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Boletin dominical - 14/11/10

  • Fecha de publicación: Miércoles, 24 Septiembre 2008, 14:39 horas

¿Son los cristianos lo mismo que los católicos romanos?  Puesto que el espacio no nos permite abundar en diferencias irreconciliables, tomemos el tema de la Evangelización.  Para el cristiano, evangelizar es llevar el Evangelio a cuantos necesitan ser salvos.

       ¿Son los cristianos lo mismo que los católicos romanos?  Puesto que el espacio no nos permite abundar en diferencias irreconciliables, tomemos el tema de la Evangelización.  Para el cristiano, evangelizar es llevar el Evangelio a cuantos necesitan ser salvos.  Pero... ¿Escuchó alguna vez algo sobre la... “Evangelización Eucarística”?

Para cuantos no están al tanto del nuevo programa de evangelización de la Iglesia Católica Romana, permítanme proveerles un resumen sobre esta extraña “evangelización”.

El Jesús Eucarístico es supuestamente la presencia de Cristo convocada por el sacerdote católico mediante el poder de la TRANSUBSTANCIACIÓN, el centro de la misa.

Muchos cristianos creen que la tradición cristiana de la comunión, es la misma tradición católica de la Eucaristía, pero no es así.  La «Eucaristía» (es decir, la transubstanciación) es un término católico para «comunión», cuando se dice que el pan y el vino se transforman en el propio cuerpo y sangre de Jesucristo.  El Catecismo Católico declara: «...En el santísimo sacramento de la Eucaristía están ‘contenidos verdadera, real y substancialmente’ el Cuerpo y la Sangre junto con el alma y la divinidad de nuestro Señor Jesucristo, y, por consiguiente, Cristo entero...»

Después de eso la hostia es colocada en lo que llaman una custodia y luego puede ser adorada como si se adorara al propio Jesús.  Las implicaciones están relacionadas directamente con la propia salvación.  Con la Eucaristía, la salvación llega a ser sacramental (por medio de la participación en un ritual), lo cual es opuesto a la justificación por fe sólo en Cristo, descrita así en Gálatas 2:16: Sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado”.

Mientras esta experiencia mística es una forma de idolatría (al igual que el propio corazón del catolicismo), hay un interés creciente entre los cristianos evangélicos en esta práctica, particularmente de parte de la Iglesia Emergente.

Los líderes de la Iglesia Católica, preocupados con la apatía por la Eucaristía entre las filas católicas, están esperando «volver a encender el asombro», tal como dicen los Cánones y Decretos del Concilio de Trento, por medio de lo que el cardenal Joseph Ratzinger llama su «Nuevo programa de evangelización».  Con un propósito doble, el de conservar los católicos actuales y el de llevar a los evangélicos hacia la Iglesia Católica, los líderes de la iglesia tienen un plan para volver a enfatizar la Eucaristía como el centro de la fe católica.  Al declarar «volver a encender el asombro», ellos quieren decir resaltar el elemento místico y sobrenatural de la Eucaristía.
Se espera que todos los católicos adoren la hostia (la adoración Eucarística de la hostia transformada), y los líderes de la iglesia aseguran que rechazar esta enseñanza es anatema (quedar bajo maldición, excomulgado).  En el Concilio de Trento la posición oficial católica fue:

       «CANON I. Si alguno negare, que en el santísimo sacramento de la Eucaristía se contiene verdadera, real y substancialmente el cuerpo y la sangre juntamente con el alma y divinidad de nuestro Señor Jesucristo, y por consecuencia todo Cristo; sino por el contrario dijere, que solamente está en él como en señal o en figura, o virtualmente; sea excomulgado.

       CANON VIII. Si alguno dijere, que Cristo, dado en la Eucaristía, sólo se recibe espiritualmente, y no también sacramental y realmente; sea excomulgado».
Mientras es cierto que durante la Reforma y Contra Reforma, muchos que rehusaron creer en la transubstanciación fueron torturados y ejecutados por su fe en el Evangelio, el tiempo tuvo una forma para que se olvidaran los hechos de la historia.

En abril de 2003, el Papa escribió una encíclica promoviendo el programa de la «Nueva Evangelización» con el propósito de «volver a encender el asombro» por la Eucaristía.

Luego en octubre de 2004, Juan Pablo II inició «El año de la Eucaristía» como parte de su plan evangelístico para llevar al mundo hacia el Cristo Eucarístico.  Siguiendo su muerte en abril de 2005, el papa Bendicto XVI se hizo cargo de la misión de Juan Pablo de inmediato.  Llamó a «los fieles para intensificar» la devoción por el Jesús Eucarístico y reafirmó que la Eucaristía es «el propio corazón de la vida cristiana».

Benedicto espera perpetuar su pontificado desde donde lo dejó el Papa anterior.  El artículo declara: «El papa Benedicto le pidió a los fieles ‘intensificar en los meses venideros el amor y devoción hacia el Jesús Eucarístico y expresar en una forma valiente y clara la presencia real del Señor».

Dice el Zenit News de junio de 2006, que el papa Benedicto XVI sugirió que rezarle a María ayudaría a “todos los cristianos” a ser atraídos hacia el Cristo Eucarístico, dijo: «María es la ‘mujer Eucarística’... Recémosle a la Virgen para que todos los cristianos puedan profundizar su fe en el misterio Eucarístico, para que así puedan vivir en comunión constante con Jesús y ser sus testigos válidos».

Es importante notar aquí que la entera premisa de la misa católica es críticamente defectuosa.  Durante cada misa, el Jesús Eucarístico es ofrecido como un sacrificio incruento.  Esta ofrenda repetida es una contradicción al nuevo pacto hecho una sola vez de Hebreos 9:28: Así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan”.

Lo único que nos queda para concluir esta extraña “Evangelización”, es citar las palabras de Pablo, cuando dice: No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia?  ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas?  ¿Y qué concordia Cristo con Belial?  ¿O qué parte el creyente con el incrédulo?  ¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos?  Porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos, y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo.  Por lo cual, salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré, y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso (2 Co. 6:14-18).
Como si esto fuera poco, Dios le dice a Jeremías: “…Conviértanse ellos a ti, y tú no te conviertas a ellos (Jer. 15:19b).

Hay quienes dicen: «Los católicos ya predican el evangelio como los cristianos.  Ya no son como antes».  Pero la verdad es que son más marianos que nunca antes, siguen fomentando la idolatría y las supersticiones de muchas maneras y ciertamente engañan a muchos.  ¡Evangelicemos a los católicos y no esperemos que nos “evangelicen” ellos a nosotros!  No debemos ceder un sólo milímetro.  Mantengámonos en las doctrinas bíblicas y permitamos que los católicos conozcan al verdadero Cristo, no al “Cristo eucarístico”.  Recordemos el bosquejo del Evangelio que predicaba el apóstol Pablo (1 Co. 15:3, 4).

J. A. Holowaty, Pastor

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