La tierra de fuego
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La tierra de fuego
Alrededor del año 1800, la madre de Allen Gardiner entró en la habitación de su pequeño hijo y lo encontró durmiendo en el suelo duro y frío. Cuando le preguntó la razón, él replicó que intentaba un día convertirse en un viajero alrededor del mundo, y que tal ambición requería que se acostumbrara a las privaciones.
Atraído por su amor al mar, Gardiner ingresó en la marina siendo un adolescente. Esta vida lo apartó de la piadosa influencia de su madre, sin embargo sabía que ella le amaba y oraba continuamente por su salvación. Después de recibir una carta en la que le informaban de la muerte de su mamá mientras se encontraba en un puerto de escala en China, se despertó en él el anhelo por las cosas cristianas. En Lima visitó el lugar de la Inquisición y se sintió enfermo al ver los crueles instrumentos de tortura.
Luego su barco se detuvo en Tahiti. Allí encontró una atmósfera de paz y descanso. Los misioneros habían estado en ese lugar sólo por un corto tiempo, pero muchas personas habían sido transformadas. Atendió la iglesia y se sintió particularmente impresionado al observar a un nativo enseñando a los niños pequeños.
Su diario registra el cambio que tuvo lugar en su vida conforme se aproximaban a Sur África. Escribió: “La última vez que visité esta colonia estaba andando por el camino ancho apresurándome con rápidos y grandes pasos hacia el borde de la ruina eterna. Bendecido por su nombre, quien nos amó y se entregó a sí mismo por nosotros, un gran cambio se ha operado en mi corazón, y ahora estoy más capacitado para encontrar placer y satisfacción al escuchar y leer la Palabra de Vida”.
Después que su esposa murió en 1834, sus pensamientos se volvieron a las muchas personas que había conocido en sus aventuras navales, quienes nunca habían oído hablar del Señor Jesucristo. Gardiner anhelaba que ellos conocieran a Jesús al igual que él, y no le preocupaba sobre cuántos pisos fríos y duros tenía que dormir para lograrlo.
Ese año estableció la primera estación misionera entre los zulúes de Sur África. Ganó al rey zulú para Cristo, pero un traicionero comerciante holandés lo forzó a huir por su vida y regresar a Inglaterra. En 1836, Gardiner quien no era fácil para desanimarse volcó sus energías en los indígenas de Sur América a quienes el Señor había puesto en su corazón durante sus días en la marina.
Volvió a casarse, y él y su familia pasaron más de quince años en Chile y Argentina laborando para hacer una realidad la Sociedad Misionera en Patagonia. Estableció un sistema de suministro desde las islas Falkland para apoyar sus intentos. El 5 de diciembre de 1850, él y seis más arribaron a la isla de Tierra de Fuego o Tierra de Fuego. Conforme avanzaban hacia el interior, en busca del éxito evangelístico, indios hostiles los hicieron regresar a su pequeño bote. Sólo contaban con raciones para seis meses y las redujeron tanto como pudieron, en espera de los suministros programados que recibirían desde las Falklands.
En enero de 1852, la embarcación con los abastecimientos arribó - con tres meses de atraso. Gardiner y sus compañeros habían muerto de hambre. Su diario contaba lo ocurrido, decía: “Pobre y débiles como estamos, nuestro bote es un propio Betel para nuestras almas, porque sentimos y sabemos que Dios está aquí. Dormido o despierto, estoy más allá del poder de la expresión feliz... Grande y maravillosa son las bondades de mi misericordioso Señor para mí. No tengo ni hambre ni sed, a pesar de estar cinco días sin alimento”.
La historia de la muerte de Gardiner tuvo un impacto poderoso en los cristianos de Inglaterra. La Sociedad Misionera en Patagonia se convirtió en la Sociedad Misionera de Sur América, y seis años después ocho misioneros viajaron más allá del Ecuador. Mientras celebraban un servicio de adoración en la playa, siete de ellos fueron asesinados por los indígenas.
La Tierra de Fuego se convirtió en un santo crisol para purificar a la Sociedad Misionera Sur Americana para evangelizar a Sur América. Hoy a través del sur de Chile y Argentina decenas de miles de cristianos son el resultado del esfuerzo y sueño de Gardiner.
Reflexión
Dios es capaz de traer victoria en medio de la tragedia aparente. La muerte de Allen Gardiner produjo más misioneros que todos los que él podría haber reclutado si hubiera vivido. Su muerte trajo el mensaje de vida para decenas de miles.
“Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás” (Juan 6:35).