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Boletin dominical - 04/09/11

  • Fecha de publicación: Miércoles, 24 Septiembre 2008, 14:39 horas

¿Cuán sana moralmente es la sociedad actual?  Al tocar este tema, debemos incluir aquí a los cristianos también. Considere el impacto y significado de los mandamientos de Dios

  En los primeros cuatro encontramos cuatro cosas básicas acerca del Creador.  La moralidad se basa en su autoridad y en nuestra responsabilidad personal ante Él.  Cuando la existencia y autoridad de Dios es removida de nuestra sociedad y sus decisiones, el resultado es confusión moral.  Pero examinemos un poco mejor, lo que tenemos en los diez mandamientos...

1. LA UNICIDAD DE DIOS: “No tendrás dioses ajenos delante de mí” (Ex. 20:3).

2. LA ADORACIÓN DE DIOS: “No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que está arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra.  No te inclinarás a ellas, ni las honrarás” (Ex. 20:4, 5).

3. EL HONRAR A DIOS: “No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque no dará por inocente Jehová al que tomare su nombre en vano” (Ex. 20:7).

4. LA BENDICIÓN DE DIOS: “Acuérdate del día reposo para santificarlo.  Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; mas el séptimo día es reposo para Jehová tu Dios; no hagas en él obra alguna... Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, Jehová bendijo el día de reposo y lo santificó” (Ex. 20:8-11).

Los siguientes seis mandamientos protegen los derechos humanos básicos y urgen responsabilidades fundamentales a fin de establecer una sociedad justa y estable.

5. LA PROTECCIÓN DE LA FAMILIA: “Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da” (Ex. 20:12).

6. LA PROTECCIÓN DE LA VIDA HUMANA: “No matarás” (Ex. 20:13).

7. LA PROTECCIÓN DEL MATRIMONIO: “No cometerás adulterio” (Ex. 20:14).

8. LA PROTECCIÓN DE LA PROPIEDAD PRIVADA: “No hurtarás” (Ex. 20:15).

9. LA PROTECCIÓN DE LA VERDAD Y LA INTEGRIDAD: “No hablarás contra tu prójimo falso testimonio” (Ex. 20:16).

10. LA PROTECCIÓN DE LOS DERECHOS DE LOS INDIVIDUOS: “No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo” (Ex. 20:17).

El décimo mandamiento trata con un serio problema humano, el deseo de tener lo que tienen los demás.  La codicia se ha convertido en un cáncer moral que impregna nuestra cultura materialista.  Efesios 5:5, dice refiriéndose al hombre codicioso: “Porque sabéis esto, que ningún fornicario, o inmundo, o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios”.

Mucha de la propaganda moderna apela a la codicia en el corazón humano.  De eso se valen las agencias de mercadeo para alcanzar sus metas y prioridades, de nuestro deseo de tener lo que otros tienen.

El apóstol Pablo dice refiriéndose a la ley de Dios en Romanos 7:12: “De manera que la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno”.  Y aseguró en Romanos 7:14 que la ley “es espiritual”, y nos recuerda que no hay nada malo en ella, que el problema está en nosotros, que somos “carnales, vendidos al pecado”.  Deseamos las cosas en nuestra forma y no nos gusta que nadie nos diga lo que tenemos que hacer, incluyendo al propio Dios.

La Biblia no enseña que los seres humanos tienen la capacidad para practicar lo correcto y evitar hacer lo incorrecto, sino que explica lo contrario.  Leemos en Romanos 3:10-12: “No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda.  No hay quien busque a Dios.  Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno”.

¡Qué gran acusación!  La Palabra de Dios enseña que no somos moralmente capaces de adoptar las decisiones correctas.  Procede a decirnos que de acuerdo con el punto de vista Divino todo somos pecadores, inclinados a hacer el mal.  “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Ro. 3:23).  La ley de Dios nos condena: “Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos” (Stg. 2:10).  “Pero sabemos que todo lo que la ley dice, lo dice a los que están bajo la ley, para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios” (Ro. 3:19).

La ley revela la justicia y las normas morales de Dios y expone nuestros deseos pecaminosos y egoísmo.  La Biblia proclama que necesitamos un Salvador, Uno que pueda perdonar nuestros pecados y hacer de nosotros lo que debemos ser.  ¡Ese es el corazón del evangelio del Señor Jesucristo!

La catástrofe moral de nuestra sociedad clama por cosas absolutas.  Aparte de la existencia y autoridad de Dios permanecemos en un mar de cosas relativas, balanceándonos por olas de indecisión y de opinión popular, sin dirección y sin esperanza.  Necesitamos una reforma moral y un despertar moral y espiritual.  Necesitamos la ayuda y liberación de Dios.  El Señor, en 2 Crónicas 7:14 le dio a la nación de Israel este remedio para su decadencia moral y espiritual: “Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra”.

Este mensaje importante y crucial fue dado a la nación de Israel en un tiempo de crisis moral, cuando esperaba el ataque de una potencia extranjera, de Babilonia.  El último capítulo del libro 2 de Crónicas registra la invasión de los babilonios bajo Nabucodonosor, un evento que resultó en la destrucción de Jerusalén y del templo construido por el rey Salomón.  El pueblo judío fue llevado cautivo a Babilonia por 70 años y fue bajo el liderazgo de los persas que se les permitió regresar al territorio de Israel.

2 Crónicas 36:14-16 registra algunas de las razones para esta invasión y juicio de Dios: “También todos los principales sacerdotes, y el pueblo, aumentaron la iniquidad, siguiendo todas las abominaciones de las naciones, y contaminando la casa de Jehová, la cual él había santificado en Jerusalén.  Y Jehová el Dios de sus padres envió constantemente palabra a ellos por medio de sus mensajeros, porque él tenía misericordia de su pueblo y de su habitación.  Mas ellos hacían escarnio de los mensajeros de Dios, y menospreciaban sus palabras, burlándose de sus profetas, hasta que subió la ira de Jehová contra su pueblo, y no hubo ya remedio”.

Proverbios 14:34 declara: “La justicia engrandece a la nación; mas el pecado es afrenta de las naciones”.  El pueblo de Israel había agotado la paciencia de Dios, y Él les dio varias razones que causaron su catástrofe y decadencia moral.

Pastor, J. A. Holowaty

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