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David Livingstone, médico, explorador y misionero escocés, nació en Blantyre, Escocia, el 19 de marzo de 1813.   Fue criado en un hogar cristiano.  A la edad de diez años ingresó a trabajar en una fábrica. Pasaba largos días de trabajo esclavizante, laborando desde las seis de la mañana hasta las ocho de la noche.  Muchas veces se llevaba un libro para leer algunas oraciones si el tiempo lo permitía.

Cuando tenía diecinueve años se inscribió en la Universidad de Glasgow con el propósito de convertirse en médico, mientras que en su interior sentía que Dios le estaba llamando para el trabajo misionero.  Apenas graduarse en 1840, solicitó apoyo a la Sociedad Misionera de Londres y se preparó para ir a China, pero la guerra del opio se lo impidió.  Entonces Dios abrió la puerta para África, y David fue de buena gana porque quería compartir las Buenas Nuevas con pueblos que nunca las habían escuchado.  Llegó a África del Sur en 1841 como ministro congregacionalista.

Durante sus primeros años allí se dedicó a instruirse en la cultura de la región.  Vivió entre los nativos y aprendió mucho sobre su forma de vida.  También mostró interés en la fauna africana.  Tuvo un accidente casi fatal con un león feroz, el que había estado causando disturbios entre las tribus.  Se unió al grupo de hombres que salieron a cazarlo y el animal apareció de súbito, David disparó su arma pero la fiera se le abalanzó encima y logró morderlo en el hombro izquierdo.  Su hombro y brazo resultaron seriamente dañados.  Fue llevado a casa del doctor Roberto Moffat, un misionero escocés y allí fue cuidado por Mary, la hija del médico, surgiendo entre ellos una relación especial que terminó en matrimonio en 1844.

Su primera experiencia como explorador la tuvo cuando viajó hacia el norte, saliendo desde su estación en Kuruman y atravesando el desierto Kalahari con sus inmensas llanuras y praderas.  Este viaje lo volvió a hacer en 1849.  En agosto de ese año llegó al lago Ngami, convirtiéndose en el primer hombre blanco en explorar toda esta región, lo cual fue un descubrimiento importante. Al continuar la expedición, contrajo la malaria.  A lo largo de su vida sufrió de diversas enfermedades pero nunca permitió que los padecimientos lo detuvieran, sino que seguía avanzando con la valiente perseverancia de un verdadero creyente y la determinación de un explorador. 

Hizo cosas notables como explorador, pero más que nada fue un gran evangelista.  A diferencia de los demás misioneros blancos, David vivía entre los negros, de esta manera participaba de sus vidas en una forma muy especial. Ciertamente su misión más importante fue compartir la Palabra de Dios, ya que vivía lo que predicaba. 

Se opuso abiertamente a la práctica cruel e inhumana de la esclavitud, la que a mediados del siglo diecinueve era una fuerza importante en el África.  Por lo menos en una ocasión ahuyentó a los traficantes de esclavos y liberó a los que llevaban presos.  Tristemente muchos de los caminos que trazó en sus exploraciones, fueron también usados por los mercaderes de esclavos.  Nada le causaba más aflicción que saber que estas rutas las usaban para la explotación de los nativos.

Fue una de las principales figuras en la historia de la exploración, estableciendo con observaciones astronómicas ríos, lagos, valles, cataratas, etc.  Recopiló informes de zoología, botánica y geología, todo mientras realizaba su actividad misionera.  En la Inglaterra victoriana fue considerado un héroe nacional.  Su esposa Mary, falleció el 29 de abril de 1863 de disentería.

Su última expedición comenzó en 1865.  Anhelaba descubrir el lugar de nacimiento del río Nilo, así que se propuso encontrarla.  Como los nativos decían que fluía de un gran lago en África central, viajó extensamente por Zaire, Zambia y Tanzania.  Los días se convirtieron en meses y los meses en años, y el mundo exterior comenzó a preguntarse si Livingstone todavía estaba vivo.

El periodista Henry M. Stanley fue comisionado para encontrarlo.  Durante dos años Stanley anduvo buscando al misionero-explorador perdido.  Finalmente el 28 de octubre de 1871, lo encontró en la ribera del lago Tanganica. Mientras estuvieron juntos, el doctor Livingstone le dijo en una ocasión: “Stanley, mientras estaba esperando en Manyuena leí la Biblia cuatro veces. Todo lo que soy se lo debo a Cristo Jesús, revelado para mí en su Libro Divino. ¡Oh, Stanley, aquí está el manantial de la fuerza y del poder que transforman!”.

Aunque Livingstone continuó explorando no tuvo muchos años más de vida. Murió el 4 de mayo de 1873.  Sus amigos que lo acompañaron, embalsamaron su cuerpo y llevaron sus restos a la costa donde fueron embarcados rumbo a Inglaterra, siendo sepultado en la Abadía de Westminster, pero su corazón fue enterrado en África.

Reflexión

El doctor David Livingstone fue un hombre heroico.  Durante su vida viajó más de cuarenta y seis mil, seiscientos setenta kilómetros, abriendo más de tres millones de kilómetros cuadrados para el resto del mundo. Su insistencia por descubrir lo desconocido le permitió trazar muchas sendas hacia el interior del continente, las cuales fueron utilizadas por misioneros.  Aunque no encontró la fuente del río Nilo, su contribución al conocimiento de la geografía de África fue asombroso.  Pero más importante que nada fueron sus logros como misionero. Fue un incansable evangelista. 

“...Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!” (Romanos 10:15b).

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