¿Amamos a Dios incondicionalmente?
- Fecha de publicación: Sábado, 12 Septiembre 2020, 14:15 horas
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Conforme vamos madurando en nuestro caminar con Dios, poco a poco nos damos cuenta que quiere el amor incondicional de Sus hijos. Anhela que Lo amemos hasta el sacrificio, incluso aun cuando no podamos comprender plenamente todo lo que sucede en nuestras vidas, desea que vivamos para Él. Tal es el amor que refleja la vida de Job, quien ante situaciones terribles, continuó confiando en el Señor. Al final, vemos que recompensó su fe, amor y confianza, restaurando su familia y fortuna.
Abraham mostró su amor incondicional en el momento en que estuvo dispuesto a sacrificar a Isaac sobre un altar. Al demostrar a Dios que nada retendría, ni siquiera a su amado hijo; Él mismo proporcionó el carnero para el sacrificio. De igual manera millones han muerto y sufrido el martirio por su fe en Él.
Pero... ¿Amamos al Creador por lo que es, o por lo que hace por nosotros? Ciertamente, esta es una pregunta que debemos hacernos con frecuencia, porque es muy importante. Desde el momento en que comenzamos a caminar con el Señor, en ocasiones cuestionamos Su bondad, esto lo han hecho incluso cristianos maduros. ¿Quién de todos nosotros, no ha orado en muchos casos por años, por los hijos y por la salvación de todos los miembros de nuestra familia, pero todavía algunos no son salvos, o no han sido sanados de una enfermedad terrible?
Cuesta entender cómo un Dios amoroso puede retener la salvación o la curación de Sus hijos. Al pensar en esto, nuestro amor por Él se ve desafiado, porque estamos basándonos en lo que hace o no hace. Cuando el Padre no responde a nuestra oración, muchos hasta nos deprimimos y cuestionamos nuestra propia salvación. Pero también otros han sacrificado prácticamente todo para seguir el llamado de Dios de todo corazón.
El pueblo judío también ha luchado con esto a lo largo de los siglos. ¿Cómo pudo Dios haber permitido que ocurriera el Holocausto? Sorprendentemente, en medio del horror y la tristeza, muchos, pero no todos, continuaron confiando en Él. Como dijo Job: “He aquí, aunque él me matare, en él esperaré...” (Job 13:15a). Y en medio de las cenizas del Holocausto, la peor tragedia imaginable del siglo XX que tuvo lugar entre 1941 a 1945, nació el moderno Estado de Israel.
Muchos judíos que perdieron toda su familia se preguntaban: «¿Por qué los milagros ocurrieron sólo durante los tiempos bíblicos? ¿Por qué no suceden en nuestro tiempo?» A lo que un rabino respondió: «El hecho de que haya sobrevivientes del Holocausto, y después de todo lo que soportaron aún puedan mantener su fe, es en sí mismo el mayor milagro de todos».
El Señor Jesucristo dijo: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente” (Mt. 22:37; Lc 10:27 y Mr. 12:30). Pero si sólo Le amamos para recibir Sus beneficios, esto indica en realidad, que nos amamos más a nosotros mismos que a Él. Y... ¿Cómo podemos saber si amamos a Dios incondicionalmente? Si oramos y le pedimos que nos revele Su corazón; si le preguntamos cómo podemos bendecirlo, y anhelamos estar en Su presencia y conocerlo más, lo estamos amando de todo corazón. Pero si nuestra vida de oración se trata de nuestras necesidades personales y deseos, o incluso de decirle a Dios cómo creemos que Él necesita resolver un determinado problema, entonces las plegarias se centran más en nosotros que en Él, lo cual podría ser un amor egoístamente motivado.
El amor incondicional por Dios puede hacer que nuestras vidas sean más difíciles, al menos por una temporada. Cuando Él nos llama a hacer algo sólo anhelamos complacerlo, como respuesta a ese llamado. Eso significa que en ocasiones tendremos que renunciar a una vida de comodidad, porque debemos emplear la mayor parte de nuestro tiempo en el ministerio al que hayamos sido llamados, y menos tiempo en satisfacer nuestras necesidades y deseos. Sin embargo, si lo hacemos y nos sacrificamos por Su amor, nuestras vidas serán más fructíferas y seremos más felices.
La prioridad del Señor Jesús está declarada en su Palabra en Marcos 12:28-33, donde leemos: “Acercándose uno de los escribas, que los había oído disputar, y sabía que les había respondido bien, le preguntó: ¿Cuál es el primer mandamiento de todos? Jesús le respondió: El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos. Entonces el escriba le dijo: Bien, Maestro, verdad has dicho, que uno es Dios, y no hay otro fuera de él; y el amarle con todo el corazón, con todo el entendimiento, con toda el alma, y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, es más que todos los holocaustos y sacrificios”.
¿Está listo para amar a Dios con todo su corazón? Cuando percibe sus propios deseos personales, ¿está dispuesto a desecharlos y seguir al Señor aunque esto signifique que se debe sacrificar personalmente? Aquellos que están prestos a amarlo de esta manera, a escuchar obedientemente Su llamado; que incluso están decididos a renunciar hasta de sus amados hijos, tal como Abraham; que le aman sin importar las dificultades que puedan enfrentar en la vida, para todos ellos hay promesas especiales. Este es un amor de rendición total al Dios del universo, el Dios de Israel y Creador.
En algunos casos hombres y mujeres de fe, incluso han perdido sus vidas por seguir el llamado de Dios. Uno de los más famosos fue el misionero Jim Elliot. Su esposa, Elizabeth, quien escribió su biografía en su libro “Portales de Esplendor”, registró que una de las citas más famosas atribuidas a Jim es esta: «No es un tonto el que da lo que no puede conservar, para ganar lo que no puede perder». Elliot dio todo, incluida su vida, en el servicio de Dios. Su beneficio fue su recompensa eterna.
Veamos y analicemos lo que dice la Biblia acerca de Sus beneficios tanto en esta vida como en el más allá.
Dios nos mostrará Su amor inagotable
En varios lugares de la Escritura encontramos estas palabras: “Y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos” (Ex. 20:6; Dt. 5:10). “Conoce, pues, que Jehová tu Dios es Dios, Dios fiel, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos, hasta mil generaciones; y que da el pago en persona al que le aborrece, destruyéndolo; y no se demora con el que le odia, en persona le dará el pago. Guarda, por tanto, los mandamientos, estatutos y decretos que yo te mando hoy que cumplas. Y por haber oído estos decretos y haberlos guardado y puesto por obra, Jehová tu Dios guardará contigo el pacto y la misericordia que juró a tus padres” (Dt. 7:9-12). Citas similares aparecen en otras Escrituras como Nehemías 1:5 y Daniel 9:4.
«Amor inagotable» es la traducción al español de la palabra hebrea «jésed». Es una de las expresiones más maravillosas de la Biblia, y aparece 248 veces. También se puede traducir como «misericordia, bondad, virtud, amabilidad, favor, bien y piedad».
El Señor Jesucristo también dijo: “Si me amáis, guardad mis mandamientos” (Jn. 14:15). “Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor. Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor” (Jn. 15:9, 10).
¡Qué beneficio tan asombroso e increíble! Podemos experimentar el amor de Dios cuando nos entregamos a Él y seguimos Sus caminos. Ésta es la recompensa para aquellos que Lo aman y guardan Sus mandamientos.
La Biblia usa muchas descripciones de imágenes para expresar este pensamiento. Al que ama a Dios se le promete ser como el sol en toda su fuerza: “El Dios de Israel ha dicho, me habló la Roca de Israel: Habrá un justo que gobierne entre los hombres, que gobierne en el temor de Dios. Será como la luz de la mañana, como el resplandor del sol en una mañana sin nubes, como la lluvia que hace brotar la hierba de la tierra” (2 S. 23:3, 4).
Pero... ¿Qué significa esto? Bueno, el sol arde de adentro hacia afuera. Es luz desde el núcleo mismo de su interior. El calor del sol sostiene la existencia en nuestro planeta. Sin él toda la vida moriría. Dios creó esta gran lumbrera no solo para que pudiera verse bien el cielo, sino para hacer posible que la vida continúe en este planeta. Las personas que aman a Dios son así. La luz de la presencia del Creador es evidente en su ser interior y trae luz, calor y vida a quienes los rodean.
No hay oscuridad en el sol. De manera similar, el amor de Dios puede desterrar las tinieblas en nuestras vidas. Incluso cuando pensamos en la oscuridad, a menudo la comparamos con el miedo. Juan, el discípulo amado dijo: “El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor. En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros. Nadie ha visto jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor se ha perfeccionado en nosotros” (1 Jn. 4:8-12). Cuando el sol resplandece en toda su fuerza, no hay oscuridad en absoluto, la destierra. ¡Qué pensamiento tan asombroso!
Todo le saldrá bien
Pablo dijo: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” (Ro. 8:28). Cuando amamos a Dios tenemos esta increíble promesa, que Él resolverá las cosas para nuestro bien. Sin embargo, esto no significa que todo en la vida será siempre fácil o agradable.
Otra Escritura dice: “Deléitate asimismo en Jehová, y él te concederá las peticiones de tu corazón” (Sal. 37:4). Algunos suelen pensar que esto quiere decir que obtendrán todo lo que quieren, pero no es así. Lo que implica es que cuando nos deleitamos en Dios, cuando lo amamos de todo corazón, Él puede poner Sus deseos en nuestro corazón. Ya no pensamos sólo en nuestro placer, sino que deseamos las cosas que el Señor anhela. De repente queremos hacer, Lo que Él quiere que hagamos.
En el Tanaj, la Biblia hebrea de una perspectiva judía ortodoxa, dice: «Cuando Dios vea que te deleitas solo en Él, seguramente cumplirá todas tus peticiones, porque lo que desees se pondrá a tu servicio».
Todos los que han sido llamados por Dios para desempeñar ministerios especiales tienen que renunciar a muchas cosas, pero las mismas se desvanecen en su insignificancia, porque Él pone Sus deseos en los corazones de esos a quienes llama.
Buscar primero Su Reino
En el capítulo 6 de Mateo, encontramos un hermoso pasaje sobre la provisión de Dios. El Señor Jesucristo dice que no debemos preocuparnos por las cosas temporales: lo que comeremos o beberemos, nuestros cuerpos o lo que vestiremos. En lo que debemos ocuparnos es en vivir conforme a Su manera: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal” (Mt. 6:33, 34).
Al considerar los costos y beneficios personales de amar a Dios, esperamos que la ambición de su vida sea “Amarlo de todo corazón”. Seguir los mandamientos de Jesús, es seguir los caminos de verdad. Ellos conducen a una vida abundante en esta existencia y en la venidera: “Andad en todo el camino que Jehová vuestro Dios os ha mandado, para que viváis y os vaya bien, y tengáis largos días en la tierra que habéis de poseer” (Dt. 5:33).