Boletin dominical - 14/08/11
- Fecha de publicación: Miércoles, 24 Septiembre 2008, 14:39 horas
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Hay cristianos que sostienen que el Señor vino a unir a los pueblos y naciones. Pero la Biblia dice exactamente lo contrario. Dice que debido al evangelio, las familias tendrían problemas de unidad
Hay cristianos que sostienen que el Señor vino a unir a los pueblos y naciones. Pero la Biblia dice exactamente lo contrario. Dice que debido al evangelio, las familias tendrían problemas de unidad viviendo bajo el mismo techo. Lo ideal es que la familia toda viva en armonía con el Señor, pero cuando esto no sucede, entonces en el mismo “mundo familiar” resulta imposible una verdadera paz y armonía: “No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada. Porque he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra; y los enemigos del hombre serán los de su casa. El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí. El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará” (Mt. 10:34-39).
Estamos muy equivocados cuando pretendemos que el Señor desea que con tal de vivir en paz y armonía con todos, debemos siempre ceder, sobre todo si la división entre dos grupos está lejos numéricamente hablando. ¿Podemos pretender que la gran mayoría católica romana cederá en algún punto doctrinal de los innumerables que chocan con las Sagradas Escrituras? Nunca lo han hecho ni lo harán, de modo que lo único que le queda a la Iglesia Cristiana es mantenerse separada, evitando todo acercamiento doctrinal.
Existen muchos hombres en todo el mundo quienes tienen a muchos seguidores, pero los cristianos cuya fe está fundamentada sobre las Escrituras, la Biblia, jamás cederán ante la tentación de “unámonos y vivamos en paz”, porque tal postura no proviene de Dios, sino del mismo Satanás. El Espíritu Santo inspiró a Pablo para que no nos unamos con los que rinden culto a ídolos de ninguna clase. Nos dice que únicamete si nos separamos del todo entonces Élnos recibirá. Toda la vida es preferible una perfecta unidad con el Señor y no con alguna religión sólo porque tiene millones de seguidores.
Aunque las elecciones, tanto de los líderes políticos como de los funcionarios de una iglesia que se jacta con su “gobierno democrático” es por mayoría de votos, esto no debe ser así, tal como leemos en 1 Timoteo 3:1-7: “Palabra fiel: Si alguno anhela obispado, buena obra desea. Pero es necesario que el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto para enseñar; no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, sino amable, apacible, no avaro; que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad (pues el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?); no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. También es necesario que tenga buen testimonio de los de afuera, para que no caiga en descrédito y en lazo del diablo”. Y en Tito 1:5-9: “Por esta causa te dejé en Creta, para que corrigieses lo deficiente, y establecieses ancianos en cada ciudad, así como yo te mandé; el que fuere irreprensible, marido de una sola mujer, y tenga hijos creyentes que no estén acusados de disolución ni de rebeldía. Porque es necesario que el obispo sea irreprensible, como administrador de Dios; no soberbio, no iracundo, no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, sino hospedador, amante de lo bueno, sobrio, justo, santo, dueño de sí mismo, retenedor de la palabra fiel tal como ha sido enseñada, para que también pueda exhortar con sana enseñanza y convencer a los que contradicen”.
¿Cómo hicieron este trabajo Timoteo y Tito, respectivamente? No, ellos no reunieron a las respectivas iglesias para llevar a votación y quienes obtuvieran mayoría de votos, serían los “escogidos”.
PERO... ¿POR QUÉ SE DIVIDEN LAS IGLESIAS?
Hay más de una razón. Enumeremos algunas de ellas:
A veces la división es inevitable. Y es cuando aparece algún individuo que junta consigo a otros inocentes hermanos para que soliciten una asamblea de la iglesia y entonces por “votación” destituyen al pastor allí nomás. El pastor debe estar siempre en guardia e impedir tales maniobras, pero esto no es fácil, ya que generalmente el líder de una sublevación es un lisonjero. Esto hace difícil reconocerlo, porque habla muy bien del pastor: “Al hombre que cause divisiones, después de una y otra amonestación deséchalo, sabiendo que el tal se ha pervertido, y peca y está condenado por su propio juicio” (Tit. 3:10, 11). Si un hermano logra conseguir suficiente número de seguidores, la iglesia no tiene otra alternativa que la división. Tenemos en la Biblia algunos ejemplos de esta clase de sublevación, pero que no se logró la división, gracias a la firmeza del líder y la intervención inmediata del Señor. Nos basta como ejemplo el caso de Coré y su séquito. Todo esto aparece en Números 16. Destaquemos los siguientes párrafos: “Coré hijo de Izhar, hijo de Coat, hijo de Leví, y Datán y Abiram hijos de Eliab, y On hijo de Pelet, de los hijos de Rubén, tomaron gente, y se levantaron contra Moisés con doscientos cincuenta varones de los hijos de Israel, príncipes de la congregación, de los del consejo, varones de renombre. Y se juntaron contra Moisés y Aarón y les dijeron: ¡Basta ya de vosotros! Porque toda la congregación, todos ellos son santos, y en medio de ellos está Jehová; ¿por qué, pues, os levantáis vosotros sobre la congregación de Jehová? Cuando oyó esto Moisés, se postró sobre su rostro; y habló a Coré y a todo su séquito, diciendo: Mañana mostrará Jehová quién es suyo, y quién es santo, y hará que se acerque a él; al que él escogiere, él lo acercará a sí. Haced esto: tomaos incensarios, Coré y todo su séquito, y poned fuego en ellos, y poned en ellos incienso delante de Jehová mañana; y el varón a quien Jehová escogiere, aquel será el santo; esto os baste, hijos de Leví… Entonces Moisés se enojó en gran manera, y dijo a Jehová: No mires a su ofrenda; ni aun un asno he tomado de ellos, ni a ninguno de ellos he hecho mal. Después dijo Moisés a Coré: Tú y todo tu séquito, poneos mañana delante de Jehová; tú, y ellos, y Aarón; y tomad cada uno su incensario y poned incienso en ellos, y acercaos delante de Jehová cada uno con su incensario, doscientos cincuenta incensarios; tú también, y Aarón, cada uno con su incensario. Y tomó cada uno su incensario, y pusieron en ellos fuego, y echaron en ellos incienso, y se pusieron a la puerta del tabernáculo de reunión con Moisés y Aarón. Ya Coré había hecho juntar contra ellos toda la congregación a la puerta del tabernáculo de reunión; entonces la gloria de Jehová apareció a toda la congregación” (Nm. 16:1-7, 15-19). Es notable que Moisés en ningún momento permitió que esos bandidos de Coré dañaran a los inocentes para que se sublevaran también en contra de Moisés y en contra de Dios mismo. Con todo, Moisés desafía a los sublevados porque sabe que está cumpliendo con lo ordenado por Dios: “Y dijo Moisés: En esto conoceréis que Jehová me ha enviado para que hiciese todas estas cosas, y que no las hice de mi propia voluntad. Si como mueren todos los hombres murieren éstos, o si ellos al ser visitados siguen la suerte de todos los hombres, Jehová no me envió” (Nm. 16:28, 29).
¿Cuál fue el fin de estos sublevados?
¿Qué nos enseña este incidente? ¿Por qué aparece en las Escrituras? ¿Puede ocurrir algo parecido hoy también? ¿Sigue defendiendo el Señor a sus siervos que le sirven con fidelidad y sacrificio? ¡Cuántas preguntas más podríamos hacernos mientras meditamos en ese texto cuando… “Abrió la tierra su boca, y los tragó a ellos, a sus casas, a todos los hombres de Coré, y a todos sus bienes” (Nm. 16:32)!
Pastor, J. A. Holowaty