Un desvío en la vida
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Un desvío en la vida
Mel Trotter, hijo del celador de un salón, era barman - y aprendió a preparar las bebidas cuando su padre estaba demasiado borracho para servirse un trago del bar. Cuando joven resolvió escapar del salón, abandonar su casa y dedicarse a la barbería. Desafortunadamente tuvo tanto éxito como barbero, que gracias al dinero que ganaba tuvo la oportunidad de jugar al igual que a beber.
Tratando de escapar de las tentaciones de la gran ciudad, Mel Trotter se mudó a Iowa alrededor del año 1890 y se las ingenió para mantenerse sobrio el tiempo suficiente para poder casarse. Sin embargo, su esposa pronto descubrió que se había casado con un alcohólico. En repetidas ocasiones se comprometió a enderezar su vida, e incluso en una oportunidad permaneció sin tomar una gota de licor por once meses. Pero ni siquiera el nacimiento de su amado hijo, pudo mantenerlo alejado del licor. Después de una parranda de diez días, regresó a casa y encontró a su esposa llorando sobre el cadáver de su hijo de dos años.
Trotter abandonó el funeral de su hijo y se fue al salón. De allí abordó un tren para Chicago huyendo de su fracaso, del alcohol y de la certeza de que no podría vencer su adición. Sabía que su vida estaba concluyendo, pero resolvió acabar en el anonimato.
La noche del 19 de enero de 1897, sin hogar, sin sombrero y sin un abrigo, Mel Trotter vendió sus zapatos para comprarse el último trago de licor antes de suicidarse. El alcohol a duras penas lo calentaba mientras caminaba con dificultad descalzo por las calles de Chicago en medio de una tormenta de nieve, tratando de encontrar el lago Michigan para ahogarse y ponerle así fin a sus sufrimientos para siempre. Luego de pasar la oficina a oscuras en la calle Van Buren, Trotter tropezó. Un joven que salía desde la puerta del único edificio iluminado, le ayudó a ponerse de pie y lo invitó a pasar al interior. Él le siguió, demasiado entumecido por el frío para leer el letrero sobre la puerta que decía Misión Jardín de la Paz.
El hombre hizo que Trotter se sentara en una habitación cálida colmada de hombres que lucían como indigentes. Harry Monroe, el superintendente de la misión se encontraba en medio de su mensaje vespertino, pero interrumpió sus palabras tan pronto le vio. Monroe se sintió movido a orar en voz alta, y dijo: “¡Oh Dios, salva a este pobre, a este pobre muchacho!”.
Monroe entonces compartió su propia historia, de su vida llena de problemas antes de haber conocido a Cristo. Y concluyó: “Jesús te ama, y yo también, y quiere salvarte esta noche. Levanta tu mano para orar. Permite que el Señor sepa, que quieres hacer un espacio en tu corazón para Él”. Sin entender bien lo que estaba haciendo, Trotter levantó su mano. Algo en su interior le impulsó a hacerlo y aceptó la invitación en simple fe. Y desde ese momento, se vio libre de las cadenas del alcoholismo y de la desesperación.
Este hombre pasó los siguientes cuarenta y tres años ministrándole a los hombres y mujeres que encontraba en las calles, tan perdidos y sin esperanzas como él mismo había estado. Su mensaje era simple: “Dios te ama a pesar de tus profundos fracasos y tu perdición, y su amor tiene el poder para cambiar incluso a la vida más arruinada”. Fue ordenado en 1905 y por cuarenta años sirvió como supervisor en una misión de rescate en Grand Rapids, Michigan. Graduado de su misión, fundó otras sesenta y ocho misiones de rescate a través del territorio de Estados Unidos, y se convirtió en una evangelista internacional.
¡Esa oscura noche en Chicago, la vida de Mel Trotter, no acabó, sino que comenzó!
Reflexión
¿Ha luchado usted con alguna adición, ya sea alcohol, drogas, sexo o algo más? Dios puede librar a hombres y mujeres de sus vicios. Lo hizo con Mel Trotter, y también puede hacerlo por usted.
“Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos” (Salmos 40:2).