El voto de Benjamin Breckinridge
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El voto de Benjamin Breckinridge
En 1876 cuando Benjamín Breckinridge Warfield le hizo este voto a Annie Kinkead, la mujer con quien se iba a casar, lo expresó con todo su corazón: “Yo Benjamín, te tomo a ti Annie, para ser mi esposa, para estar contigo a partir de este día en adelante, para bien y para mal, para riqueza o pobreza, en enfermedad y en salud”.
Nació en 1851 cerca de Lexington, Kentucky. Su padre era un granjero, experto en la crianza de ganado. Su madre era la hija del reverendo Robert Jefferson Breckinridge, un teólogo del seminario presbiteriano en Danville, Kentucky.
Cuando niño, hizo profesión pública de su fe en el Señor Jesús, y se unió a la Segunda Iglesia Presbiteriana de Lexington a la edad de dieciséis años. Su madre deseaba que fuera un ministro, pero mientras era estudiante en la Universidad de Princeton, sus principales intereses académicos eran matemáticas y ciencias. Se graduó con los más altos honores sólo a los diecinueve años y fue a Europa por hacer una especialización en ciencia. Para sorpresa de todos y deleite de su madre, escribió a su casa en 1872 informándoles que había decidido ingresar en el ministerio.
Regresó a Estados Unidos y comenzó a estudiar en el Seminario Teológico Princeton, graduándose con la clase de 1876. Ese verano contrajo matrimonio con Annie Kinkead, la hija de un prominente abogado de Lexington quien en una ocasión representó a Abraham Lincoln en un juicio.
Para su luna de miel la feliz pareja viajó a Europa, en donde Warfield fue a estudiar a la Universidad de Lepzig. Un día mientras estaban caminando por las montañas Harz de Alemania, quedaron atrapados en medio de una violenta tormenta. Annie sufrió una crisis nerviosa de la cual nunca se recuperó. Hasta cierto punto permaneció inválida por el resto de su vida.
De regresó en América, Warfield prestó sus servicios nueve años como profesor de Nuevo Testamento en el Seminario Teológico Western en Alleghny, Pensilvania. En 1887 fue llamado al Seminario Teológico Princenton para servir como profesor de teología.
En Princeton, Warfield se convirtió en el exponente líder de su generación de la teología en general, y en una autoridad en la Escritura en particular. Era un crítico abierto de la erudición liberal de su día y un autor prolífico. Su obra sumaba diez volúmenes.
En medio de las clases que dictaba y sus escritos, cuidaba simultáneamente de su amada esposa Annie. Al principio, ella podía caminar con él por el poblado de Princeton. Cuando esto se le hizo demasiado difícil, caminaban de un lado al otro a todo lo ancho del portal de su casa. Finalmente, quedó postrada en cama y sólo podían verla unas pocas personas, además de su esposo. Por decisión propia Warfield pasaba casi todas las horas que tenía libre mientras no estaba enseñando, en su hogar. Incluso con un programa académico tan ocupado, reservaba tiempo cada día para leerle a Annie. Casi nunca estaba lejos de ella por más de dos horas seguidas.
Durante los últimos diez años de la vida de Annie, los Warfields sólo salieron de Princenton en una ocasión, para ir a una vacación que esperaban que mejoraría su salud. A pesar de las limitaciones puestas en su vida por su condición, nunca nadie oyó a Annie, pronunciar una palabra de queja contra su esposo. Al hablarle de él a una amiga, le dijo: “Él sólo ha tenido dos intereses en su vida - su trabajo y la señora Warfield”.
Cuando murió el 18 de noviembre de 1915, su esposo lo había cuidado amorosamente por treinta y nueve años. Mientras que él falleció nueve años después.
A pesar de todas las horas que pasó cuidando a su esposa, ningún otro teólogo de su tiempo es tan ampliamente leído hoy, ni tiene tantos libros impresos como Benjamín Breckinridge Warfield. Dios bendijo la fidelidad a su voto matrimonial.
Reflexión
¿Hay cosas en su vida que no han salido como esperaba? ¿Será capaz, como Benjamín Warfield, de ser fiel y estar contento en cualquier situación en que Dios lo ponga, o tiene que luchar con eso? El Señor es más glorificado cuando aceptamos plenamente su voluntad.
“Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:12 y 13).