Jhon Ashcroft
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Jhon Ashcroft
“Algunos padres confrontan a sus hijos mirándolos a los ojos; otros lo hacen cara a cara, pero mi padre trataba conmigo rodilla con rodilla”.
El político norteamericano John Ashcroft, se había trasladado de la mansión del gobernador en la ciudad de Jefferson, Missouri, a Washington, D.C., para convertirse en senador de Estados Unidos.
Y cuenta: “La noche antes de jurar ante el senado en 1995, mi padre hizo arreglos, para que algunos amigos íntimos y familiares - tal vez entre quince a veinte - se reunieran para comer. Papá miró un piano colocado en una esquina de la habitación y dijo: John, ¿por qué no tocas el piano y cantas?”.
Y John replicó: “Está bien, Papá. Dime que quieres que toque, y lo haré”.
“Cantemos, ‘Estamos parados en Tierra Santa’”.
Era uno de sus himnos favoritos, y mi padre tenía un propósito profundo al hacer su petición.
A la mañana siguiente la familia se reunió en una casa no muy distante del Capitolio, que era mantenida por un grupo de amigos para el propósito expreso de llevar allí a los miembros del congreso para enriquecimiento espiritual. En ese tiempo, Ashcroft no advirtió cuán débil se encontraba su padre. Más tarde supo que le había dicho a un conocido: “Estoy colgando de un hilo, y es un hilo muy delgado, pero espero ver cuando John jure ante el senado”.
Cuando la familia se reunió, la voz seria del anciano Ashcroft, de súbito reclamó la atención de todos. “John” - dijo, “por favor, escucha con cuidado”. Todos centraron su atención en él.
Y dijo: “El espíritu de Washington es arrogancia, y el espíritu de Cristo es humildad. Ponte el espíritu de Cristo. Nada de valor duradero se ha logrado jamás con arrogancia. Algún día espero que alguien, llegue a ti mientras desempeñas tus funciones como senador, te tire de la manga y te diga: ‘Senador, podemos ver su espíritu’”.
John se arrodilló en frente del sofá donde se encontraba su padre sentado, y cada uno se reunió a su alrededor. Cuando se dio cuenta que su padre estaba luchando infructuosamente para levantarse del asiento, le dijo: “Papá, no tienes por qué luchar para ponerte de pie y orar por mí con estos amigos”.
Y su padre respondió: “John, no estoy luchando para ponerme de pie, sino para arrodillarme a tu lado”. John se sintió abrumado, humillado e inspirado, todo al mismo tiempo.
Esa tarde juró ante el senado. A la mañana siguiente el 5 de enero de 1995, un amigo despertó a los Ashcrofts con la noticia de que su padre había muerto. El amigo le dijo: “John, hay algo que debes saber. Lo ocurrido no fue una sorpresa para tu padre. Ayer, él me llamó aparte y me dijo: ‘Dick, quiero estar seguro que cuando a John le asignen sus oficinas, tú irás a orar con él, invitando la presencia de Dios en ese lugar’.
“Yo miré a tu padre, y le dije: ‘Bien, vamos a hacer esto. Te llamaremos a Springfield por teléfono y así podrás unirte con nosotros en la consagración’.
“John, lo siguiente que supe, fue que tu padre me agarró por el brazo y me dijo: ‘Tú tal vez no entiendes, yo estaré con ustedes, pero no en Springfield. ¡Él sabía lo que iba a ocurrirle John, lo sabía!”.
En el año 2001, el senador John Ashcroft dejó el senado y se convirtió en el ministro de justicia de Estados Unidos.
Reflexión
John Ashcroft es el producto de una herencia cristiana. Él sería el primero en decirle, que todo lo que es hoy, se lo debe a su piadoso padre. ¿Qué herencia le está pasando usted a sus hijos, o a esos a quienes Dios ha puesto en su vida?
“Camina en su integridad el justo; sus hijos son dichosos después de él” (Proverbios 20:7).