El fenómeno de las Redes Sociales
- Fecha de publicación: Sábado, 06 Junio 2020, 13:44 horas
- Visitado 1189 veces /
- Tamaño de la fuente disminuir el tamaño de la fuente aumentar tamaño de la fuente /
- Imprimir /
Los que somos un poco mayores, quienes tenemos más de 50 años, todavía recordamos cuando éramos niños que nuestros padres nos decían: “¡Tienen que respetar a las personas mayores!”. En ese entonces, muchos tal vez suponíamos, que ese respeto se limitaba a nuestros padres, abuelos y tíos. Gracias a Dios que cuando crecimos pudimos comprender que en “los mayores” se incluye a todos los seres humanos, a esos que nos exceden en edad.
Al mirar retrospectivamente, tenemos que detenernos y agradecer a nuestros padres por su sabiduría al darnos este gran consejo, algo que también les fue enseñado a ellos por sus padres y abuelos. Pero aunque el respeto por los mayores sea una cosa honorable, va mucho más allá de eso, porque se trata de un mandato.
Nosotros, obviamente, creemos y siempre tratamos de seguir las ordenanzas de la Biblia, la que a través de sus páginas nos enseña una y otra vez el respeto por nuestros padres y personas mayores. De hecho, hay varios versículos que nos dan esta instrucción, acerca de cómo respetar, honrar, obedecer y escuchar a los mayores, a los cuales debemos prestar atención.
El apóstol Pablo, quien escribió la Epístola a los Efesios, dijo más específicamente: “Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo. Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa; para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra” (Ef. 6:1-3). Asimismo dicen otros versículos:
- “En los ancianos está la ciencia, y en la larga edad la inteligencia” (Job 12:12).
- “Corona de honra es la vejez que se halla en el camino de justicia” (Pr. 16:31).
- “Oye a tu padre, a aquel que te engendró; y cuando tu madre envejeciere, no la menosprecies” (Pr. 23:22).
- “No reprendas al anciano, sino exhórtale como a padre; a los más jóvenes, como a hermanos”(1 Ti. 5:1).
- “Igualmente, jóvenes, estad sujetos a los ancianos; y todos, sumisos unos a otros, revestíos de humildad; porque: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes” (1 P. 5:5).
Desafortunadamente, en nuestros días, parece que estas instrucciones a menudo no se enseñan e incluso, las evitan intencionalmente. Probablemente sea porque constituye una acusación para nosotros mismos los mayores, por no haber enseñado lo mismo a nuestros propios hijos y nietos. Sea como fuere, comprometámonos a seguir lo que se supone que debíamos haber hecho.
Examinemos un poco más lo que dice la Escritura, respecto a la forma cómo debemos honrar y mostrar respeto por nuestros mayores. Vemos que la Biblia dice específicamente: “Delante de las canas te levantarás, y honrarás el rostro del anciano, y de tu Dios tendrás temor. Yo Jehová” (Lv. 19:32). Esto implica que cuando una persona anciana llega a un lugar donde nos encontremos debemos siempre ponernos de pie en señal de respeto.
He aquí algunos consejos sobre la forma cómo debemos honrarlos: Ayudándoles siempre que podamos y visitándolos. Evitando usar palabras groseras o vulgares en su presencia. Mostrando respeto mientras hablan y cuando les respondemos, sin elevar jamás el tono de la voz o tratar de imponer nuestro propio criterio.
Escuchándolos con atención. A todos nos gusta contar nuestras propias experiencias, entonces permitamos que hagan lo mismo, aunque sus historias puedan ser repetidas. Tengamos paciencia con ellos, así como los mayores las tuvieron con nosotros mientras éramos niños, y una razón final: Nunca olvidemos que ellos aprendieron yendo a la escuela, no con Google, Wikipedia, Facebook o Twitter.
Nuestro consejo, es el que da la Biblia. Pero... ¿lo hacemos? ¿No le parece increíble el irrespeto que muestran miles de personas por sus padres y abuelos? ¿La manera tan cruel como los ridiculizan, hacen mofa de ellos, especialmente de aquellos que ya no pueden discernir por lo avanzado de su edad o por la demencia, y los hacen bailar para filmarlos, incitándolos a que hagan movimientos inapropiados que causan la hilaridad de los usuarios de las redes sociales y de YouTube, para de esta forma conseguir miles y hasta millones de “like”, porque su video se hace viral y esto les reporta ganancias? ¿O cómo se burlan haciéndoles preguntas indebidas para provocar la risa de quienes los ven? ¿Hasta dónde hemos descendido y a qué punto vamos a llegar?
Pero no sólo son los ancianos, sino también los niños. Esos inocentes sobre los cuales el Señor Jesucristo dijo: “Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar. ¡Ay del mundo por los tropiezos! porque es necesario que vengan tropiezos, pero ¡ay de aquel hombre por quien viene el tropiezo!” (Mt. 18:6, 7).
Los inocentes que no saben aún discernir entre su mano izquierda y derecha, son explotados en todas las formas, provocando la lujuria de pervertidos que en muchísimas ocasiones han terminado por violarlos y asesinarlos de forma cruel.
¿En qué mundo estamos viviendo? ¿Entonces por qué nos asombramos por todo lo que está pasando, el coronavirus y los desastres naturales? De seguro que más de uno que está leyendo esta columna dominical, ya estará diciendo: «¡Ay, ya están los hermanos de Radio América con la misma repetidera!» Pero tenga presente, nosotros nunca le exponemos nuestras palabras, porque somos pecadores.
La gran diferencia entre alguno de ustedes que lea esto y nosotros, es que por la bondad de Dios, quien nos tuvo misericordia, conocimos al Señor Jesucristo como nuestro Salvador y recibimos el perdón de pecados y el gozo inmenso de la salvación, del cual anhelamos que usted también sea partícipe.
Por eso la oración diaria de cada uno de los que trabajan en este ministerio de Radio América, es que por lo menos, cada día un alma sea tocada por nuestra labor de amor y, reciba a Cristo como su Señor y Salvador, para que a partir de ese momento, también pueda participar de todas las riquezas que Él tiene para cada uno de nosotros en Su Reino.
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios” (Jn. 3:16-18).
“El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados” (Ro. 8:16, 17).