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Boletin dominical - 29/07/12

  • Fecha de publicación: Sábado, 14 Julio 2012, 14:55 horas

Es mucho más fácil para mí, hablar de profecías bíblicas o de todas esas otras doctrinas bíblicas, donde no existen dudas si alguien protesta.  La situación difícilmente llega a dividir a los hermanos cuando se trata de temas fundamentales.  No obstante, la cosa es muy diferente cuando tocamos temas como las tradiciones en el vestir y lo que muchos cristianos muy respetados por cierto

     Hoy vamos a tratar un tema no muy corriente, nos referimos al deporte y a la vestimenta del cristiano.
Es mucho más fácil para mí, hablar de profecías bíblicas o de todas esas otras doctrinas bíblicas, donde no existen dudas si alguien protesta.  La situación difícilmente llega a dividir a los hermanos cuando se trata de temas fundamentales.  No obstante, la cosa es muy diferente cuando tocamos temas como las tradiciones en el vestir y lo que muchos cristianos muy respetados por cierto y de buen fundamento bíblico en otras áreas, consideran absolutamente necesario.  Hay que tener mucho cuidado de no introducir algo que, según el parecer de ellos constituya mundanalidad, carnalidad y cosas parecidas.  Hasta a veces, pecados difíciles de perdonar.

He aprendido que un pedazo de trapo, un poco de pintura, un arete, un brazalete, o dar una pateada a un pedazo de cuero lleno de viento, puede producir toda una división en una gran y buena iglesia.

Repito, no quiero ofender a ninguno de esos hermanos que profesan sana doctrina, con quienes estoy muy bien identificado y quienes además son mis mejores colaboradores, especialmente en todo lo que es Asunción y alrededores, donde funciona nuestra querida Radio América, llevando la Palabra de Dios a tantas almas necesitadas con urgencia del mensaje celestial.

Me refiero de manera especial a las Iglesias que mantienen la sana doctrina a las que mucho admiro.  He descubierto sin duda alguna, al menos hasta donde conozco, que es la denominación que mejor se ha mantenido sin caer en el laberinto de modernismo doctrinal ni en el tan gustado cristianismo… digamos católico romano que muchos cristianos confunden con el cristianismo genuino.

Pero existe un problema, y aunque en este momento no constituye un peligro, yo lo veo avanzar a paso firme.  Se trata de algo que podría producir un desmembramiento en estas denominaciones evangélicas, separando a los jóvenes de los mayores.

Pero… ¿Qué es eso?  Bueno, se trata de algo tan insignificante como el vestir o el jugar al fútbol.  Antes que todo, espero paciencia y comprensión de los hermanos de mi edad o mayores aun.  De ninguna manera quiero criticarlos, nada está más lejos de mi ánimo.  Lo hago con verdadero amor cristiano, queriendo conservar la estima que me tienen estos hermanos, pero al mismo tiempo invitándolos a meditar seriamente en todo cuanto he de decir.

Al llegar de una visita furtiva allá en la provincia de Misiones, Argentina, a una ciudad llamada Jardín América, el hermano que me trasportaba me llevó al templo de los hermanos Neotestamentarios.  Era día sábado y allí se encontraban algunos pocos hermanos haciendo limpieza.  Pronto me reconocieron por la voz, ya que me habían escuchado por todo un año, gracias a la Estación FM 93.1 de Puerto Triunfo, Paraguay, apenas al otro lado del río Paraná.

Como valoraban tanto los estudios radiodifundidos, me recibieron como si se tratara de un ángel del cielo.  Es fácil comprender que me preocupa el hecho de que luego de enterarse de mi posición respecto a estos temas secundarios me cambien de rótulo diciendo: «Bueno… sí… se trata de un ángel, pero de los caídos».

Uno de los hermanos que encontramos ese sábado limpiando allí el templo era un joven, se me acercó y me dijo: «Hermano, ¿no tiene algún mensaje grabado sobre fútbol?».  «No» – respondí - «No me ha parecido necesario hablar de esto». «» - me dijo él – «quiero que nos diga algo al respecto».  Le prometí que lo haría.

Por esta razón, estoy cumpliendo con ese compromiso.  Cuésteme lo que me cueste, hay que hacerlo.  Noté que si no se dice nada a tiempo, los mismos hermanos que tanto aman al Señor, por algo tan insignificante terminarán por ahuyentar a la propia juventud de su iglesia.  Ya está sucediendo y lo peor de todo, es que esos jóvenes, aunque la mayoría asisten a otra iglesia, siempre se trata de congregaciones cuyas doctrinas básicas no son confiables.

Es así como por unos simples trapos, por unos pedazos de metal que son pura fantasía, o por un trozo de cuero inflado, estamos prefiriendo que nuestros jóvenes se vayan de nuestro medio, quedándonos siempre con personas adultas y niños, quienes también dentro de unos pocos años, ni bien crezcan seguirán el mismo camino.  Terminarán por abandonar la iglesia que les ofreció tanta buena doctrina.

A modo de introducción del tema, permítame citar estas palabras de Jesús: “Guías ciegos, que coláis el mosquito, y tragáis el camello!” (Mt. 23:24).  “¿Por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo?” (Lc. 6:41).  Es muy importante que sepamos, especialmente los líderes, pastores, diáconos, ancianos y maestros; que es perfectamente correcto que los cristianos no imiten al mundo, pero hay muchas cosas que nosotros hacemos exactamente igual que los demás.
Es a esto a lo que me refiero, y a esto se refiere Pablo cuando escribe a los hermanos de Corinto, él les dice: “Os he escrito por carta, que no os juntéis con los fornicarios; no absolutamente con los fornicarios de este mundo, o con los avaros, o con los ladrones, o con los idólatras; pues en tal caso os sería necesario salir del mundo.  Más bien os escribí que no os juntéis con ninguno que, llamándose hermano, fuere fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón; con el tal ni aun comáis” (1 Co. 5:9-11).  Por un lado, Pablo urge a los cristianos a no juntarse con los mundanos para nada, pero luego aclara que es imposible evitar esto por completo, mientras estemos aquí.

En muchos casos los mundanos son dueños de los supermercados por ejemplo, de las fábricas, atienden el correo, enseñan en la escuela y hasta nos gobiernan.  Los cristianos al igual que todos los ciudadanos compramos los alimentos en los supermercados y tenemos que cargarle combustible al automóvil en estaciones de servicios, en la mayoría de los casos administrados por incrédulos.

Nuestros hijos acuden a la escuela donde rara vez el maestro o la maestra son cristianos.  Y la Escritura además nos exhorta a orar por los gobernantes y los magistrados (que son los jueces), siendo que la gran mayoría, si no todos, no son cristianos.

Pastor, J. A. Holowaty

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