Boletin dominical - 18/11/12
- Fecha de publicación: Sábado, 17 Noviembre 2012, 18:17 horas
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Lo que sigue es la carta de una de las primeras iglesias «distantes». Léala y note el interés que hay en muchos cristianos por contar con una Iglesia Bíblica. Esperamos incluir en la próxima revista ¡ALERTA! algunas fotografías de esta singular familia, a fin de incluirlos en nuestras oraciones también. He aquí lo que nos dice este hermano:
Hola querido pastor José:
Le mando un abrazo fuerte. Mi familia y yo valoramos mucho y le agradecemos a nuestro Señor Jesús por su vida y obra, ya que por fin pudimos llegar a un lugar estable gracias a la tecnología, verdaderamente bíblico. Es maravilloso madrugar y asistir al servicio dominical, y aprender tanto. Mi esposa me dijo que ella ha aprendido más de la Palabra en estos pocos meses que llevamos viendo los servicios en vivo por internet, que en tantos años asistiendo a estas iglesias de hoy. Yo le dije que era una bendición del Señor y no podíamos descuidarla. Al contrario, nunca faltar a nuestra cita todos los domingos en la mañana y procurar al máximo ofrendar y apoyar este ministerio.
Estamos felices hermano, quiero ahorrar para ir a visitarlos algún día, viajar a Paraguay, quedarme una semana, poder compartir con ustedes y participar de todas las actividades que ustedes realicen. Pondré en oración dicho deseo de mi corazón.
Estamos muy contentos por el privilegio que nos da el Señor que seremos incluido en la revista ¡Alerta! N° 45 y poder animar a otros hermanos, para que la distancia no sea ningún obstáculo a fin de afirmar su fe en la sana doctrina, y que esta posibilidad es un verdadero oasis, así sea a distancia, es un recurso que el Señor maduró para que nosotros los creyentes lejanos de Paraguay podamos edificarnos y ser parte de una iglesia bibliocéntrica, como la que usted pastorea.
Pastor, mi esposa me dijo que usted se veía muy tierno mimando a esos bebés por quienes usted oró. Y yo me reí mucho, le luce mucho, debe ser un abuelo muy tierno.
Pastor, también le envío algunos datos de mi familia, quiero que nos conozca y se familiarice con nosotros.
Yo me llamo Juan Diego Muñoz, tengo 36 años y 16 años de regenerado y convertido. Soy educador físico y trabajo entrenando equipos de fútbol profesional en mi país. Dirijo a los que patean el cuero lleno de viento como usted llama al balón, jajajaja. Le cuento hermano, que allí he podido hablar del evangelio a muchísimos jugadores y el Señor ha permitido que muchos de ellos, hoy sirvan al Señor.
Mi esposa se llama Olga Urrego, trabaja en un banco, tiene 34 años y es cristiana hace 16 años al igual que yo. Yo la evangelicé cuando éramos novios, llevamos 12 años de casados. Y mi pequeño hijo se llama Emanuel Muñoz, tiene seis añitos, los cumple el 14 de noviembre y ha sido una bendición maravillosa para nuestras vidas. Vivimos en Medellín, Colombia como ya se lo había contado. Mi dirección es, Carrera 85 N° 45 C 40, Apartamento 301, edificio Pacaembu, barrio La Floresta. Mi teléfono fijo es 4169736, y mi número de celular es 3207109289. Cuando pueda, me envía lo que usted considere; recuerde que aquí puedo imprimir material para repartir. Los quiero mucho en el Señor, su hermano Juan Diego Muñoz.
El ángel guardián
En cierta ocasión el pastor R. L. Hastings de Boston, consagrado siervo de Dios, viajaba a caballo por los montes de New Hampshire, llevando una importante suma de dinero para un amigo. Notando que una correa de su montura estaba floja, paróse en un claro del bosque y bajándose del caballo la apretó y volvió a montar.
Algunos años después fue llamado al lecho de muerte de un hombre. Apenas había hablado con él pocos minutos, cuando éste preguntó al pastor Hastings, si no recordaba cierta noche cuando bajó de su montura en el lugar que el enfermo le señaló, para arreglar una correa.
—«Sí» —replicó el señor Hastings—, «lo recuerdo perfectamente, era una noche de luna llena».
—«Yo estaba allí esperándoos para mataros y robaros el dinero que llevábais, pero cuando desmontásteis vi a otro hombre de hermoso aspecto a vuestro lado y no me atreví a enfrentarme con dos personas».
—«Pues, sí, señor» —insistió el enfermo—, «yo lo vi bien claramente, y siempre lo he recordado».
El bandido pidió perdón al pastor por el mal que había planeado hacerle, y después de oír de sus labios palabras de consuelo y esperanza, murió en la paz del Señor.
Tal vez nosotros no hayamos experimentado nada parecido, pero yo recuerdo muy bien haber leído de un fiel cristiano en Polonia, quien recorría a caballo varias iglesias en zonas rurales de ese país.
Una día, cabalgaba después de haber hecho su última visita a una iglesia, donde los humildes hermanos le dieron una ofrenda. Entre los que no disponían de dinero, particularmente las damas, sacaron sus alhajas de oro, anillos, etc., y también le entregaron. El siervo de Dios siguió su camino. Cuando menos esperaba, lo asaltaron unos bandidos y le ordenaron que les diera todo el dinero que tuviera. El fiel cristiano abrió su billetera y se apresuró a darles cuanto de ofrenda le habían dado. Los ladrones recibieron y lo dejaron que se fuera.
Al alejarse de ellos, recordó que cuando esos ladrones le preguntaron una y otra vez: «¿Es esto todo cuanto tiene?», él contestó afirmativamente. Pero luego se dio cuenta de que nada les había dicho de las alhajas que también eran parte de la ofrenda recibida. Así que, montó su caballo y regresó para “disculparse con los ladrones”, sabiendo que como cristiano no debía mentirles. Al llegar, les dijo la verdad, pero agregó: «Yo me olvidé completamente de lo que tenía, porque lo había colocado en un bolsillo y ahora les traigo». Extendió su mano y ellos quedaron mudos. ¡Nunca habían visto algo así!
J. Holowaty, Pastor