Un cristiano en la Casa Blanca
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Un cristiano en la Casa Blanca
Isabel Alison creció en Perth, Escocia, donde escuchaba ansiosamente la predicación de Donald Cargill, el líder de los presbiterianos perseguidos, conocidos como “los firmantes del pacto”. William McKenley Jr., quien habría de convertirse en presidente de Estados Unidos, nació el 29 de enero de 1843. Creció en medio de una devota familia metodista en Ohio, y confió en Jesús como su Señor y Salvador a la edad de diez años, cuando se acercó al altar durante una reunión evangelística. Seis años después se hizo miembro de la Iglesia Metodista Episcopal, la denominación en la cual estuvo activo toda su vida. Su madre anhelaba que se convirtiera en ministro, pero Dios tenía otro designio para él.
Cuando McKinley tenía 18 años, comenzó la guerra civil. Se unió al Regimiento Voluntario de Infantería Veintitrés de Ohio, y para el fin de la guerra ya le habían nombrado comandante. Al contemplar la posibilidad de que podía morir en batalla, escribió en su diario: “Es posible que caiga en una buena causa, y espero hacerlo en los brazos de mi bendito Redentor. Quiero dejar este registro detrás de mí, de que no sólo caería como un soldado por mi país, sino también como un soldado de Jesús. Mis amigos y familiares pueden consolarse con el gozo, de que si nunca nos encontramos nuevamente en la tierra, lo haremos alrededor del trono de Dios en el cielo. Dejemos que mi destino sea lo que Dios haya dispuesto, deseo estar listo y preparado”.
Después de la guerra McKinley se convirtió en un exitoso abogado en Canton, en donde contrajo matrimonio con Ida Saxton, una maestra de escuela dominical. Desafortundamente la pareja se vio afligida con grandes penurias. Después de la muerte de sus dos hijos jóvenes, Ida sucumbió a un desorden nervioso que la dejó medio inválida. McKinley cuidó de ella durante el resto de su vida, permaneciendo como un esposo fiel y devoto.
A lo largo de los años, McKinley desempeñó varios cargos en las oficinas locales y estatales y en la Cámara de Representantes, convirtiéndose en un líder del partido republicano. En 1896 se postuló como candidato a la presidencia y obtuvo el triunfo, como el presidente número veinticinco de Estados Unidos. Durante su discurso inaugural, besó su Biblia que estaba abierta en la oración de Salomón, la que dice: “Dame ahora sabiduría y ciencia, para presentarme delante de este pueblo; porque ¿quién podrá gobernar a este tu pueblo tan grande?” (2 Crónicas 1:10).
Luego declaró: “Estaré confiando en el apoyo de mis compatriotas e invocando la guía del Dios Todopoderoso. Nuestra fe enseña que no hay confianza más segura que en el Señor de nuestros padres, quien ha favorecido tan singularmente al pueblo norteamericano en cada prueba nacional, y quien no nos abandonará mientras obedezcamos sus mandamientos y caminemos con humildad en sus pisadas”.
La fe de McKinley se reflejó frecuentemente en su política. Cuando los americanos tomaron control de las islas Filipinas debido a la guerra Hispanoamericana en 1898, y no estaba claro lo que debía hacer, McKinley oró por guía divina. Finalmente sintió que debía anexar las islas a Estados Unidos, dejando por seguro que educaría y evangelizaría a los filipinos de quienes dijo, “Son nuestros semejantes por quienes Cristo también murió”.
El 6 de septiembre de 1901 fue herido mortalmente de bala por el anarquista Leon Czolgosz, a quien perdonó públicamente. McKinley se mantuvo vivo con valor y dignidad por una semana, pero su condición fue empeorando poco a poco conforme la infección se propagaba. Sus doctores lo estuvieron manteniendo vivo con oxígeno y estímulo al corazón, pero finalmente dijo: “Es inútil, caballeros. Pienso que debemos orar”. Le dijo adiós a su esposa y amigos y dijo débilmente: “Es la manera como Dios quiere. ¡Qué se haga su voluntad, no la nuestra!”. Luego murmuró sus últimas palabras, la letra de su himno favorito: “Cerca mi Dios de Ti”.
Reflexión
William McKinley tomó muy seriamente sus responsabilidades cristianas para servir a Dios como ciudadano, al igual que como padre de familia y miembro de la iglesia. ¿En qué formas puede usted servir a Dios como ciudadano?
“Entonces Jesús, llamándolos, dijo: Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor” (Mateo 20:25 y 26).