Un mártir de la reforma
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Un mártir de la reforma
La historia de la vida y muerte de Hugh Latimer no deja de impresionar a través de los siglos. De ser uno de los más férreos opositores a la Reforma, y de los sacerdotes católicos más importantes de su época, pasó a ser el predicador protestante más grande de su tiempo y uno de los iconos del mensaje del Evangelio, el que proclamó con inquebrantable convicción, incluso hasta el martirio.
Hugh Latimer nació en Thurcaston, Leicestershire, en 1485. Completó sus estudios teológicos en 1514 en la Universidad de Cambridge. Al año siguiente, llegó su nombramiento papal para ser ordenado sacerdote. Sobresaliente y devoto, se destacó como un contrapeso a las ideas luteranas que se difundían por las islas Británicas y se infiltraba en los claustros universitarios. Además de estudioso, era un hombre profundamente piadoso. Su fidelidad a la Iglesia de Roma no era mayor que su sincera creencia en Jesucristo.
Era un gran orador, y en un principio ocupaba esta capacidad para atacar a los que impulsaban la Reforma en la iglesia. Se distinguía por un fervor que culminaba en el fanatismo. Era siempre el primero en las procesiones y se le veía llevar con mucho orgullo la cruz de la universidad.
Como un nuevo Saulo perseguía a los cristianos evangélicos y en algunos discursos tuvo tanto éxito que muchos creyeron que había aparecido el hombre capaz de medirse con Lutero y darle a la iglesia de Roma un triunfo deslumbrante.
Thomas Bilney concibió el plan de ganarlo para el Evangelio a fin de que sus dones fuesen puestos al servicio de mejor causa, y para comenzar su difícil tarea se valió de un procedimiento un tanto extraño. Se dirigió donde Latimer se encontraba, y le pidió que escuchase su confesión. Pero... ¿Qué ocurría? ¡Bilney conocido como el campeón de la herejía pedía confesarse ante el campeón del papismo!
Latimer creyó que sus discursos habían conseguido convencerle y que una vez sometido Thomas Bilney, harían lo mismo todos sus seguidores. El presunto penitente se arrodilló delante del confesor, y comenzó a hacer una confesión muy diferente a la que estaba acostumbrado a escuchar el sacerdote. Le habló de las grandes angustias de su alma, y cuán inútiles habían sido todas las obras, ceremonias y sacramentos que practicó, para verse libre de ellas.
Con voz emocionada y profunda sinceridad, le habló de cómo encontró la paz, cuando dejando todo confió en el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Le habló a Latimer del espíritu de adopción que había recibido y de la dicha que experimentaba al poder llamar a Dios, su Padre.
El confesor quedó estupefacto al oír tal testimonio. Su corazón se abrió y la palabra llena de unción del piadoso Bilney penetró hasta lo más íntimo de su ser. Esa palabra simple, pero llena de vida, le traspasó como una espada de dos filos. El Espíritu de Dios obró en él y la luz de la verdad lo alumbró en aquella hora por ese medio inesperado.
Su conversión fue instantánea, como la de Saulo en el camino a Damasco. Hugh Latimer señaló más tarde: "Aprendí más por medio de esta confesión, que por todas las muchas lecturas de tantos años. Ahora me deleito en la Palabra de Dios, y dejo a los doctores de escuelas humanas con todas sus extravagancias".
Latimer, ya convertido a Cristo, dio un nuevo impulso al movimiento evangélico, pues la misma fuerza que poseía anteriormente la ocupó para defender las grandes verdades bíblicas que había conocido. Gracias a Thomas Bilney, Hugh Latimer conoció la verdad en la Palabra de Dios, convirtiéndose en el predicador más famoso de su tiempo, usando como su única herramienta, la Biblia.
Cuando falleció Eduardo Sexto, quien fuera el mecenas de los predicadores, su trono se los disputaron dos mujeres: Lady Jane Gray y María Tudor, la primera protestante y la otra católica. Quien ocupó el trono fue María Tudor, con el nombre de María Primera la Católica. La llamaban María la Sanguinaria por el gran número de persecuciones religiosas que tuvieron lugar durante su reinado. Cientos de personas fueron condenadas a muerte acusadas de herejía. En 1553 estableció el catolicismo como religión oficial y única permitida en todo el país.
Hugh Latimer acusado de traición y herejía, fue arrestado de inmediato. Luego de pasar más de un año en prisión fue condenado a muerte por defender la Biblia como la única autoridad espiritual. El 16 de octubre de 1555 fue quemado en la hoguera en Oxford, junto a su amigo Nicholas Ridley.
Reflexión
Hugh Latimer, de perseguidor se convirtió en perseguido y estuvo dispuesto a entregar su vida para dar testimonio de su fe en Cristo y en su Palabra, la Biblia. ¿Estaría usted dispuesto a hacer lo mismo?
“Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra” (Hebreos 11:13).