Boletin dominical - 18/07/10
- Fecha de publicación: Miércoles, 24 Septiembre 2008, 14:39 horas
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En México, estuve en una localidad conocida como Nazareno, una zona muy hermosa, rodeada de agricultura, una planicie encantadora, la ciudadela limpia, sus calles bien arregladas y con todas las comodidades que uno puede tener en una gran ciudad.
Estuve hospedado en la casa de un matrimonio nuevo en la fe. La Hna. Mary, quien con su esposo son dueños de la propiedad, me relató un caso gracias a la ayuda del pastor Moisés García. Yo titularía este cuadro, «El Templo que nunca se Construyó».
Por lo visto el Señor, teniendo especial cuidado de sus hijos “recién nacidos” intervino de manera sorprendente. Este relato es bueno que lo tengan en cuenta todos aquellos que, dominados por la ignorancia y el fanatismo, más la repugnante idolatría que aprendieron y practicaron por varias generaciones, supieran que maltratar a sus semejantes sólo porque se niegan a postrarse ante cualquier objeto inanimado, habiendo renunciado al paganismo con pretensiones de cristianismo, que la violencia no procede del amor divino. Además, los cristianos (no hablo de católicos romanos) tenemos a Quien nos defiende. El Señor mismo dice que cuantos persiguen a sus hijos, lo persiguen a Él (Hch. 9:5). Saulo perseguía a los cristianos, pero el Señor le dijo que lo estaba persiguiendo a Él. Ya veremos que en el presente caso se cumplió lo que el Señor dijo: “…Dura cosa te es dar coces contra el aguijón” (Hch. 9:5).
En el pueblo de San Miguel Xaltepec, Puebla (localidad cercana y vecina de Nazareno), en el año 1987 se inició una iglesia donde se reunían cuatro familias. Dicha congregación era dirigida por el hermano Rubén Delgadillo, que venía de la ciudad de Orizaba, y que por algún tiempo se reunían en una casa particular. Posteriormente se pensó en construir un templo.
La construcción se inició gracias a la donación de un terreno que era propiedad del hermano Alfonso Flores. Se llegó a terminar hasta los muros sin ningún contratiempo. El pueblo católico se mantenía tranquilo, pero al darse cuenta de que se trataba de la construcción de un templo evangélico, una persona de nombre Facundo Lorenzo, mejor conocido como «El Patilla»; miembro de la “adoración nocturna”, convocó al pueblo para derribar los muros. Decidido, fue a ver al párroco de la localidad para que los acompañara a él y a la multitud, para derribar los muros, pero el párroco, conocedor de la ley, se negó a acompañarlos. Sin embargo don Facundo junto con un grupo de más o menos 300 personas, fue a derribar la construcción y así lo hicieron. Posteriormente estas personas conflictivas, ordenaron a la autoridad del pueblo (Presidente Auxiliar) que citara al hermano Flores, persona que había hecho la donación del terreno, pero en su lugar los hermanos decidieron que se presentara el hermano Rubén Delgadillo, responsable de la iglesia, en compañía de su pastor, el hermano Asención González.
Una vez que acudieron a la cita, el Presidente Auxiliar les explicó que el pueblo pedía que el hermano Flores y su familia abandonaran la localidad, ya que no estaban de acuerdo en que se hiciera la mencionada construcción. Estando en ese lugar, la gente fue convocada a través de la campana de la Iglesia Católica. Subieron hasta la oficina del Presidente, donde se encontraban los hermanos, y los bajaron a la calle con amenazas de muerte. Estaban jaloneándolos y golpeándolos, con la amenaza de quemarlos con gasolina que ya traían para tal efecto, cuando en ese momento se presenta Oscar, una persona que se reunía con ellos, a tratar de sacarlos de en medio de la gente a pesar de que eran momentos muy tensos y aun a riesgo de su propia vida. Empezó a sacarlos hacia una calle donde tenía un camión de carga, subiéndolos luego y dándose a la fuga. La multitud al verse burlada, se encaminó hacia la casa sacerdotal, tirándole piedras al párroco y gritándole malas palabras en venganza por no haberles acompañado a tirar la construcción y diciéndole que estaba de acuerdo con los hermanos. Lo sacaron a la fuerza, lo corrieron y lo acusaron con sus superiores en la diócesis de Tehuacán, Puebla, quedando la ciudad sin párroco.
Ya corre el año 2010, la iglesia dejó de congregarse, los muros están derribados y abandonados, el hermano Flores, donador del terreno, sigue habitando su casa.
Lo más llamativo de estos hechos es que la gente del pueblo empezó a morir de una manera inusual, es decir, con mucha frecuencia y de forma trágica. Por ejemplo, la esposa del Presidente Auxiliar murió joven a pesar de habérsele practicado tres operaciones para salvarle la vida. O como los hijos del señor Facundo Lorenzo, principal instigador, quienes habían ido en un camión a una peregrinación a Juquila, Oaxaca y ya de regreso, el hijo mayor del «Patilla», choca contra un cerro y mueren tres hijos de don Facundo. Uno casado, deja dos huérfanos; hubieron dos muertos más y 17 heridos, el conductor se dio a la fuga. Oscar se da a la tarea de trasladar heridos a los hospitales.
El tiempo pasa y todo vuelve a la normalidad, en apariencia. Los años pasan, la gente del pueblo parece que ha olvidado, pero al «Patilla» le ocurren más desgracias: sufre una parálisis cerebral quedando inmovilizado el 95% de su cuerpo, ocho meses tarda para recuperar el 30% de su movilidad y con lágrimas en los ojos pregunta a quienes lo ven, si será un castigo de Dios, a lo que la gente en son de broma le responde que, qué habrá hecho para merecer tanto castigo.
Al día de hoy, parte de esos miembros, son personas nuevas que con el paso de los años se vuelven a congregar con una nueva enseñanza, guiados por el hermano Moisés y familia, acompañado por un grupo de jóvenes en su mayoría adolescentes y estando por nuestra parte muy agradecidos con el Señor por una nueva oportunidad. En días recientes tuvimos la fortuna de ser visitados por el hermano Holowaty habiendo sido de mucha bendición.
Oscar y Mary