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Boletin dominical 18/09/11

  • Fecha de publicación: Sábado, 17 Septiembre 2011, 03:59 horas

El adelanto actual en la biología molecular se está sucediendo a una tasa sin precedentes.  Uno de ellos es la habilidad para crear animales y cultivos transgénicos mediante la ingeniería biogenética.

¿Cuánto sabe usted de lo que come diariamente?  ¿Está seguro de que no se está envenenando poco a poco consumiendo transgénico?

El adelanto actual en la biología molecular se está sucediendo a una tasa sin precedentes.  Uno de ellos es la habilidad para crear animales y cultivos transgénicos mediante la ingeniería biogenética.  La tecnología ya ha producido mamíferos transgénicos tales como ratones, ratas, conejos, cerdos, ovejas, vacas, caballos y cabras.  Aves, como pollos y codornices; y peces como salmón, trucha, tilapia, carpa, pez gato, medaka y dorada.

Aunque hay muchos asuntos éticos que rodean la transgénesis, esta tecnología se usa en la agricultura, la medicina y la industria.  Pero... ¿Qué es un animal o un cultivo transgénico?  Hay varias definiciones para este término.  Los expertos lo definen como un animal o planta al cual se le ha modificado deliberadamente su genoma, la totalidad del material genético responsable de las características hereditarias.  Un transgénico es uno cuyos genomas han sido cambiados para portar genes de otras especies.

El núcleo de todas las células en cada organismo contiene genes constituidos de ADN.  Estos genes  almacenan información que regula cómo se forman y funcionan los cuerpos de los seres vivos.  Los genes pueden ser alterados artificialmente, cambiando así algunas de las características de un animal o planta.  Por ejemplo, se han manipulado ovejas para que den más lana; vacas para que produzcan insulina y cerdos cuya sangre puede ser usada para transfusiones.  Pero también se dan casos en que un embrión puede tener funcionando un gene extra introducido artificialmente en él, el cual puede anular la función de otro gene particular.

El riesgo de invasión de especies transgénicas no se puede descartar por dos motivos.  Primero, porque las técnicas actuales de ingeniería genética no permiten controlar al cien por ciento los efectos de la inserción de genes extraños en el ADN de un organismo.  Además, es imposible predecir el comportamiento de los nuevos genes introducidos en ecosistemas complejos.  El conocimiento científico sobre el funcionamiento de los genes es aún muy limitado, en particular sobre las interrelaciones entre los genes, entre genes y el resto del genoma y entre genes y el ambiente.

En segundo lugar, las especies con nuevos genes pueden presentar ventajas selectivas frente a las especies normales y acabar por imponerse.  El caso a que voy a referirme nos ofrece un buen ejemplo.  Dos investigadores de la Universidad de Purgue, en Indiana, Estados Unidos, estudiaron la descendencia de los peces receptores medaka del gene de la hormona de crecimiento humano.  El resultado demostró que si se liberaran algunos peces transgénicos, a largo plazo estos animales terminarían por acabar con la especie no manipulada.  Si se liberaran sesenta peces transgénicos entre un grupo de sesenta mil peces normales, el grupo entero desaparecería en cuarenta generaciones.

La mente tan abierta que están demostrando los científicos y las autoridades con respecto a la investigación transgénica entre seres humanos y animales, exige que los cristianos le presten atención a esto.  Aunque los miembros de la comunidad científica proponen que la investigación transgénica debe continuar con pocas o no restricciones, los cristianos tienen amplias razones para cuestionar este asunto.

En cuanto a los cultivos transgénicos, en el año 2000, el 52% del frijol de soya y el 25% del maíz cultivado en Estados Unidos, eran cultivos transgénicos o genéticamente modificados.  Muchas de estas plantas contienen genes que producen un insecticida natural, por lo que no requiere plaguicidas sintéticos.  Otros cultivos tienen genes que le permiten resistir sustancias químicas que matan malas hierbas.  Esos genes ayudan a que el cultivo sobreviva mientras se controla la mala hierba.  Uno de los últimos desarrollos importantes en alimentos modificados genéticamente consiste en una planta de arroz que contiene vitamina A, un nutriente esencial para la salud de las personas.  Gracias a que el arroz es un alimento fundamental para miles de millones de personas en todo el mundo, esta clase de arroz supuestamente pretende mejorar la dieta y la salud de muchas personas al proporcionar un nutriente importante.

Hasta ahora son muy pocos los estudios científicos que se han llevado a cabo para determinar los posibles efectos que estos cultivos modificados pueden tener sobre la salud de las personas.  Uno de los mayores riesgos para la salud es la aparición de nuevas alergias.  Estos alimentos introducen en la cadena alimentaria nuevas proteínas que nunca antes habíamos comido.  Ya hay pruebas de los posibles efectos alérgicos, pero el primer caso comprobado de alergia causado por un alimento transgénico fue el del maíz StarLink.  Este maíz se encontró en la cadena alimentaria humana cuando estaba autorizado únicamente para consumo de los animales.  Desde este descubrimiento se han recibido decenas de denuncias de consumidores por posible intoxicación alérgica debido al StarLink.

La industria biotecnológica presenta la ingeniería genética como una técnica que aporta beneficios a la humanidad.  Pero muchos de esos supuestos beneficios, que todavía no han sido demostrados, son anulados por los riesgos que presenta la manipulación genética.  Algunos de estos riesgos son...

• El incremento en la contaminación en los alimentos por el mayor uso de productos químicos.

• La aparición de nuevos tóxicos en los alimentos.

• La aparición de nuevas alergias por la introducción de nuevas proteínas en los alimentos.

• Resistencia de las bacterias patógenas para el hombre, a los antibióticos y reducción de la eficacia de estos medicamentos para combatir las enfermedades.

• Ningún científico se atreve a negar la posibilidad de que el cambio en la estructura genética fundamental de un cultivo, puede causar nuevas enfermedades o problemas de salud.

• Tampoco hay estudios a largo plazo que prueben la inocuidad de los cultivos modificados genéticamente, sino que los mismos están siendo probados en los consumidores.

• Son peligrosos para el medio ambiente, contaminan genéticamente a las variedades tradicionales, acabando con ellas y provocando una grave pérdida de la biodiversidad.  Según Greenpeace, la organización líder que usa la acción directa pacífica y la comunicación creativa para exponer los problemas en el ambiente, los efectos sobre los ecosistemas son irreversibles e imprevisibles.

• Los riesgos sanitarios a largo plazo debido al consumo de transgénicos no han podido ser evaluados correctamente.  Se sabe que pueden provocarnos nuevas alergias, o hacernos resistentes a los antibióticos, y se cree que a largo plazo pueden causar tumores cancerígenos.  Aunque no hay datos concluyentes que despejen las dudas, ya los estamos consumiendo en grandes cantidades.

• Son peligrosos para la economía, ya que el desarrollo de los transgénicos está en manos de unas pocas empresas multinacionales que acabarán controlando todo el mercado mundial de semillas y, con ello, la producción de alimentos en el planeta.  Paralelamente, los herbicidas y otros productos específicos para estas variedades están igualmente en manos de estas empresas.

• Finalmente, como los transgénicos son indistinguibles de las variedades naturales no podemos rechazarlos aunque queramos hacerlo.  Además, con ellos no acabaremos con el hambre en el mundo, como pregonan sus defensores, sino todo lo contrario.  De hecho, cientos de pequeños agricultores se han suicidado en la India, endeudados tras pasarse a los caros cultivos transgénicos y no obtener las producciones prometidas.

 

Pastor, J. A. Holowaty

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