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Boletin dominical - 08/04/12

  • Fecha de publicación: Jueves, 12 Abril 2012, 01:31 horas

Muchos hermanos con frecuencia carecen de argumentos bíblicos para probar la resurrección de nuestro Señor.  Usted puede usar los cuatro evangelios y el capítulo 15 de 1 Corintios y obtendrá todo cuanto necesite, a fin de dejar desarmado aun al peor incrédulo.

Debemos recordar que existen “cristianos” que también niegan la resurrección del Salvador.  Si fuera cierto que no resucitó entonces todo el andamiaje, toda la estructura del verdadero cristianismo sería un castillo en el aire y simplemente se desplomaría.  El apóstol Pablo es claro cuando dice: “Pero si se predica de Cristo que resucitó de los muertos, ¿cómo dicen algunos entre vosotros que no hay resurrección de muertos?” (1 Co. 15:12).

El negar la resurrección de Cristo era sin lugar a dudas la mayor tergiversación de esta doctrina.  Pero... ¿Se había extendido este engaño?  Por lo visto sí, ya que en 2 Timoteo Pablo nuevamente habla de lo mismo: “Mas evita profanas y vanas palabrerías, porque conducirán más y más a la impiedad.  Y su palabra carcomerá como gangrena; de los cuales son Himeneo y Fileto, que se desviaron de la verdad, diciendo que la resurrección ya se efectuó, y trastornan la fe de algunos” (2 Ti. 2:16-18).

Satanás se ocupó muy pronto de su labor y atacó la resurrección.  Si lograba convencer a un buen número de la iglesia de Corinto y otras, lograría dividir la iglesia.

¿Qué tipo de argumentos estarían usando?  En primer lugar estos herejes, podrían usar el caso de los que abandonaron sus tumbas al expirar el Señor: “Mas Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu.  Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron; y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron; y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de él, vinieron a la santa ciudad, y aparecieron a muchos” (Mt. 27:50-53).

Pablo escribió a los de Éfeso acerca de la resurrección espiritual del pecador cuando obtiene la vida eterna por su fe en Cristo  (Ef. 2:1-7), especialmente los versículos 5 y 6: “Aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús”.

Pero... ¿Cuán grave es la no resurrección?  Si quiere la respuesta, vea lo que dice en 1 Corintios 15:9-13: “Porque yo soy el más pequeño de los apóstoles, que no soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí a la iglesia de Dios.  Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para conmigo, antes he trabajado más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo.  Porque o sea yo o sean ellos, así predicamos, y así habéis creído.  Pero si se predica de Cristo que resucitó de los muertos, ¿cómo dicen algunos entre vosotros que no hay resurrección de muertos?  Porque si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó”.

Enumeremos lo que Pablo nos dice:
1. Si Cristo no resucitó, es suficiente razón para no creer en la resurrección de los muertos.
2. En vano predicamos el evangelio y en vano creemos en un Cristo muerto.
3. Nuestra fe y nuestra predicación no sirven.
4. Como si esto fuera poco, seríamos vistos por Dios como falsos testigos suyos.
5. Cada año recordamos la resurrección de Cristo, el cual realmente “no resucitó”.
6. Si el caso es que Él no resucitó, la fe de los que nos creemos salvos es vana y todavía estamos en nuestros pecados no perdonados.
7. Además, los que entonces, miembros de la iglesia de Corinto habían muerto, sus familiares y otros hermanos que fueron consolados con la noticia del Salvador en el cielo, no hay tal.

No es ningún consuelo anunciar que Cristo resucitó y que todos los suyos también resucitarán, si al final de nuestro camino aquí, nos encontraremos con que nos engañaron con la resurrección.

En 1 Corintios 15:50-54 dice: “Pero esto digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción.  He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados.  Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad.  Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria”.  Aquí Pablo toca varios puntos:

1. Que la carne y la sangre que hoy componen nuestro cuerpo no heredarán el reino de Dios.
2. Que habrá una generación que no morirá (v. 51).
3. Que los que no habrán muerto, sus cuerpos serán transformados (v. 51b).
4. Que todo ocurrirá, es decir, la resurrección de todos los redimidos, “en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta” (v. 52).
5. Dice que “se tocará la trompeta”, pero no dice si esa trompeta la oirán los incrédulos también o únicamente quienes serán arrebatados (v. 52b).

¿Tienen esta esperanza quienes se burlan del arrebatamiento?  ¿La tienen los budistas, hinduistas, católicos romanos, ateos, universalistas y musulmanes?  ¡Oh, qué momento será cuando familias enteras habrán partido sin que el mundo ni cuenta se dé!  Será una movilización que abarcará a todo el mundo: africanos, asiáticos, europeos, americanos, etc.  Porque el Señor ordenará que el cosmos se estremezca, ya que la «nube de los redimidos» repentinamente escapará de la vista de los habitantes que prefirieron no creer.  Estos mismos, luego volverán con el Señor para reinar durante el Milenio y acompañarlo cuando se siente sobre el Gran Trono Blanco para juzgar y condenar a los impíos “De éstos también profetizó Enoc, séptimo desde Adán, diciendo: He aquí, vino el Señor con sus santas decenas de millares, para hacer juicio contra todos, y dejar convictos a todos los impíos de todas sus obras impías que han hecho impíamente, y de todas las cosas duras que los pecadores impíos han hablado contra él” (Jud. 14, 15).  ¡Qué esperanza la de los redimidos!

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