testimonio de Jenny Lind para el Señor fue ampliamente conocido por medio de los himnos de Lina que cantaba.
Lina murió a la edad de setenta y un años. En su funeral el coro entonó Hijos del Padre Celestial, y la congregación se unió simultáneamente en el canto de este himno tan amado y familiar:
Hijos del Padre Celestial
Reúnanse seguros en su regazo;
Ni el pájaro que anida, ni la estrella en el cielo,
Tuvo jamás un refugio como éste.
Dios cuida y provee alimento para los suyos
En sus santas cortes, ellos florecen;
De las cosas malas, los libra;
En sus poderosos brazos, los lleva.
Para muchos, la atracción emocional de estas hermosas palabras, continúa hasta este mismo día.
Reflexión
¿Tiene un himno favorito? ¿Qué lo hace especial para usted? ¿Son sus palabras, o es un recuerdo que asocia con él? Demasiado a menudo, le prestamos muy poca atención a las palabras de nuestros himnos favoritos. Identifique cuál es el suyo y piense cuidadosamente en sus palabras, línea por línea. Permita que sea el mensaje de Dios para hoy.
“Porque has sido mi socorro, y así en la sombra de tus alas me regocijaré” (Salmos 63:7).