Boletin dominical - 24/10/10
- Fecha de publicación: Miércoles, 24 Septiembre 2008, 14:39 horas
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La respuesta es: Haga todas las buenas obras que pueda,
Habiendo escuchado el evangelio y habiéndome arrepentido de mis pecados depositando en Jesucristo mi fe, ¿qué hago ahora?
La respuesta es: Haga todas las buenas obras que pueda, siguiendo fielmente lo que la Biblia dice. Nunca olvide que su salvación NO es producto de las obras que usted puede realizar, sino por LA OBRA que el Señor hizo.
Las buenas obras glorifican al Señor, son el fruto de la salvación, no el medio. Cuando el Señor le salvó, lo hizo en respuesta a su arrepentimiento y su fe en Él. Su salvación NO está sujeta a su conducta, sino a la conducta del Salvador.
Cuando al Señor le preguntaron cuáles son las obras que debían hacer para ser salvos, él les contestó que no se trata de LAS OBRAS sino de LA OBRA. He aquí el breve diálogo: “¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios? Respondió Jesús y les dijo: Esta es LA obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado” (Jn. 6:28, 29).
Lo único que se requiere del pecador perdido para que sea salvo, es depositar su fe en Cristo.
Pero... ¿Qué sucederá con mi salvación si luego vuelvo a pecar? Tome todas las precauciones para NO pecar más. Esto es algo muy deseado por todo cristiano, pero resulta prácticamente imposible evitarlo. El Salvador proveyó maravillosos recursos para estos casos. Es probable que alguien le haya dicho a usted que ya no peca más, pero usted se da cuenta que, por más que lo procura (no pecar), descubre que es imposible. El que nunca pecó fue nuestro Señor. Nosotros, los salvos, somos pecadores perdonados para siempre, hasta que el Salvador nos llame; ya sea por medio de la muerte física o mediante el arrebatamiento de todos los salvos.
La Biblia dice que cuantos aseguran que ya no pecan más, son mentirosos, y hacen mentiroso al mismo Señor. Pero... “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros” (1 Jn. 1:9, 10).
Nunca olvide que usted como cristiano, tiene a un Abogado que jamás pierde un asunto y que no le cobra nada. Nada, eso es, en dinero, en buenas obras, ayunos, lloros, limosnas, etc.: “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo. Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo” (1 Jn. 2:1, 2).
Cada vez que usted se da cuenta de que ha pecado contra Dios, confiésele ese pecado decidido a abandonarlo. Él promete perdonarle y limpiarle. Pero... ¿Cómo puedo saber que Él realmente me ha perdonado por haberle confesado mi pecado? Únicamente por la fe, creyendo lo que Él le dice, eso significa fe. Porque solamente él “…es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Jn. 1:9b).
ngún cristiano es fiel y justo por sí mismo. Usted nunca perderá su salvación, pero eso sí, Satanás puede convencerle de lo contrario, haciendo que siga sintiéndose mal por lo que ante los ojos del Señor ya no existe, porque Él le perdonó y le limpió de todo pecado.
Tenga mucho cuidado de no depender de lo que usted siente. No confunda sus propios sentimientos con las promesas infalibles del Salvador. Su fe debe estar siempre depositada en Dios, no en sus vulnerables sentimientos.
El hecho que usted se sienta mal cuando peca y/o le cueste aceptar que ha sido perdonado, es muy natural. El Señor quiere que usted se sienta mal por haber actuado mal. Él quiere que usted tenga una comunión muy estrecha con Él, pero el pecado hace que esa comunión se interrumpa. Sus buenos deseos de servir al Señor, deseos de orar y leer la Biblia, como que desaparecen.
Usted debe saber que el Señor no espera de usted una vida impecable, sin pecado, porque esto es algo imposible en el cuerpo pecaminoso que vivimos.
Nuestro problema es nuestro cuerpo. El apóstol Pablo nunca dijo que él ya no pecaba más, pero confesó ampliamente su vulnerabilidad debido a su cuerpo (Ro. 7:17-25). Fíjese, él, todo un apóstol, que escribió trece epístolas por inspiración divina, y sin embargo exclama: “¡Miserable de mí!”.
¿Por qué dice esto Pablo?: “Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí” (Ro. 7:19, 20). Al finalizar esta singular confesión, Pablo exclama: “Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado” (v. 25).
El mismo Pablo escribió también las siguientes palabras: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Ef. 2:8, 9). Luego de hacer claro que la salvación es por la gracia divina, “no por obras” humanas, destaca que los cristianos debemos vivir sólo para hacer buenas obras: “Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (v. 10).
Usted no debe hacer buenas obras para asegurar a otros y a sí mismo de que es salvo, sino que, como ya es salvo, dedíquese a este “oficio” tan noble, que es celestial, llamado... ¡BUENAS OBRAS! Si lo hace, he aquí lo que obtendrá:
• Paz, felicidad y salud emocional y espiritual.
• El gozo será una realidad en su vida al ver que el Señor hará que usted sea un instrumento Suyo para conducir a otros al Salvador.
• Su galardón, cuando comparezca ante el Señor será tal, que es probable que usted llore de emoción.
No olvide, ¡el Señor es buen pagador y lo hará cuando todos comparezcamos ante Su tribunal!
J. A. Holowaty, Pastor