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Boletin dominical - 16/09/12

  • Fecha de publicación: Domingo, 16 Septiembre 2012, 08:55 horas

De cartonero a cirujano, llegó a su operación número 5000

     El doctor José Como Birche juntó cartones y realizó otras changas para pagarse sus estudios; hoy es uno de los profesionales más reconocidos de la salud pública.

La carrera de medicina en la Universidad Nacional de La Plata (Argentina) le costó mucho más que a sus compañeros, porque era pobre.  Hoy le llegó el reconocimiento al doctor José Como Birche que realizó su cirugía cardiovascular número 5000 en el sistema de salud pública.
Desde los 15 años trabajó en una fábrica, pero cuando logró ingresar a la facultad, en el tercer intento y a pesar de contar con un promedio de 9.70, debió abandonar el empleo porque el nuevo horario de estudios no le permitió continuarlo.  Su padre había muerto.  Su madre era una mujer de escasos recursos, con otros cuatro hijos que criar en Villa Elisa, La Plata. José entendió que para recibirse debía sacrificarse.
     «Me tuve que adaptar a todas las circunstancias para poder seguir adelante», explica el cirujano que, en los ratos libres de su vida de estudiante se dedicaba al cartoneo con un amigo.  Cartonear era una más de todas las changas que hacía para poder continuar con su carrera.  El cirujano vendía lo que juntaba, en una cartonera platense.  Recolectaba flores en los campos de floricultura en las afueras de La Plata, cortaba el césped en su barrio los domingos, entre otros trabajos.
     «Cuando entré (a la Universidad) todo fue muy dificultoso porque no tenía recursos y entonces hacía lo que podía: copiaba libros que me prestaban en la biblioteca.  Me copié a mano los cuatro tomos del Tratado de Anatomía Humana de L. Testut», recuerda.  Los cuatro tomos son, exactamente, 4339 páginas.
Transitando con esfuerzo el camino de estudiante, el cirujano ingresó al hospital provincial San Juan de Dios, en La Plata.  «Cuando ingresé fue un alivio, porque ya tenía un sueldo y principalmente el apoyo de la gente.  Todavía vivía con mi mamá», dice el cirujano que se quedó para siempre en el hospital.

Reconocimiento público
Como Birche tiene 52 años y pasó la mitad de su vida en el mismo hospital.  Es el jefe del servicio de Cirugía Cardiovascular y llegó a la cirugía número 5000 de su carrera, lo que lo convierte en uno de los médicos con más intervenciones realizadas en un hospital provincial.
     «Es un orgullo encontrar profesionales así, tan dedicados a su trabajo, con amor por sus pacientes y su profesión», lo elogió el ministro de Salud de la provincia, Alejandro Collia.  «En nuestra gestión prestamos atención a nuestros médicos y en este reconocimiento al doctor Como Birche, está también mi reconocimiento para todos los que elegimos la medicina como una forma de vida».
Él tiene las manos más solicitadas del hospital San Juan de Dios para las cirugías más riesgosas, desde patologías aórticas agudas hasta tumores del corazón.  Su estadística es apabullante: 5000 cirugías dirigidas por él; 15.000 en total en toda su carrera; 250 cirugías centrales por año (a corazón abierto).  «La primera cirugía que vi fue una cirugía cardíaca.  Tenía 19 años.  No me impresionó, me fascinó», recuerda el cirujano.
Hace ocho años que José Como Birche es jefe del servicio de Cirugía Cardiovascular del hospital San Juan de Dios: el centro público que más operaciones cardiavosculares realiza en toda la Provincia, con un promedio anual de 500 intervenciones de alto riesgo.  En este hospital provincial el 95% de las intervenciones son cardíacas, es decir, centrales: del corazón o aorta ascendente.
Actualmente, aunque en muy contados casos, se pueden encontrar algunos jóvenes de ambos sexos haciendo esfuerzos titánicos para lograr la realidad de sus sueños.  Entre otros problemas o impedimentos debemos reconocer los cambios de la sociedad que sigue cambiando.  Incluso hay estudiantes que prefieren dejar sus estudios para no ser atacados, golpeados, y en muchos casos muertos por jovenzuelos bandidos que buscan dañar a cuantos puedan.  Este fenómeno de la propagación de la brutalidad de la presente generación, lo viven también en otros países, incluso en USA y Europa Occidental.
En el mes de enero del año 2010, la revista Time publicó unas estadísticas increibles de la Asociación Nacional de Educación de USA.  Note lo que ellos publicaron
200.000 estudiantes o más portan armas de fuego a las escuelas cada día.
380.000 dejan de asistir a clases por miedo a ser agredidos físicamente.
Más de cien son heridos o asesinados por arma blanca o armas de fuego.
Más de 10.000 maestros son amenazados con ataques físicos.
Más de 500 maestros son de hecho, asaltados físicamente.
¡Y todo esto en una base diaria!
Este fue un comentario muy revelador, publicado recientemente en internet, acerca de lo que está ocurriendo a la juventud en Estados Unidos:
«¡Qué concepto! - ¿Pero qué es lo que está ocurriendo con nuestros hijos hoy?  Veamos... Pienso que todo comenzó cuando Madalyn Murray O’Hare afirmó que no se debía orar en las escuelas públicas, y todos estuvieron de acuerdo.
     Luego alguien más dijo, que lo mejor era que no se permitiera la lectura de la Biblia en las escuelas, y las personas dijeron que sí.
     Después, la Corte Suprema determinó que no se debía exhibir más los Diez Mandamientos en las escuelas, porque eso podría influenciar a los niños, y que tal cosa era una violación a la ‘separación de la iglesia y el estado’.  Y todos dijeron: ‘está bien’.
     En 1946, el doctor Benjamin McLane Spock, un pediatra estadounidense  que murió en 1998, publicó ‘El libro del sentido común del cuidado de bebés y niños’, el que constituyó uno de los mayores best-sellers de todos los tiempos.  A lo largo de sus primeros 52 años, este libro se convirtió en el segundo éxito de ventas, después de la Biblia.  Fue este mismo pediatra quien dijo, que no se debía administrar corrección física a los niños cuando se portaban mal, porque eso deformaba la personalidad y dañaba la autoestima.  Y todos estuvieron de acuerdo con él.
     Luego dijeron que los maestros no debían disciplinar a los niños en las escuelas si eran desobedientes.  Y los docentes decidieron que era mejor no hacer nada contra los estudiantes, porque además de ser una mala publicidad para ellos, estaba el riesgo que los demandaran.
     Asimismo alguien sugirió que lo mejor para acabar con los embarazos no deseados, era permitir que las niñas abortaran sin necesidad del permiso de los padres, y todos dijeron que sí.
       Entonces a otro se le ocurrió una idea mejor y dijo: ‘Mejor démosles condones a nuestros hijos, así podrán divertirse sin el riesgo de embarazo’, y todos declararon: ‘¡Qué gran idea!’».

       J. Holowaty, Pastor

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